La Gran Aventura de los Amigos en Navidad
Era una fría mañana de diciembre en el pueblo de Sonrisas, donde todos los niños esperaban ansiosos la llegada de la Navidad. Este año, la misma familia que siempre decoraba el árbol de la plaza decidió hacer algo diferente. Miguel, el más curioso de todos, reunió a sus amigos en su casa.
"¡Chicos! ¡Este año deberíamos hacer algo especial!" - dijo Miguel emocionado.
"¿Como qué?" - preguntó Lucía, siempre lista para una nueva aventura.
"Podríamos ayudar a Santa Claus a entregar los regalos. O hasta podríamos buscar a los Reyes Magos y ver cómo preparan su viaje" - propuso Miguel, mientras sus ojos brillaban de emoción.
"¡Sí! ¡Eso suena genial!" - acordó Leo, el más valiente del grupo.
Y así, decidieron emprender una gran aventura. Primero, fueron al bosque a buscar a Santa Claus. Mientras caminaban, encontraron un duende pequeño que lloraba desconsoladamente.
"¿Qué te pasa, pequeño amigo?" - preguntó Lucía, abrazándolo.
"He perdido mi mapa mágico que me guía a Santa Claus. Si no lo encuentro, no podré ayudarlo a repartir los regalos" - sollozaba el duende.
"No te preocupes, ¡te ayudaremos a encontrarlo!" - dijo Leo, decidido a apoyar al duende.
Los amigos se pusieron a buscar. Revisaron detrás de los árboles, en las rocas, y hasta en la corriente de un pequeño arroyo. Después de un rato, Lucía encontró algo brilloso en el agua.
"¡Miren! ¡Es el mapa!" - gritó, levantándolo con alegría.
"¡Lo lograste!" - exclamó el duende, repleto de felicidad.
"Ahora, ¿cómo podemos ayudar a Santa?" - preguntó Miguel.
"Debemos llevar el mapa a la fábrica de juguetes, ahí él está haciendo su última revisión antes de la gran noche" - explicó el duende. Así que, juntos, partieron hacia la fábrica.
Cuando llegaron, vieron a Santa revisando los juguetes junto a sus renos.
"¡Santa! ¡Trajimos tu mapa!" - gritaron juntos los niños.
"¡Oh, qué maravilla! ¡No sé qué haría sin ustedes!" - dijo Santa, sonriendo. "Pero debo apurarme. La Navidad está a la vuelta de la esquina."
"¡Nosotros podemos ayudar!" - ofreció Miguel. "Podemos separar los regalos por familias y hacer que todo esté listo más rápido."
"¡Eso sería maravilloso!" - respondió Santa, y les mostró cómo organizar los regalos. Todos los niños, junto al duende, se pusieron manos a la obra. Rieron y jugaron mientras trabajaban, como si fueran una gran familia.
Después de un rato, Santa les dijo:
"¡Increíble trabajo! Gracias a ustedes, todo está listo para esta noche. Por eso, me gustaría hacer algo especial por ustedes. ¿Qué desean?"
Los chicos miraron sus rostros radiantes, y en vez de pedir juguetes, decidieron:**
"Nos gustaría que la gente de nuestro pueblo reciba mucha alegría esta Navidad" - dijo Lucía. "¡Y que todos tengan un regalo!"
"¡Exacto!" - agregó Leo.
Santa sonrió y, con una ola de su mano, los regalos comenzaron a brillar.
"Este año, su deseo se hará realidad. Ustedes son la verdadera magia de la Navidad" - dijo.
Esa noche, mientras las estrellas brillaban en el cielo, los niños entregaron los regalos a cada hogar en el pueblo. Vieron las sonrisas y la felicidad en los rostros de todos, y eso fue el mejor regalo de todos.
"¡Sonríe! ¡Es Navidad!" - gritaban los amigos mientras corrían por las calles.
En el corazón de cada uno de ellos, comprendieron que la alegría de dar era mucho mayor que la de recibir. Y así, la pequeña aventura en febrero quedó grabada en sus memorias como la mejor Navidad que jamás habían tenido.
FIN.