La Gran Aventura de la Colonia de Verano
Era un hermoso día en la selva, y todos los animales estaban muy emocionados porque comenzaba la COLONIA DE VERANO. Este año, los guiaría el sabio y divertido castor Gastón. Entre los participantes se encontraban el tortugo Hugo, la hiena Elena y el burrito Benito, quienes no podían esperar para jugar y hacer nuevos amigos.
"¡Vamos, grupo! Hoy empezaremos con el juego del tesoro escondido", dijo Gastón, moviendo su cola de lado a lado con entusiasmo.
"¡Siiii! ¡Me encanta el tesoro!", exclamó Hugo, que a pesar de su lentitud, siempre estaba listo para la aventura.
"Yo seré la más rápida y encontraré todo primero", dijo Elena, mostrando sus afilados dientes con una sonrisa.
"Ja! A mí no me ganan tan fácil. Soy un experto en juegos", agregó Benito, levantando la cabeza con orgullo.
Así, la primera jornada comenzó. Todos los animales corrían de un lado a otro, buscando pistas y formando equipos. Sin embargo, pronto la competencia se tornó intensa. La risa se transformó en gritos, y la diversión se convirtió en pelea.
"¡Esa pista es mía!", gritó Elena, empujando a Benito.
"¡Pero yo la encontré primero!", respondió Benito, molesto.
"¡Chicos, tranquilos!", interrumpió Hugo, que intentaba mediar.
El juego se tornó caótico, y el castor Gastón vio cómo la amistad entre ellos se desmoronaba. Decidió que era momento de intervenir.
"¡Alto!", dijo Gastón, con autoridad, haciendo que todos los animales se detuvieran. "Parece que han olvidado lo más importante de este juego: divertirnos juntos. No se trata solo de ganar".
Los animales miraron sus patas, un poco avergonzados.
"Pero queremos ser los mejores", murmuró Benito, golpeando el suelo con su pezuña.
"Tal vez olvidaron que lo mejor de la colonia no es ganar, sino pasar tiempo con amigos. Vamos a hacer una pausa y hablar sobre lo que queremos de esta experiencia", sugirió Gastón con una voz cálida.
Los amigos se sentaron en círculo, y Gastón les pidió que compartieran sus sentimientos. Poco a poco, comenzaron a entender cómo sus actitudes habían afectado a los demás.
"Siento que tenemos que trabajar juntos, no solo competir", dijo Hugo con sinceridad.
"A veces me obsesiono con ganar y no aprecio lo que tengo a mi alrededor", confesó Elena, apenada.
"Yo también tengo que aprender a compartir, no solo querer ser el mejor", admitió Benito, mirando a sus amigos.
Gastón sonrió, satisfecho con sus aportes.
"¡Eso es! Ahora que han hablado, ¿por qué no hacemos un nuevo juego que nos incluya a todos, y el ganador sea el equipo más unido?", propuso el castor.
Los animales se miraron, y luego asintieron entusiasmados. Juntos, idearon un juego que combinaba habilidades de cada uno y que los ayudaría a trabajar en equipo. Al final de la jornada, no solo encontraron un tesoro, sino que lograron descubrir el verdadero valor de la amistad y la colaboración.
Al caer el sol, Hugo, Elena y Benito, cansados pero felices, se despidieron mientras prometían seguir apoyándose mutuamente.
"¡Nos vemos mañana, amigos!", gritaron todos a la vez, y las risas resonaron en la selva, llenándola de alegría.
Y así, la COLONIA DE VERANO se convirtió en un éxito no solo por los juegos, sino por las valiosas lecciones que aprendieron sobre la amistad, el trabajo en equipo y lo importante que es disfrutar cada momento juntos.
FIN.