La Gran Aventura de los Aventureros y el Ogro Amistoso



Era una vez un grupo de cuatro amigos: Lola, Tobi, Ana y Leo. Todos vivían en el pintoresco pueblo de Villaverde. Un día, escucharon un rumor sobre un ogro que vivía en el Bosque Susurrante. Se decía que el ogro, conocido como Groko, era enorme y muy malhumorado, y que había asustado a todos los habitantes del bosque.

"¡Debemos buscarlo!" - exclamó Leo emocionado.

"Pero, ¿y si es realmente peligroso?" - dijo Ana con un poco de miedo.

"No lo sabremos hasta que lo encontremos," - dijo Tobi decidido.

"Además, tal vez no sea tan malo como dicen" - agregó Lola, que siempre tenía una visión optimista.

Así, uniendo sus fuerzas, se prepararon para la aventura. Con mochilas llenas de provisiones, mapas en mano y un fuerte sentido de camaradería, partieron hacia el Bosque Susurrante.

Durante su caminata, los amigos se encontraron con varios desafíos. Primero tuvieron que cruzar el Puente de los Susurros, donde el viento parece hablar y contar historias antiguas.

"Si susurramos nuestros miedos, el viento nos los llevará lejos," - sugirió Ana.

Todos se sentaron y, uno a uno, comenzaron a compartir lo que más los asustaba. Al final, sintieron que una carga pesada se había ido.

Después de una larga caminata, se adentraron más en el bosque. De repente, llegaron a un claro donde escucharon un rugido fuerte.

"¡Ese tiene que ser Groko!" - dijo Tobi, con un tono de voz muy bajo.

"¡No, esperen! Tal vez sólo esté cansado y con hambre," - dijo Lola, tratando de calmarlos.

Decididos a conocer a Groko, se acercaron al sonido. Allí, vieron a un enorme ogro sentado junto a un árbol, con una gran pila de frutas a su alrededor. Tenía una cara triste y parecía estar llorando.

"¿Por qué llorás, Groko?" - preguntó Ana con valentía.

"Porque todos me temen y no quieren ser mis amigos. Solo quiero compañía," - respondió el ogro, limpiándose las lágrimas con sus enormes manos.

Los amigos se miraron entre sí, sorprendidos.

"No somos como los demás. Queremos conocerte," - dijo Leo.

"¿De verdad?" - preguntó Groko, levantando la vista.

"Claro, solo tenemos que hablar y conocernos mejor," - respondió Tobi.

Así comenzó una hermosa amistad. Groko les mostró su hogar en el bosque, donde tenía un jardín lleno de plantas y flores que cuidaba con mucho esmero. Los amigos pasaron horas jugando y riendo, compartiendo historias y aprendiendo unos de otros.

"¿Por qué no invitas a los del pueblo a venir a visitarte?" - sugirió Lola.

"Pero, ¿y si me temen?" - contestó Groko, dudoso.

"Estamos aquí para demostrarles que sos un buen amigo", - afirmó Ana con seguridad.

Con un poco de valentía y la ayuda de sus nuevos amigos, Groko decidió que era el momento de hacer una gran fiesta en el bosque para conocer a los del pueblo. Prepararon todo con alegría: flores, frutas y música.

El día de la fiesta, los habitantes de Villaverde llegaron con emoción pero también un poco de miedo. Groko, nervioso, los saludó.

"¡Hola a todos! Soy Groko, y quiero ser su amigo," - dijo con una voz amable.

"¡Nosotros venimos a conocer tu jardín!" - gritó uno de los chicos del pueblo.

Poco a poco, la fiesta se llenó de risas y bailes. La gente comprendió que Groko no era un ogro aterrador, sino un ser amable y generoso. Así, desde ese día, Groko no solo tuvo amigos en el bosque, sino también en el pueblo.

Los amigos regresaron a Villaverde con el corazón calentito, sabiendo que a veces, las apariencias engañan y que la amistad puede superar cualquier barrera.

"Hicimos un gran trabajo, equipo," - dijo Tobi, sonriendo.

"Sí, cada uno de nosotros puso un poquito de su corazón en esto," - cerró Lola.

"¡Por eso siempre debemos estar dispuestos a conocer a alguien nuevo!" - concluyeron Ana y Leo al unísono.

Y así, la historia de Groko, el ogro amistoso, se convirtió en un bello cuento que todos en Villaverde contaban sobre la importancia de la amistad y el valor de no juzgar a los demás antes de conocerlos.

FIN.

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