La Gran Aventura de la Pelota
Era un día soleado en el barrio, y los hermanos Lucas y Sofía estaban listos para salir a disfrutar del recreo en su patio. La pelota de fútbol estaba esperando que alguien la pateara.
"¡Hoy te voy a ganar!" - dijo Lucas con una sonrisa desafiante.
"¡Vamos a ver!" - respondió Sofía, mientras acariciaba la pelota con cariño.
Los niños comenzaron a jugar, riendo y correteando de un lado a otro. Por cada gol que marcaba uno, el otro hacía una pequeña broma para burlarse, y así continuaban, llenos de alegría. Sin embargo, mientras jugaban, apareció un nuevo niño en el barrio, llamado Nico.
Nico los observó desde la vereda. No se atrevía a acercarse porque era un poco tímido, pero sus ojos brillaban al ver la diversión.
"¿Por qué no viene a jugar con nosotros?" - preguntó Sofía.
"Tal vez le dé vergüenza..." - comentó Lucas.
"Voy a invitarlo. ¡Menos vergüenza y más fútbol!" - exclamó Sofía, mientras corría hacia la vereda.
"¡Hola! Soy Sofía, y este es mi hermano Lucas. Querés jugar con nosotros?"
Nico se quedó un poco sorprendido, pero luego sonrió y aceptó la invitación.
"¡Sí, me encantaría!" - respondió.
Pronto, los tres comenzaron a jugar juntos. Al principio, Nico era un poco torpe con la pelota, pero Sofía y Lucas le enseñaron algunos trucos, y rápidamente empezó a mejorar. Se escuchaban risas y gritos de emoción.
"¡Mirá, Nico! Así se hace: ¡patea fuerte!" - le decía Lucas mientras le mostraba cómo hacerlo.
"Intentá hacerlo más suave y con el interior del pie", le explicó Sofía con paciencia.
Todo iba bien, hasta que de pronto, Lucas pateó la pelota con demasiada fuerza y ¡ZAS! , la pelota salió volando hacia un árbol cercano y se quedó atrapada en una de sus ramas más altas.
"¡No! Ahí está nuestra pelota!" - gritó Lucas, frustrado.
"¿Y ahora qué hacemos?" - preguntó Nico, mirando hacia arriba con preocupación.
"No puedo creer que la hayamos perdido..." - se lamentó Sofía.
Los hermanos se miraron, un poco desanimados, pero Nico tuvo una idea.
"Podemos trabajar juntos para recuperarla. Ya sé, usemos un palo largo!"
Entusiasmados, todos comenzaron a buscar en el patio: ramas, cañas de pescar y todo lo que podían encontrar. Finalmente, armaron un largo artefacto improvisado.
"¡Está listo! Vamos a recuperar esa pelota" - exclamó Lucas, listo para intentarlo.
"¡Con cuidado!" - advirtió Sofía.
Nico se subió a los hombros de Lucas, mientras Sofía sostenía el palo con firmeza. Con un buen equilibrio, Nico logró que el palo tocara la pelota y con un pequeño giro, la hizo caer suavemente al suelo.
"¡Lo logramos!" - gritaron todos al unísono, saltando de alegría.
"Gracias a todos por ayudarme!" - dijo Nico, visiblemente emocionado.
"¡Ahora sí, a seguir jugando!" - dijo Sofía.
Y así fueron todo el día: jugando, riendo, y trabajando juntos. Aprendieron que, aunque a veces las cosas no salen como uno espera, siempre se puede encontrar una solución si se trabaja en equipo.
A partir de ese día, los tres se convirtieron en grandes amigos.
"No solo jugamos a la pelota, sino que hicimos un gran equipo" - reflexionó Lucas al final del día.
"¡Sí! Juntos somos mejores!" - añadió Sofía alzando la vista al cielo, cuando su madre los llamó a entrar.
"¿Jugamos otra vez mañana?" - preguntó Nico emocionado.
"Por supuesto, ¡te esperamos!" - respondieron los hermanos a coro.
Y así, entre risas y juegos, Lucas, Sofía y Nico descubrieron el valor de la amistad, el trabajo en equipo y, sobre todo, la alegría de compartir momentos juntos.
Y cada vez que miraban hacia el árbol donde se quedó atrapada la pelota, recordaban aquella gran aventura, que los unió aún más como amigos.
FIN.