La gran aventura de Logan y Carmen



Era un día soleado en el barrio de Villa Esperanza, y todos se preparaban para la gran carrera solidaria. Logan, un niño lleno de energía y siempre entusiasta, había invitado a su amiga Carmen a participar. Carmen era un poco más cautelosa y no estaba tan segura.

"Logan, no sé si puedo correr tan rápido como vos. ¿Y si me cansé a mitad de la carrera?" - se preocupaba Carmen.

"No te preocupes, Carmen. Lo importante es participar y divertirnos juntos. Además, el dinero que recolecten será para ayudar a los animales abandonados. ¡Eso suena genial!" - respondió Logan con una gran sonrisa.

Al llegar al parque donde se llevaría a cabo la carrera, un mar de coloridas camisetas llenaba el lugar. Los niños corrían de un lado a otro, jugando mientras esperaban a que dieran la señal de partida. Carmen sentía un cosquilleo en su estómago, pero algo en el ambiente la motivaba.

Cuando el organizador pidió a todos que formaran filas, Logan y Carmen se posicionaron juntos. Al sonar el silbato, los corredores salieron disparados como flechas.

"¡Vamos, Carmen! ¡Podemos hacerlo!" - gritó Logan, mientras corrían por el sendero de tierra.

Al principio, todo iba bien. Pero, a medida que avanzaban, Carmen empezó a sentir que se quedaba atrás. Poco a poco, comenzó a separar un poco de distancia entre ellos.

"Logan, esperame..." - suspiró Carmen mientras trataba de recuperar el aliento.

"¡Nunca mires atrás! Si te detienes, te dará más pereza seguir. Solo sigue corriendo y piensa en cómo ayudarás a los animales, ¡te será más fácil!" - le explicó Logan.

El camino se tornó más complicado. Pasaron por un sendero lleno de barro tras un reciente chaparrón.

"¡Mirá!" - exclamó Carmen, mientras evitaba un charco. "¡Es una pista de obstáculos! ¡Estamos en un desafío!" - su voz se llenó de emoción.

"¡Sí! ¡Vamos a superarlo!" - respondió Logan animado.

Juntos, comenzaron a sortear los obstáculos, saltando charcos y corrigiendo su rumbo para no caer. Aunque su energía disminuía, la diversión los mantenía alegres y motivados. Mientras tanto, más adelante, se dieron cuenta de que había un grupo de niños mayores que intentaba hacer trampa, atajando por la vereda rápida.

"No es justo. Si ellos toman el camino corto, no estarán ayudando a los animales como todos nosotros. ¡Debemos hacer las cosas bien!" - comentó Carmen sin dudarlo.

"Tienes razón, Carmen. ¡Vamos a seguir adelante!" - determinó Logan.

Finalmente, lograron llegar a la meta. Aunque estaban cansados, una sonrisa enorme llenaba sus rostros. Al mirar hacia atrás, Carmen se dio cuenta de que había disfrutado el camino y los obstáculos que habían superado juntos.

En ese momento, se escuchó el altavoz del organizador:

"Los ganadores de la carrera solidaria son... ¡Logan y Carmen!" - gritó. Todos aplaudieron emocionados.

"¡Lo hicimos, Carmen!" - gritó Logan saltando de alegría.

"¡Sí! ¡Corrí y me divertí!" - respondió Carmen con los ojos brillantes.

Después de recibir el trofeo y las medallas, se acercaron al stand de donaciones, donde estaban reuniendo recursos para los animales.

"Mirá, nuestro premio va directo a ayudar a esos animales bellos" - dijo Carmen, mientras entregaban su medalla como un gesto simbólico.

"Estamos haciendo la diferencia, a pesar de que fue duro. ¡Oh! ¡Mirá esa perra! La llamaremos 'Pequeña Esperanza'" - bromeó Logan.

Carmen rió, y juntos entendieron que siempre hay más valor en ayudar a otros que en llegar primeros. Desde entonces, se comprometieron a participar cada año de la carrera solidaria, cada vez corriendo un poco más rápido, pero sobre todo, disfrutando del camino juntos.

La historia de Logan y Carmen enseñó a sus amigos que, aunque el sentimiento de competencia es saludable, lo importante siempre es la solidaridad y la diversión que se comparte con los demás.

Y así, el barrio de Villa Esperanza no solo tenía un par de pequeños campeones, sino también un par de grandes corazones dispuestos a ayudar a quienes lo necesitaban.

FIN.

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