La Gran Aventura de los Cuatro Amigos y las Normas de Seguridad
Era una soleada mañana en el pequeño pueblo de Villa Esperanza. Naty, un alegre canario; Pipo, un astuto ratón; Lía, una curiosa ardillita; y Gino, un fuerte gato, eran los mejores amigos. Un día decidieron explorar el misterioso bosque que estaba un poco más allá de las colinas. Pero antes de salir, Naty tuvo una idea.
"Chicos, antes de partir, ¿no deberíamos repasar algunas normas de seguridad?" - sugirió Naty moviendo sus alitas.
"¡Ay, Naty, siempre con tus normas!" - se quejó Gino, estirando su cola.
"Pero, Gino, ¡las normas nos ayudan a mantenernos a salvo!" - insistió Lía.
"Está bien, está bien, contá cuáles son" - dijo Pipo, acomodándose en su lugar.
Naty comenzó a enumerar las normas.
"Primero, nunca nos separemos. Si uno se pierde, será difícil encontrarnos. Segundo, hay que tener cuidado con lo que comemos. No todo lo que vemos es seguro. Y por último, siempre hay que avisar a un adulto a dónde vamos".
"Acordado, ¡vamos!" - dijo Gino, algo más convencido.
Los cuatro amigos emprendieron su aventura, cruzando el campo cubierto de flores, encantados por los colores y aromas. Al llegar al bosque, se maravillaron con los altos árboles que parecían tocar el cielo. Sin embargo, mientras exploraban, Lía vio algo brillante entre las hojas.
"¡Miren! ¡Algo brillante!" - exclamó emocionada.
Gino rápidamente se acercó.
"Es un dulce. ¡Qué rico!" - dijo mientras lo levantaba, pero justo cuando estaba a punto de morderlo, Naty gritó.
"Espera, Gino, no lo comas!"
"¿Por qué no?" - preguntó Gino confundido.
"Podría estar contaminado, ven aquí para que lo observemos juntos" - explicó Naty.
Después de examinar cuidadosamente el dulce, se dieron cuenta que estaba cubierto de tierra y tenía una forma extraña.
"¡Menos mal que te detuviste!" - dijo Lía, aliviada.
"Estoy aprendiendo que es mejor ser cauteloso" - respondió Gino, un poco avergonzado.
Siguieron explorando y fue entonces cuando escucharon un ruido a lo lejos. Pipo, siempre atento, dijo:
"Creo que debemos regresar. Eso suena como un animal grande."
"Pero estamos tan cerca de la cueva que nos dijeron que había tesoros escondidos" - dijo Lía.
"Recuerden la tercera norma: siempre avisar a un adulto. Volvamos ahora, ¡y podremos venir otro día!" - insistió Naty.
Aunque un poco decepcionados, decidieron hacer caso. Al regresar al pueblo, se encontraron con la anciana doña Margarita, quien conocía el bosque como la palma de su mano.
"¡Ah, mis pequeños aventureros! ¿Cómo les fue?" - preguntó doña Margarita.
"Estuvimos explorando, pero decidimos regresar porque escuchamos un ruido raro" - explicó Pipo.
Doña Margarita los miró fijamente.
"Eso fue muy sabio de ustedes. El bosque puede ser muy lindo, pero hay que ser cautelosos" - les dijo con una sonrisa.
"¿Alguna vez tuviste alguna experiencia peligrosa?" - preguntó Lía.
"Sí, una vez me perdí porque no seguí mis propias normas. Desde entonces, siempre repaso lo aprendido" - compartió doña Margarita.
Los amigos aprendieron que las normas de seguridad no eran solo reglas aburridas, sino consejos valiosos que podían salvarles de situaciones peligrosas. Decidieron que el próximo fin de semana harían un nuevo intento de visitar el bosque, esta vez llevándola con ellos.
"Ahora entendemos lo importante que es mantenernos a salvo y cuidar de nuestros amigos también" - afirmó Naty.
"¡Y también disfrutar de las aventuras!" - agregó Pipo.
Con esa lección aprendida, los cuatro amigos regresaron a sus casas, satisfechos y listos para nuevas aventuras, siempre recordando la importancia de las normas de seguridad. Así, el pequeño grupo se convirtió en los guardines del bosque, cuidando siempre uno del otro y compartiendo sus experiencias para que nadie se olvidara nunca de protegerse.
Y así, los amigos vivieron muchas más aventuras, pero siempre con la seguridad como su fiel compañera.
FIN.