La Gran Aventura de la Amistad



Era una hermosa mañana en la Escuela Primaria Lic. Adolfo López Mateos. Los estudiantes de cuarto grado se preparaban para una de sus actividades favoritas: la búsqueda del tesoro. La profesora Marcela les había preparado una emocionante sorpresa que los haría trabajar en equipo. Entre los alumnos se encontraban Juan, Pedro y Sofía, amigos inseparables, siempre dispuestos a ayudarse mutuamente.

"¿Están listos para la búsqueda?", preguntó la profesora con una sonrisa.

"¡Sí!", gritaron al unísono Juan, Pedro y Sofía, llenos de energía.

La profesora les explicó que el ganador recibiría una medalla especial y, sobre todo, el reconocimiento de sus compañeros. Sin embargo, había una regla muy importante: debían trabajar juntos, ser honestos y respetar las ideas de los demás.

Los amigos se pusieron en marcha. Al principio, la búsqueda fluyó muy bien; encontraban pistas y se ayudaban a resolver los acertijos. De repente, al llegar al parque cercano a la escuela, se encontraron con un enigma más complicado que los anteriores.

"¿Qué haremos ahora?", preguntó Sofía, frunciendo el ceño.

Juan, que siempre había sido el más inquieto, dijo:

"Yo sé que tengo una idea genial, pero no estoy seguro de si sea la correcta."

Pedro, que tenía un don para analizar las cosas, respondió:

"No te preocupes, Juan. Lo importante es que cada uno aportemos nuestras ideas y mantenemos la honestidad entre nosotros. Si no estás seguro, ¡dilo!"

La confianza reinaba en su grupo. Juan se sintió aliviado y compartió su idea, que era descifrar el código usando las pistas encontradas. Sin embargo, entonces oyen a otros compañeros que estaban mirando de cerca.

"¡Miren! Ellos tienen las respuestas", dijo Pedro al darse cuenta de que algunos de sus compañeros, en vez de participar, solo estaban espiando.

"No está bien hacer eso", dijo Sofía. "Si no tenemos las respuestas honestamente, no mereceríamos ganar. Vamos a hacerlo nosotros mismos."

Y así lo hicieron. Pese a la tentación de mirar en el cuaderno ajeno, Juan, Pedro y Sofía decidieron seguir adelante con su propio ingenio. Estuvieron trabajando durante un tiempo, hasta que finalmente, gracias a la colaboración de cada uno, pudieron resolver el enigma.

"¡Lo logramos!", gritó Juan emocionado.

Sin embargo, cuando llegaron a la última pista, se dieron cuenta que otro grupo había llegado antes. El amigo de Peter dijo:

"¡Nosotros lo conseguimos primero!"

Pedro miró a sus amigos y dijo:

"No importa quién llegó primero, lo importante es que hicimos todo esto juntos y fuimos honestos con nosotros mismos. Eso es lo que realmente cuenta."

Sofía asintió y dijo:

"Sí, aunque no tengamos la medalla, sabemos que hicimos lo correcto."

Justo en ese momento, la profesora Marcela apareció. Al verlos tan orgullosos, exclamó:

"Estoy muy contenta de que hayan mostrado tal nobleza y honestidad. No sólo de saber resolver enigmas, sino de valorar la amistad y el trabajo en equipo. Vienen aquí, ¡les daré un premio especial!"

Los tres se miraron sorprendidos.

"¿Un premio?", preguntó Juan.

"Sí, el premio no es solo la medalla, sino que cada uno de ustedes recibirá un diploma en reconocimiento a su integridad y trabajo en equipo."

Los amigos sonrieron. Aunque no habían ganado la competencia de manera tradicional, habían aprendido una valiosa lección sobre amistad y honestidad.

"¡Qué alegría!", dijo Sofía.

"Lo que cuenta es que lo hicimos juntos, y eso es lo que siempre recordaré," concluyó Juan.

Y así, Juan, Pedro y Sofía volvieron a casa no solo con un diploma, sino con un profundo sentido de orgullo por haber elegido siempre la amistad y la honestidad, demostrando que, a veces, el verdadero tesoro no se mide en premios, sino en los valores que cultivamos en nuestro corazón.

FIN.

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