La Gran Aventura de la Tierra
Era un día radiante en Buenos Aires, y los niños del barrio estaban jugando en el parque con sus globos de colores. Entre risas y juegos, un misterioso ruido resonó en el cielo, como si una gran piedra estuviera cayendo. Todos miraron hacia arriba y vieron algo que parecía un gran platillo volador deslizándose suavemente.
- ¡Miren eso! - gritó Luca, uno de los más valientes del grupo.
- Es un proyecto de la NASA, seguro - dijo Sofía, siempre buscando una explicación científica.
- No, ¡es un OVNI! - exclamó Pedro, con los ojos llenos de asombro.
De pronto, el platillo aterrizó en el centro del parque, y de él descendieron dos seres alienígenas. Eran criaturas verdes con ojos grandes y amistosos.
- ¡Hola, terrícolas! - dijeron en un coro melodioso. - Venimos en paz. Nos llamamos Glim y Plok.
Los niños, aunque sorprendidos, sintieron que los extraterrestres eran buenos.
- ¡Son geniales! - dijo Luca. - ¿Qué hacen aquí?
- Vinimos a explorar y conocer sobre su planeta. Pero... necesitamos su ayuda, - explicó Glim. - En nuestro planeta, las plantas ya no crecen porque un gran polvo espacial las ha cubierto.
- ¿Y qué podemos hacer nosotros? - preguntó Sofía, intrigada.
- Ustedes tienen una mezcla de semillas en su tierra que podría ayudarnos - respondió Plok. - Necesitamos que nos enseñen cómo sembrarlas.
Los niños se miraron unos a otros y decidieron ayudar a sus nuevos amigos. Comenzaron a buscar en sus casas una variedad de semillas, recogiendo linternas, macetas, tierra y todo lo necesario para un gran proyecto.
- ¡Vamos, hay que hacerlo! - animó Pedro con entusiasmo.
Pasaron los días y los niños trabajaron incansablemente. Les enseñaron a Glim y Plok sobre la siembra, el riego y el cuidado de las plantas. Juntos, hicieron un gran huerto en el parque. Los extraterrestres aprendían rápido y se volvían cada vez más amigos de los niños.
Un día, mientras cuidaban el huerto, Glim miró hacia el cielo y preocupados dijeron: - Tenemos que regresar a nuestro planeta.
- Pero, ¿y nuestras plantas? - preguntó Sofía con tristeza.
- No se preocupen. Con lo que hemos aprendido, podemos llevar las semillas a nuestro hogar y cultivarlas - afirmó Plok.
Al llegar el día de la partida, los niños organizaron una gran fiesta de despedida. Había globos, música y mucha alegría.
- ¡No se olviden de nosotros! - dijo Luca mientras se abrazaban.
- ¡Nunca lo haremos! - aseguraron Glim y Plok. - Los llevaremos en nuestros corazones.
Finalmente, el platillo volador se elevó en el aire, y mientras se alejaban, los niños dejaron escapar un suspiro. Pero justo cuando pensaban que todo había terminado, el platillo giró y lanza un brillo.
- ¡Hasta pronto, Terrícolas! - gritaron los aliens. Y desaparecieron en el cielo.
Los niños regresaron al parque todos emocionados. Aunque extrañaban a sus amigos estelares, estaban felices de haber aprendido lo importante que es cuidar de nuestra Tierra y de compartir. Ahora tenían un hermoso huerto que cuidaban con esmero, convirtiendo lo que era una simple tierra en un lugar lleno de vida y color.
Y así, los niños no solo hicieron amigos en el espacio, sino que también aprendieron el valor de la cooperación y el respeto por la naturaleza.
Desde ese día, cada vez que miraban al cielo de noche, sonreían sabiendo que sus amigos estelares los estaban mirando desde lejos.
FIN.