Era una mañana soleada en la pequeña ciudad de Cuentilandia, donde todos los niños y niñas jugaban felices en el parque.
Entre risas y juegos, dos amigos, Sofía y Mateo, decidieron organizar una gran fiesta para celebrar sus derechos y deberes.
- "¡Mateo!
Vamos a hacer una fiesta, pero no cualquier fiesta.
Vamos a hacerla sobre nuestros derechos y deberes como niños!" - propuso Sofía con una sonrisa.
- "¡Sí!
Pero, ¿cómo empezamos?" - preguntó Mateo, curioso.
Sofía, que había estado leyendo un libro sobre derechos infantiles, recordó que había algunos derechos muy importantes.
- "Primero, tenemos el derecho a jugar, a aprender y a ser escuchados.
Y también tenemos el deber de cuidar el planeta y ayudar a los demás.
Vamos a hacer algo especial para contárselo a todos!" - dijo entusiasmada.
Los amigos empezaron a invitar a otros niños del barrio.
Al día siguiente, se juntaron en el parque con carteles coloridos.
Sofía llevó una pizarra donde había escrito:
- "¡Celebremos nuestros derechos!" - y debajo, dibujó una serie de imágenes: un juego, un libro, y una familia.
Mateo, con su guitarra, comenzó a tocar una canción divertida sobre los derechos de los niños.
Poco a poco, más y más niños se acercaron, atraídos por la música y las risas.
- "¿Qué otras cosas son nuestros derechos?" - le preguntó Valentina, una niña que llegó corriendo.
- "¡El derecho a ser amigos y a no sentir miedo!" - afirmó Mateo, haciendo una mueca divertida que hizo reír a todos.
Mientras todos disfrutaban, una niña tímida llamada Clara se acercó.
- "Yo no sé si tengo derecho a jugar, porque siempre me dicen que soy muy pequeña" - dijo con un hilo de voz.
Sofía se acercó y le sonrió amablemente.
- "¡Todos tenemos derechos, Clara!
Eres tan importante como todos nosotros.
Si queremos jugar, cada uno tiene el derecho a PARTICIPAR" - le explicó Sofía.
Clara sonrió y se unió al grupo, sintiéndose más confiada.
La fiesta continuó, y los chicos decidieron que era hora de jugar un gran juego llamado "La Búsqueda de los Derechos".
Se dividieron en equipos y cada equipo recibió pistas sobre los derechos y deberes de los niños y niñas.
- "¡El primero que encuentre el derecho a la educación, gana!" - gritó Mateo.
Los niños corrieron por todo el parque, buscando pistas y aprendiendo.
Encontraron carteles escondidos que hablaban sobre el derecho a la salud, a la protección y a vivir en un ambiente saludable.
Pero en medio del juego, algunos niños comenzaron a pelear por un juguete que había en el parque.
Sofía y Mateo los vieron y decidieron intervenir.
- "¡Chicos!" - gritó Sofía - "Recordemos que también tenemos el deber de respetar a los demás y compartir los juegos.
Eso es muy importante!"
Los niños miraron confundidos, pero lentamente empezaron a entender.
Uno de los más grandes, Julián, habló.
- "Es cierto, no estaba pensando en el bienestar de todos.
Hay suficiente para que juguemos juntos, ¿no?" - dijo Julián, colaborando con Sofía.
Con la ayuda de Mateo, armaron una nueva regla para el juego que invitaba a todos a compartir y ser amigos.
Después de eso, el ambiente se llenó de risas nuevamente.
Al final de la fiesta, los chicos se sentaron en círculo, cansados pero felices.
Sofía se levantó y dijo:
- "Hoy hemos aprendido mucho.
Nuestros derechos son valiosos, pero también debemos cumplir con nuestros deberes.
Así podemos construir un lugar mejor para todos.
Sigamos siendo amigos y apoyándonos!"
Todos los niños aplaudieron y decidieron hacer de esta fiesta una tradición, donde no solo celebrarían sus derechos y deberes, sino que también se ayudarían mutuamente a ser más conscientes de lo que significa ser niños y niñas en Cuentilandia.
Y así, Sofía, Mateo, Clara, Valentina, Julián y todos los demás se fueron a casa, llenos de alegría y aprendizaje, listos para convertir a su mundo en un lugar donde cada voz contara, y cada niño pudiera disfrutar de su derecho a ser feliz.