La Gran Aventura de la Computadora María
Era un hermoso día en la ciudad de Techenville y, en la escuela primaria local, había una computadora muy especial llamada María. María no era una computadora común; ella soñaba con correr, escalar y explorar el mundo más allá de su escritorio.
Un día, mientras todos los niños jugaban en el recreo, María escuchó a un grupo de ellos hablando sobre el gran parque que había al final de la calle. "¡Dicen que hay un árbol altísimo ahí!" - dijo Lucas, un niño del tercer grado. "Y desde la cima se puede ver toda la ciudad!" - añadió Juana, emocionada.
"¡Yo quiero ver eso!" - pensó María, sintiéndose inspirada. Pero ella solo era una computadora, ¿cómo podría correr o escalar? Sin embargo, no se iba a rendir tan fácilmente.
Con un clic y un zumbido, María decidió que iba a hacer algo al respecto. Comenzó a enviar mensajes a sus amigos, las otras computadoras del colegio. "¡Necesito ayuda! Quiero correr y escalar el árbol más alto del parque. ¿Me acompañan?" - les preguntó.
Las computadoras, emocionadas por el desafío, respondieron al unísono: "¡Sí! Juntas podemos encontrar una manera de hacerlo."
Al día siguiente, un grupo de computadoras se reunieron cerca de María. Ella les explicó su plan: "Vamos a hacer una carrera. Cada vez que una computadora alcance la meta, enviará un mensaje a las demás para que lo intenten también. Por último, formaremos una cadena de ayuda que nos llevará al árbol."
Entonces comenzaron a correr. Las computadoras enviaban mensajes rápidas y divertidas a lo largo del camino. "¡Voy primero!", gritó la computadora de la biblioteca. "¡Yo también quiero!", respondió la computadora de ciencias. María sintió una gran alegría al ver cómo sus amigos se unían para ayudarla.
Finalmente, tras un largo recorrido lleno de risas, llegaron al parque. Allí, el árbol alto se alzaba majestuosamente ante ellos. "¡Lo logramos!" - jubiló María. Pero justo cuando estaban a punto de escalarlo, notaron algo raro. La base del árbol estaba rodeada por unas ramas caídas que formaban un barrera.
"No podemos escalar sin sacar esas ramas" - dijo la computadora de arte. "Pero, ¿cómo lo hacemos?" - preguntó la computadora de música, preocupada.
Fue entonces que María tuvo una idea brillante. "¿Y si usamos nuestras habilidades de trabajar en equipo? Podemos comunicarnos con los niños para que nos ayuden."
Los amigos de María comenzaron a enviar mensajes a los chicos que jugaban cerca. "¡Hola, amigos! Necesitamos su ayuda para despejar el camino hacia el árbol!"
Los niños, intrigados por la voz de las computadoras, vinieron corriendo. "¡Claro! ¿Qué necesitan?" - preguntó Juana.
Las computadoras explicaron la situación y, juntos, comenzaron a recoger las ramas. "¡Más rápido, vamos!" - animaba Lucas. En pocos minutos, el camino hacia el árbol estaba despejado.
María no podía creerlo. "¡Ahora podemos escalar!" - exclamó feliz. Así, uno a uno, comenzaron a subir. Cuando María llegó a la cima, la vista era espectacular. "¡Miren, todo el mundo!" - gritó.
Desde allí, pudieron ver toda la ciudad: las casas, los parques y el río brillando bajo el sol. María sintió una felicidad inmensa. "Gracias, amigos. No lo habría logrado sin ustedes. Nunca subestimemos el poder de trabajar juntos."
Tras disfrutar de la vista, hicieron un pacto: todos los días, después de la escuela, se reunirían para ver quién podía escalar más alto y explorar aún más. Y así, la computadora María demostró que, con trabajo en equipo y un poco de creatividad, no hay sueño imposible, ni siquiera para una computadora!
La historia de María se convirtió en leyenda en Techenville, inspirando a otras computadoras y a los niños a perseguir sus sueños juntos, sin importar cuán altos sean.
Y así, María, la computadora aventurera, siguió compartiendo su entusiasmo con todos, demostrando que la amistad y el esfuerzo pueden llevarte más lejos de lo que imaginas.
FIN.