La Gran Aventura de la Convivencia



Era una mañana brillante en el colegio San Martín. Los estudiantes de segundo de primaria estaban ansiosos por comenzar el día, pero en un rincón del aula, dos chicos estaban en plena disputa. Benjamin y Jeremías, conocidos por su constante rivalidad, habían tenido otra pelea, esta vez por un juego de pelotas que se había vuelto el objeto de deseo entre todos sus compañeros.

"¡Esa es mi pelota!" - gritó Benjamin, con los ojos llenos de determinación.

"¡No, es mía! ¡Te la gané en la hora de recreo!" - respondió Jeremías, empujando suavemente a Benjamin.

La pelea pronto se intensificó y terminó con empujones y gritos que alarmaron a los otros niños. La maestra Ana, al escuchar el alboroto, salió de su oficina inmediatamente.

"¡Chicos! ¡Basta!" - exclamó con una voz firme, pero tranquila.

Benjamin y Jeremías se miraron y se detuvieron al instante. La maestra Ana los llevó a la dirección, donde los padres de ambos ya habían llegado, preocupados por las constantes peleas.

"Es que él empezó" - se quejó Benjamin mientras cruzaba los brazos, intentando encontrar apoyo en sus padres.

"No fue así, fue él quien me insultó primero" - retrucó Jeremías, buscando la misma protección.

Los padres, aunque preocupados, se miraban unos a otros sin saber qué decir, ya que ninguno tenía una respuesta clara sobre cómo resolver el conflicto. La maestra Ana, viendo la situación, decidió cambiar el enfoque.

"Escuchen, amigos. Esta situación no puede seguir así. La agresión no es la respuesta. Vamos a hablar sobre cómo podemos resolver nuestros problemas de otra manera" - propuso.

Al principio, ambos niños se mostraron escépticos. Pero pronto, la maestra Ana les explicó acerca del 'buen trato' y la 'convivencia pacífica'.

"Los conflictos son parte de la vida, pero hay formas de manejarlos sin pelear. Poder hablar y escuchar al otro es fundamental" - les dijo, tanto a Benjamin como a Jeremías.

Entonces Ana les propuso un ejercicio. Les pidió que escribieran en sus cuadernos lo que cada uno apreciaba de sí mismo y lo que apreciaban del otro.

Después de algunos minutos de silencio y concentrados, los niños compartieron sus listas:

"A mí me gusta que Jeremías es muy bueno en matemáticas y siempre me ayuda cuando no entiendo" - dijo Benjamin, sintiéndose un poco incómodo al admitirlo.

"Y yo aprecio que Benjamin es muy rápido en deportes. Me gusta jugar a la pelota con él, es divertido" - respondió Jeremías, con la cara un poco sonrojada.

La maestra Ana sonrió "Ves, ya tienen algo en común. La diversión y el compañerismo son más importantes que las peleas. ¿Qué tal si hacen un equipo para el próximo partido de fútbol?" - sugirió.

Ambos se miraron con sorpresa.

"¿Un equipo?" - preguntó Benjamin.

"Sí, así pueden aprender a trabajar juntos y dejar de lado las diferencias" - respondió la maestra.

Aunque al principio les costó aceptar la idea, finalmente ambos se dieron la mano con una sonrisa. El partido fue un éxito. Se dieron cuenta de que juntos podían ayudar al equipo a ganar, algo que nunca habían imaginado.

"¡Lo logramos!" - gritó Jeremías mientras celebraban con sus compañeros.

"¡Sí! ¡Mirá cómo jugamos! Esto es mucho mejor que pelear" - dijo Benjamin, realmente emocionado.

Desde aquel día, la rivalidad entre ellos se transformó en una amistad. De vez en cuando, todavía tenían algunas diferencias, pero siempre intentaban resolverlas hablando y nunca volviendo a las peleas.

Y así, en el colegio San Martín, la historia de Benjamin y Jeremías se convirtió en un ejemplo de cómo la convivencia pacífica puede transformar la vida en el aula. Todos aprendieron que lo más importante es el buen trato, y que siempre es mejor ser amigos que enemigos. Y cuando había un conflicto, todos recordaban las palabras de la maestra Ana: ¡Hablar y escuchar es la clave para resolver cualquier diferencia!

Desde entonces, sus risas fueron más frecuentes que los gritos, y el classo limpio y feliz que habían deseado durante tanto tiempo se convirtió en realidad.

FIN.

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