La Gran Aventura de la Tormenta



Era un día nublado en la escuela primaria de Villa Esperanza. Los chicos estaban sentados en sus pupitres, mirando el reloj con cara de aburrimiento, deseando que el timbre sonara. Nadia, la más imaginativa, miró por la ventana y vio cómo el cielo estaba cada vez más gris.

- ¿No les parece que está por llover? - preguntó Nadia, inquieta.

- Sí, y eso es un embole - respondió Lucas, haciendo un gesto con la mano.

Los chicos empezaron a murmurar entre ellos, soñando con juegos en el patio. Sin embargo, el reloj marcó las 11 y, de repente, el cielo estalló en un torrente de lluvia. Los truenos resonaban como una orquesta desafinada y los chicos, más que aburridos, se sentían inquietos.

- ¡Espera! ¡Vamos a mirar por la ventana! - sugirió Sofía entusiasmada.

Todos se agolparon cerca del cristal y miraron cómo las gotas de agua caían y formaban pequeños ríos en el patio. De pronto, uno de esos ríos empezó a acumularse y, oh sorpresa, una de las rejillas comenzó a desbordarse.

- ¡Se está inundando! - gritó Lucas, con los ojos como platos.

Pero en lugar de asustarse, los chicos sintieron que algo emocionante estaba ocurriendo.

- ¡Esto es increíble! - exclamó Nadia. - ¡Podríamos construir un barco de papel y navegar en el aula!

- ¡Gran idea! - respondió Juan, que siempre tenía un plano para todo. - Vamos a buscar hojas y a hacer nuestro barco.

Así, los chicos corrieron hacia el armario y sacaron hojas de papel. Empezaron a construir sus embarcaciones. Cada uno pensaba en un nombre especial para su barco y le ponían decoraciones. Cuando terminaron, todos estaban entusiasmados.

- ¡A la cuenta de tres, lanzamos nuestros barcos! - dijo Sofía, mirando a sus amigos con complicidad.

1... 2... 3... ¡Splash! Los barcos de papel volaron por el aire y cayeron en una bacha llena de agua que habían colocado para la competencia. Algunos barcos se hundieron, otros se quedaron a flote, y todos estallaron en risas.

- ¡Miren el mío! ¡Es el más rápido! - gritó Lucas, mientras su barco zigzagueaba en el agua.

Pero mientras jugaban, la maestra, la señora Marta, entró en la clase, sorprendida por el derroche de creatividad y la actividad inesperada en medio de la tormenta.

- ¡Chicos, qué es esto! - exclamó al ver el despliegue.

- ¡Señorita, estamos navegando! - contestó Nadia con una sonrisa de oreja a oreja.

La señora Marta no podía evitar reírse. - Está muy bien que usen su imaginación, pero no se olviden de que el agua también puede ser peligrosa. - les explicó.

- Pero a veces, los problemas pueden ser oportunidades para crear algo nuevo, ¿verdad? - bromeó Juan, mientras trataba de salvar su barco del agua.

La señora Marta sonrió con ternura. - Tienen razón, chicos. Pero ¿qué tal si hacemos algo más grande? Así que, ¿les parece si organizamos una 'Carrera de Barcos' en el gimnasio? ¡Con música y premios!

Todos los chicos gritaron de alegría. En pocos minutos, la sala de clase se convirtió en un centro de actividades. Prepararon una pista improvisada, buscaron más material para barcos y eligieron una gran bandera hecha de papel para señalar el inicio de la carrera.

El gimnasio se llenó de risas y gritos de emoción. Se realizó una gran carrera, y al final, todos recibieron un pequeño premio: una estampita que decían "Mejor Navegante". La tormenta que antes había sido motivo de temor se transformó en un día memorable.

- Gracias a la lluvia, hicimos la mejor competencia de barcos de la historia - dijo Sofía, abrazando a sus amigos.

- Sí, ¡y trabajamos juntos! - agregó Lucas, mirando al grupo.

- Lo importante es que siempre podemos encontrar algo positivo, incluso en los días grises - concluyó Nadia.

Desde entonces, cada vez que llovía, en la escuela había una tradición: construir barcos de papel y realizar competiciones en el gimnasio. La lluvia ya no era vista como un inconveniente, sino como una oportunidad para crear y divertirse. Y así, un día aburrido se había transformado en una grandiosa aventura llena de risas y compañerismo.

FIN.

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