La Gran Aventura de la Vacuna
Era un día soleado en el colegio San Martín. Lala, Pepito y Lola estaban jugando en el patio, riendo y disfrutando de su recreo. De repente, las puertas del aula se abrieron y aparecieron dos enfermeras del centro médico. Llevaban una gran sonrisa y un maletín lleno de sorpresas.
"Hola, chicos!", saludó la enfermera Ana. "Hoy es un día especial porque vamos a cuidar de ustedes con una vacuna que los protegerá de enfermedades. Es para el sarampión, y no duele nada, se los prometemos".
Pero al escuchar la palabra —"vacuna" , Pepito se quedó sentado en el suelo, sus ojos brillaban con lágrimas. "¡No quiero que me pinchen!".
"Pepito, pero la vacuna es importante. Nos protege a todos", intentó convencerlo Lala.
"Sí, sí… ¡pero duele!", dijo Pepito mientras se tapaba los ojos con las manos.
"No, no, no te va a doler tanto como piensas", intervino Lola. "Mirá, yo me voy a vacunar también y estaré bien. Además, luego vamos a tener un montón de historias para contar".
Pepito miró a sus amigos. No estaba muy convencido, pero decidió que necesitaba saber más. Cuando la maestra Maribel se acercó, Pepito le preguntó: "¿Se siente mucho dolor, maestra?".
"No, Pepito", respondió la maestra con amabilidad. "Es solo un pinchazo muy rápido. Después, podrás jugar con nosotros y estarás protegido. Eso es lo que importa para que sigamos aprendiendo y divirtiéndonos juntos".
Lala, viéndolo un poco más tranquilo, tuvo una idea brillante. "¡Vamos a hacer un cuento!". Todos se sentaron juntos en el recreo, y Lala comenzó: "Había una vez un valiente guerrero llamado Pepito, que tenía que enfrentarse a una pequeña aguja mágica que lo protegería de gigantes monstruos".
Con cada palabra, las lágrimas de Pepito comenzaron a secarse. "Pero, ¿y si la aguja lo lastima?".
"Era un guerrero fuerte y decidido. Sabía que, aunque le costara un poquito, iba a ser más fuerte para defender su reino", continuó Lala.
"¡Yo también quiero ser un guerrero!", exclamó Pepito. Su valentía estaba floreciendo.
A medida que las enfermeras se acercaban, Pepito respiró profundo y se puso de pie. "¡Voy a ser valiente!"
"¡Así se habla!", animó Lola.
Cuando llegó su turno, Pepito cerró los ojos, y como un velocista en la carrera, el pinchazo fue rápido y ligero.
¡Lo logró! Se sintió como el guerrero más fuerte del mundo.
"¡Lo hice, lo hice!", gritó Pepito lleno de alegría.
Las enfermeras sonrieron y le dieron una pegatina brillante de un superhéroe.
"Eres un verdadero campeón, Pepito!", le dijo la enfermera Ana.
De vuelta en el aula, Pepito contó su historia a todos sus compañeros de clase.
"Y ahora, estoy protegido, como un guerrero", concluyó.
A partir de ese día, Pepito, Lola y Lala se convirtieron en los campeones de la vacuna en su colegio y siempre recordaron que, aunque algo pareciera aterrador, enfrentarlo podía resultar en una gran aventura.
La historia de Pepito se volvió inspiradora para todos. Desde ese momento, cada vez que alguien se sentía asustado, solo tenían que recordar cómo el valiente guerrero había superado su miedo y se convirtió en un gran defensor de la salud.
Así, el colegio San Martín siguió aprendiendo y jugando, siempre cuidándose unos a otros, protegiéndose como verdaderos héroes.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.