La gran aventura de la jirafa en la granja



Era un día soleado cuando una jirafa llamada Lila decidió visitar a sus amigos en la granja. Con su largo cuello que se asomaba por encima de los árboles, Lila estaba emocionada de ver a todos sus amigos allí.

Al llegar, el pollito Pío, que era muy pequeño, la miró sorprendido. Se acercó, alzó la cabeza tanto como pudo y dijo:

"¡Hola, Lila! ¡Qué altura que tenés!"

Pero la jirafa, al estar tan alta, no lo escuchó. Entonces, Pío, un poco confundido, se giró hacia la vaca Clara y le dijo:

"No puedo hablarle, ¡es muy alta!"

Clara movió la cabeza con tristeza:

"¡Sí! Y yo tampoco puedo llegar a su altura."

Los demás animales de la granja también intentaron hablarle, pero todos se sentían demasiado pequeños para que la jirafa los escuchara. El caballo Tito hizo un gran esfuerzo:

"Lila, vení un poco más cerca, ¡por favor!"

Al ver que todos estaban frustrados, el burro Nacho, que siempre tenía ideas creativas, dijo:

"Chicos, ¿y si llamamos al mono Ramón? Él es muy ágil y puede treparse a los árboles para llevarle un mensaje a Lila."

Todos aplaudieron la idea y rápidamente llamaron a Ramón, el mono travieso.

"¡Ramón! ¡Vení! Necesitamos tu ayuda."

Ramón llegó saltando de un árbol a otro y, al enterarse de la situación, se rió y exclamó:

"¡Claro que puedo ayudar! ¡Dejame hacerlo!"

Así que, con su velocidad, Ramón se trepó y llegó hasta el lado de Lila.

"¡Lila! ¡Los animales de la granja quieren hablarte!"

La jirafa se inclinó un poco, moviendo su cuello con gracia para escuchar mejor:

"¿De verdad? ¡Hola, amigos! ¿Qué necesitan?"

Los animales se alegraron al ver que Lila los escuchaba. Pío, emocionado, fue el primero en hablar:

"¡Hola, Lila! ¿Te gustaría pasar la tarde con nosotros?"

Lila sonrió:

"¡Me encantaría! Pero, ¿dónde puedo jugar?"

Fue en ese momento que Tito, el caballo, tuvo una idea brillante:

"Podemos organizar juegos en el campo, ¡y no importa que seas alta!"

Todos los animales se pusieron a preparar los juegos. Ramón ayudó a Lila a elegir un lugar donde pudiera participar sin problemas. Jugaron a carreras, donde todos corrían, y Lila se aseguraba de no ir tan rápido para no dejar a sus amigos atrás. También jugaron al escondite, donde Lila podía usar su altura para encontrar a los demás que se escondían en los arbustos.

"¡Te encontré, Pollito! ¿Dónde estabas?" - gritó cuando Pío estuvo escondido entre las flores.

La tarde pasó volando, llena de risas y buenos momentos. Al caer el sol, Lila se sintió muy feliz. Le dijo a Ramón:

"Gracias por ayudarme a conocer a mis amigos. ¡Nunca pensé que podría divertirme tanto aquí!"

"¡De nada, Lila! La altura no importa cuando tienes amigos con quien jugar."

Y así, la jirafa y los animales de la granja aprendieron que las diferencias no son un obstáculo para la amistad y que con un poco de creatividad, se pueden encontrar formas de disfrutar juntos. Desde ese día, la granja siempre fue un lugar lleno de aventuras, donde todos se sentían que podían ser parte de la diversión, sin importar su tamaño.

Y así, cada vez que Lila podía, visitaba a sus amigos, recordando las risas y los juegos que compartieron.

FIN.

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