La Gran Aventura de los Colores de Navidad
En un pequeño y mágico pueblo llamado Colorín, la llegada de la Navidad era el evento más esperado por todos. Cada año, los habitantes del pueblo decoraban sus casas y árboles con luces brillantes, creando un espectáculo lleno de alegría. Este año, sin embargo, algo especial estaba por ocurrir.
Un día, mientras la nieve caía suavemente y cubría todo de un manto blanco, un pequeño reno llamado Reni estaba preocupado. Él era el único en el pueblo que no tenía un color especial como los demás. Todos los animales y personas de Colorín tenían un color festivo: Rojo, el pájaro cantor; Nieve, la ardilla blanca; y el Árbol de Navidad, quien hablaba y reía con sus adornos. Reni miraba wistosamente a su alrededor y decía:
"¿Por qué no puedo ser como ustedes? Todos tienen un color brillante, y yo soy solo un reno marrón."
Nieve, siempre optimista, se acercó a Reni y le dijo:
"No te preocupes, Reni. La Navidad no se trata solo de colores. Te tenemos a vos, que eres un gran amigo y siempre nos haces sentir felices."
"Pero quiero ser especial como ustedes", respondió el reno, sintiéndose aún más triste.
Rojo, escuchando la conversación, decidió intervenir:
"Reni, la Navidad es una celebración de todos, y a veces, los colores más importantes son aquellos que vienen del corazón."
Reni sonrió tímidamente, pero aún no estaba convencido. Entonces, el Árbol de Navidad, llenito de luces y adornos, movió sus ramas y dijo:
"¿Qué te parece si comenzamos una aventura? ¿Por qué no buscamos los colores que escondes en tu interior? Quizás podamos encontrarlos juntos."
Reni, emocionado, asintió con la cabeza. Decidieron salir a explorar el bosque nevado. Mientras caminaban, se encontraron con una serie de desafíos: un arroyo congelado, un árbol caído y un gran montón de nieve que tenían que atravesar.
"Necesitamos colaborar como equipo", propuso Nieve.
"¡Tengo una idea!", gritó Rojo. "Yo puedo volar y ver si podemos encontrar una forma de cruzar el arroyo."
Rojo voló alto y encontró un tronco que servía de puente. Al volver, les dijo:
"¡Ahí está! ¡Crucemos juntos!"
Cuando llegaron al otro lado, Reni se sintió feliz. Ya no era solo un reno marrón, estaba junto a amigos que lo apoyaban y eso lo llenaba de alegría.
Siguieron buscando y se toparon con un claro del bosque donde brillaban algunas luces raras. Al acercarse, Reni dio un gran grito de emoción:
"¡Miren! ¡Es un arcoíris!"
"¿Pero cómo puede haber un arcoíris en la nieve?", preguntó Nieve con curiosidad.
"Quizás, son todos los colores que hemos reunido hasta ahora", sugirió el Árbol de Navidad.
"Reni, creí que no tenías colores, pero ahora vemos que tu alegría, valentía y bondad son los colores más bellos de todos."
Reni recordó todos los momentos en los que ayudó a sus amigos, las risas compartidas y las aventuras vividas. Todo eso era parte de él.
"¡Sí! ¡Mis colores son el amor y la amistad!", exclamó.
Entonces, el arcoíris se hizo más brillante, llenando el aire de colores impresionantes. Reni sintió una calidez en su corazón, y justo en ese momento, su pelaje marrón empezó a brillar con destellos de alegría.
"¡Miren! ¡Soy colorido!", gritó Reni emocionado.
Desde entonces, Reni aprendió que cada uno tiene colores únicos que no siempre son visibles, pero se sienten en el corazón. La amistad, la unidad y la alegría son los verdaderos colores de la Navidad. Y así, regresaron a Colorín con historias para contar y recuerdos que los unieron aún más.
Cuando llegaron, el pueblo estaba llenándose para la celebración de la Navidad. Todos estaban tan emocionados de ver a Reni lleno de colores y él les contó sobre su aventura.
Y así, en Colorín, la Navidad no solo se celebraba con luces y adornos, sino también con los colores vibrantes de la amistad y el amor.
Desde entonces, cada año, Reni, Rojo, Nieve y el Árbol de Navidad siempre recordaban aquel día en que descubrieron que los mejores colores son los que llevamos en nuestro corazón.
FIN.