La Gran Aventura de la Excursión
Era un hermoso día soleado cuando los niños de La Pobla Tornesa se preparaban para su emocionante excursión. Estaban ansiosos por conocer a los chicos de otros pueblos y compartir un día lleno de juegos y risas. La maestra Ana, con una gran sonrisa, les recordó la importancia de la amistad y el trabajo en equipo.
"¡Muchachos!", dijo la maestra Ana. "Hoy vamos a ir a la Granja de los Sueños, donde aprenderemos sobre los animales y la naturaleza. ¡Acuérdense de ser amables y respetar a todos los chicos que conoceremos!"
Los niños habían preparado unos bocadillos exquisistos para compartir en el almuerzo. Cuando llegaron a la granja, se encontraron con un grupo de niños de otro pueblo, La Viña. Al principio, todos se miraron con desconfianza.
"Hola, somos de La Pobla Tornesa”, dijo Martín, uno de los chicos más extrovertidos. “¿Ustedes son de La Viña?"
"Sí, somos del equipo de fútbol de la escuela", respondió Lucía, una niña de La Viña, mientras se ajustaba su gorra. "Nosotros también vinimos a aprender y divertirnos."
Con un poco de nervios, decidieron hacer un juego de presentación en el que cada uno decía su nombre y un deporte que le gustaba. Las risas comenzaron a fluir.
"Yo soy Sofía y me encanta el vóley!"
"Soy Leo y me gusta el rugby!"
Mientras disfrutaban del juego, de repente, un pequeño cabrito salió corriendo de un corral y comenzó a saltar entre todos ellos.
"¡Miren! ¡Ese es el cabrito travieso!", exclamó una niña de La Viña.
Todos comenzaron a correr detrás de él, riendo, mientras el cabrito intentaba esquivarlos. Al final, lograron atraparlo y se arrodillaron a su alrededor, acariciándolo con cariño. De pronto, se dieron cuenta de que el cabrito había dejado caer algo brillante entre la hierba.
"¿Qué es eso?", preguntó Javi, un chico de La Pobla.
Al acercarse, vieron que era una pequeña medalla con una inscripción que decía "El mejor amigo". Intrigados, sintieron que la medalla era como un símbolo de la amistad que se estaba formando entre ellos.
"Debemos hacer algo especial con esto", sugirió Lucía.
"Sí, ¡podríamos entregarla al niño que más se esfuerce!", propuso Sofía.
Todos estuvieron de acuerdo en que al final del día, harían una competencia amistosa en la que el més colaborativo sería el ganador. Así que, durante el día, se dividieron en grupos y participaron de diversas actividades: ordeñaron vacas, alimentaron gallinas y construyeron un pequeño refugio para los animales.
Todo iba bien hasta que empezaron a construir el refugio. Unos chicos de La Viña y otros de La Pobla comenzaron a discutir sobre cómo hacerlo.
"¡Hay que hacerlo más grande!"
"¡Pero no, tiene que ser más pequeño!"
La maestra Ana se acercó y, con una sonrisa, les dijo:
"Chicos, en lugar de pelear, ¿por qué no trabajan juntos para encontrar una solución? Cada uno tiene buenas ideas."
Pensándolo bien, decidieron juntar las mejores ideas de ambos grupos. Después de discutir y colaborar, lograron construir un refugio de tamaño perfecto donde los animales estarían cómodos y protegidos.
La competencia fue un éxito. Todos trabajaron en equipo y se ayudaron mutuamente. Al final, la maestra Ana, con el apoyo de los chicos, decidió que todos habían ganado. Así que llamaron a todos y les hicieron entrega de la medalla.
"Aquí tienen, chicos. Ustedes son los verdaderos amigos y el mejor equipo", anunció la maestra, sosteniendo la medalla.
Los niños aplaudieron y se abrazaron. Habían aprendido que la amistad y el trabajo en equipo son más importantes que ganar, y que lo más bonito era disfrutar del día juntos.
Cuando la excursión terminó, se despidieron de sus nuevos amigos, prometiendo verse nuevamente y compartir más aventuras. La granja, los juegos y la medalla los habían unido para siempre.
Así, los chicos de La Pobla Tornesa regresaron a casa con grandes recuerdos: la alegría de la amistad y el valor del trabajo en equipo, pero también con la convicción de que juntos podían hacer grandes cosas.
Y colorín colorado, esta excursión se ha acabado.
FIN.