La Gran Aventura de la Granja Alegre



En un hermoso y soleado día, en la Gran Granja Alegre, vivían muchos animales felices. Entre ellos estaban Cora la cerda, Vaca Lía, Gallina Pía y los patitos Pato y Pata. La granja tenía un aire especial y todo parecía ir bien, pero un día, algo inesperado ocurrió.

Era un martes cualquiera y todos estaban en sus quehaceres. Cora estaba revolcándose en el barro,

"¡Qué rico está esto!", exclamó Cora, disfrutando del fango.

Lía, la vaca, estaba rumiando tranquilamente,

"Cora, deberías probar un poquito de pasto. Es muy bueno para ti", sugirió Lía, mientras masticaba satisfechamente.

Pía, la gallina, picoteaba en el suelo en busca de semillas,

"¿Y si hacemos una competencia para ver quién encuentra más granos hoy?", propuso.

Los patitos, con su entusiasmo inigualable, aplaudieron la idea.

"¡Sí, sí! ¡Nosotros también queremos jugar!", dijeron Pato y Pata al unísono.

Así que todos comenzaron la competencia de granos. Pero mientras buscaban, descubrieron un pequeño agujero en la cerca de la granja. Cora, curiosa, se asomó un poco más.

"¿Qué hay allá afuera?", preguntó intrigada.

"No lo sé, pero deberíamos averiguarlo", dijo Pía, emocionada.

Lía, un poco preocupada, advirtió,

"Chicos, no sé si es buena idea salir. La granja es nuestro hogar."

Pero la curiosidad pudo más. Pato y Pata empujaron a los demás hacia el agujero.

"Vamos a ver qué hay, ¡puede ser una gran aventura!", animó Pata.

Y así, todos juntos decidieron atravesar el agujero. Al otro lado, encontraron un hermoso prado lleno de flores de colores, árboles frutales y un arroyo que cantaba.

"¡Es precioso!", gritó Cora, saltando de alegría. Pero en medio de esa felicidad, Cora notó que unos animales se veían tristes en la sombra de un árbol.

"¿Por qué están así?", preguntó. Un pequeño conejo se acercó temeroso,

"No tenemos comida y estamos muy hambrientos."

Lía, con su corazón sensible, dijo,

"Podemos ayudarles. En la granja tenemos suficiente comida para todos. Vamos a invitarlos a comer con nosotros."

Cora, Pía, Pato y Pata miraron a Lía sorprendidos.

"¡Pero si son animales diferentes!", se acordó Pía.

"Eso no importa. Todos merecemos ser amigos, ¿no?", replicó Lía, confiando en su idea.

Los demás animales accedieron y llevaron a los conejos a la granja. Por primera vez, todos los animales de la granja y los nuevos amigos compartieron una gran comida. Mientras comían, hablaron, rieron y contaron historias.

Pato dijo,

"¡Esto es increíble! No solo tenemos comida, sino amigos también."

Y así, de una pequeña aventura que comenzó con curiosidad, terminaron creando lazos de amistad y generosidad. Cora, Lía, Pía, Pato y Pata aprendieron que siempre es importante ayudar a otros y que las diferencias solo cuentan si las usamos para aprender unos de otros.

Cuando regresaron a la granja, el agujero en la cerca dejó de ser un misterio y se convirtió en la puerta a nuevas amistades y aventuras. Y así, la Gran Granja Alegre siguió siendo un lugar lleno de risas y amor, donde cada día era una nueva oportunidad para aprender y crecer juntos.

FIN.

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