La Gran Aventura de Leopoldo y Gertrudis
Había una vez en la selva un león llamado Leopoldo y una jirafa llamada Gertrudis. Ambos eran muy buenos amigos, pero siempre tenían discusiones sobre quién era el mejor animal de la selva.
Un día, Leopoldo y Gertrudis decidieron organizar una competencia para resolver de una vez por todas quién era el mejor. Invitaron a todos los animales de la selva a presenciar este emocionante evento.
La competencia consistía en tres pruebas: velocidad, fuerza y habilidad para conseguir comida. En cada prueba, ambos animales demostrarían sus habilidades y se enfrentarían cara a cara. La primera prueba fue la de velocidad.
Los dos animales se pararon en la línea de partida y esperaron ansiosamente que el mono diera la señal de inicio. ¡Bang! El mono golpeó un tambor y Leopoldo salió disparado como un rayo, corriendo tan rápido como nunca antes lo había hecho.
Pero cuando giró hacia atrás para ver dónde estaba Gertrudis, se sorprendió al encontrarla ya cerca del final. La jirafa tenía unas patas larguísimas que le permitían avanzar con gran rapidez.
Leopoldo quedó impresionado por la velocidad de Gertrudis, pero no perdió su confianza y siguió adelante con determinación hacia las siguientes pruebas. La segunda prueba fue la de fuerza. Había un tronco enorme que debían levantar para demostrar quién tenía más poderío físico.
Leopoldo se acercó al tronco con toda su fuerza e intentó levantarlo, pero no pudo ni moverlo un centímetro. Gertrudis, por su parte, utilizó su larguísimo cuello para envolver el tronco y con un solo tirón lo levantó como si fuera una pluma.
Leopoldo quedó asombrado por la fuerza de Gertrudis y empezó a dudar de sus propias habilidades. Pero se recordó a sí mismo que aún faltaba una prueba más y decidió dar lo mejor de sí en ella. La tercera prueba era la de habilidad para conseguir comida.
Ambos animales tenían que trepar a los árboles y recolectar la mayor cantidad posible de frutas en un tiempo determinado. Leopoldo subió ágilmente al árbol pero tuvo dificultades para alcanzar las ramas más altas donde estaban las frutas más sabrosas.
Por otro lado, Gertrudis extendió su largo cuello hacia arriba y sin esfuerzo alguno logró reagarrar todas las frutas del árbol.
Al finalizar la competencia, todos los animales aplaudieron emocionados a Leopoldo y Gertrudis por su desempeño excepcional en cada una de las pruebas. Fue entonces cuando el mono, quien había sido testigo de todo, se acercó al escenario principal. "¡Felicidades a ambos! Han demostrado ser verdaderamente talentosos en diferentes aspectos", dijo el mono con voz entusiasta.
"Es cierto", agregó el mono, "Leopoldo eres increíblemente rápido y valiente mientras que Gertrudis eres fuerte e ingeniosa". "Cada uno tiene sus propias cualidades especiales y no hay necesidad de compararse o competir para demostrar quién es el mejor.
Todos somos únicos y buenos en algo", concluyó el mono.
Leopoldo y Gertrudis se miraron el uno al otro, asintieron con una sonrisa en sus rostros y se dieron cuenta de que la verdadera victoria estaba en aceptar y celebrar las habilidades de los demás. Desde ese día, Leopoldo dejó de compararse con Gertrudis y aprendió a valorar su velocidad y valentía.
Por otro lado, Gertrudis dejó de sentirse superior por su fuerza e inteligencia, aprendiendo a apreciar las habilidades únicas de cada animal en la selva. Y así, todos los animales vivieron felices en armonía, comprendiendo que cada uno tenía algo especial que ofrecer al mundo.
La moraleja de esta historia era clara: cada uno es bueno en algo y eso es lo que nos hace especiales.
FIN.