La Gran Aventura de los Glóbulos Blancos
Un soleado día en el cuerpo de un niño llamado Lucas, ocurrió un pequeño accidente. Mientras jugaba en el parque, se cortó con una rama. De repente, una puerta secreta se abrió y un grupo de gérmenes, unos pequeños seres traviesos y ambiciosos, decidió que era su oportunidad de entrar y hacerse dueños del maravilloso cuerpo de Lucas.
"¡Sí, por fin! Esta vez no fallaremos!", gritó Germinito, el líder de los gérmenes, con una risa malévola.
Los gérmenes sabían que su plan consistía en llegar al corazón y al cerebro, lugares muy importantes donde podían controlar todo.
Mientras tanto, en el interior del cuerpo había un equipo de valientes defensores: los glóbulos blancos. Eran como los guardianes del cuerpo, siempre listos para proteger a Lucas de cualquier intruso.
"¡Alerta!", exclamó Globulito, el glóbulo blanco más ágil. "¡Han entrado gérmenes en nuestro territorio! Debemos actuar rápido para proteger a Lucas!"
Los glóbulos blancos comenzaron a movilizarse. Uno de ellos, llamado Defensito, propuso una estrategia.
"Equipo, vamos a dividirnos! Yo iré por el lado derecho y trataré de interceptar a Germinito. Mientras tanto, ustedes distraigan a los otros gérmenes!"
Los glóbulos blancos se pusieron en marcha. Por el camino, se encontraron con un grupo de gérmenes que estaban haciendo fiesta en una pequeña arteria.
"¡Es un carnaval! Vamos a controlarlo todo desde aquí!", gritó uno de los gérmenes, mientras bailaban y hacían ruido.
Los glóbulos blancos se acercaron sigilosamente.
"¡Sorpresa!", gritaron en coro. Energía pura recorría sus cuerpos.
De un solo golpe, comenzaron a dispersar a los gérmenes. Pero no fue tan fácil, porque había otros gérmenes que habían tomado atajos, ¡y ya estaban llegando al corazón!"¡Rápido! Tenemos que llegar primero!", ordenó Germinito, mientras se acercaban al gran órgano rojo.
Defensito tuvo una idea.
"Voy a necesitar la ayuda de los demás. Si logramos hacer una barrera, podremos detenerlos!"
Juntos formaron una cadena en la entrada de la arteria que conducía al corazón. Cuando los gérmenes llegaron, se encontraron con una barrera que jamás habían visto.
"¡Alto! No pasarán!", gritó Defensito, haciendo frente a Germinito, que no podía creer lo que veía.
"¡Déjenos pasar! Somos muy importantes", reclamó Germinito, pero los glóbulos blancos no estaban dispuestos a ceder.
"Por aquí solo pueden pasar los que son buenos para Lucas, que son siempre bienvenidos", dijo Globulito.
En ese momento, uno de los glóbulos blancos logró recordar algo.
"Germinito, ¿no te gustaría jugar a ser un héroe? ¡Si te unes a nosotros, podrás ayudar a Lucas también!"
Los gérmenes se miraron entre sí, sorprendidos por la propuesta.
"¿Un héroe? No sé si eso es lo que queremos ser...", reflexionó Germinito.
Defensito vio la oportunidad.
"¡Claro! Si trabajan con nosotros, ustedes también podrán ayudar a que Lucas crezca fuerte y sano, no necesitamos peleas. Juntos podemos compartir este cuerpo maravilloso."
Los gérmenes comenzaron a meditar sobre la idea. Después de un rato, Germinito dio un paso adelante.
"Está bien, ¡nos uniremos a ustedes!"
Entonces, los gérmenes se convirtieron en miembros del equipo. Juntos, empezaron a limpiar el cuerpo, enseñando a otros gérmenes lo que realmente significaba la unión y la colaboración.
Desde ese día, el cuerpo de Lucas se volvió un lugar donde todos aprendieron a trabajar juntos. Los glóbulos blancos y los gérmenes se convirtieron en aliados, creando un ambiente saludable y lleno de energía.
Así, Lucas siguió jugando feliz, sin que nadie interrumpiera su alegría. Y fue entonces que Lucas, sintiéndose espléndido, gritó:
"¡Soy el niño más fuerte y feliz del mundo!"
Aprendiendo juntos, el equipo demostró que la colaboración es mucho más divertida y efectiva que la pelea, y que hasta los gérmenes pueden ser buenos si se les da la oportunidad.
Fin.
FIN.