La Gran Aventura de los Comunicadores



Era una mañana brillante en la escuela I.E 15193 "Gigantes del Cenepa". Los alumnos de la clase de comunicación estaban emocionados, porque su maestra, la querida Diosely Anay, les había preparado una sorpresita.

“Hoy vamos a vivir una gran aventura”, anunció Diosely, con una sonrisa radiante.

“- ¡Qué emoción, maestra! ¿De qué se trata? ” preguntó Lucas, el más curioso del grupo.

“Vamos a hacer un programa de radio en vivo desde el patio. Pero para hacerlo, necesitamos encontrar una historia interesante que contar. Todos ustedes van a ser reporteros”, explicó Diosely.

Los niños comenzaron a murmurar entre sí, buscando ideas. “Y si entrevistamos a la señora Rosa, que tiene el mejor jardín del barrio”, sugirió Ana.

“¡Sí! O podemos hablar de los animales del parque”, añadió Mateo.

Pero, entre tantas ideas, se escuchó un silbido en el aire. “¿Qué fue eso? ” preguntó Tomás. Al mirar hacia arriba, todos vieron a un pequeño pájaro azul revoloteando entre los árboles.

“- Ah, ese es Pablo. Siempre viene a visitarnos”, explicó Diosely. “¿Y si seguimos su vuelo? Podría llevarnos a un lugar sorprendente y allí podemos encontrar nuestra historia”.

Los niños, llenos de curiosidad, siguieron el canto de Pablo el pájaro. Al salir del patio, se encontraron en un hermoso bosque que nunca habían visto antes, lleno de árboles enormes, flores de colores y sonido de agua fluyendo.

“- ¡Es un lugar mágico! ”, exclamó Ana, mientras todos miraban a su alrededor.

“- ¿Y ahora qué hacemos? ” preguntó Lucas.

Diosely sugirió: “Vamos a dividirnos en grupos y buscar historias en el bosque. Recuerden, como comunicadores, debemos usar nuestros sentidos: ver, escuchar y sentir”.

Los grupos se dispusieron a explorar. Ana y Mateo encontraron un arroyo que susurraba. “- Escucha”, dijo Ana. “El agua parece contar un secreto”.

“¿Qué secreto será? ” se preguntó Mateo. “Podría ser el más bello cuento de la naturaleza”.

Otros niños, como Tomás y Lucas, conocieron a una familia de ardillas que jugaban entre los árboles. “- ¡Hola, ardillas! ¿Cómo se divierten hoy? ” las saludó Tomás.

“- ¡Jugamos todo el día! Pero cuidado, que el búho viene a cobrar peaje por pasar! ”, respondieron las ardillas riendo.

El tiempo pasó volando y cuando todos se reunieron, tenían historias sorprendentes que contar. Pero mientras volvían, notaron que Pablo el pájaro no estaba.

“- ¿Dónde está Pablo? ” preguntó Ana, preocupada.

“Tal vez necesita nuestra ayuda”, dijo Lucas. “Veamos si podemos encontrarlo”.

Decididos a buscar a su compañero, recorrieron el bosque llamándolo. “- ¡Pablo! ¡Pablo! ” gritaban. Finalmente, llegaron a un claro donde descubrieron a Pablo, atrapado entre unas ramas.

“- ¡Pobrecito! ¿Qué te pasó? ” le preguntó Diosely, acercándose con cuidado.

“- Me distraje mientras jugaba y quedé atorado. No puedo volar”, respondió Pablo, con voz temblorosa.

“¡No te preocupes, vamos a ayudarte! ”, dijeron todos entusiasmados. Con mucho cuidado y cooperando, comenzaron a liberar a Pablo.

Cuando logró salir, el pájaro se sacudió las plumas y aplaudió feliz. “- ¡Gracias, amigos! Ustedes son los mejores comunicadores, ¡porque realmente supieron escuchar y ayudar! ”

Llenos de alegría, regresaron a la escuela, donde Diosely les propuso escribir sus historias y la aventura que vivieron con el pájaro.

Los niños estaban emocionados y se pusieron a trabajar. ¡El programa de radio sería toda una maravilla!

Al final del día, entre risas y anécdotas, comprendieron que contar historias no solo era compartir algo interesante, sino también ayudar y ser solidarios, como lo habían hecho con Pablo.

Diosely, orgullosa de su clase, sonrió y dijo: “¡Hoy no solo aprendimos sobre comunicación! Aprendimos que las mejores historias se construyen junto a los amigos, ayudando y escuchando.”

- “¡Sí! ¡Y nuestra historia será la mejor de todas! ” gritaron al unísono los niños, sabiendo que cada uno de ellos había aportado algo especial.

Y así, los pequeños comunicadores regresaron a casa con el corazón lleno de buenos recuerdos, sueños y la convicción de que cada aventura era, en sí misma, una gran historia lista para contar.

FIN.

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