La Gran Aventura de Lucho en Bicicleta
Era una vez un niño llamado Lucho que vivía en un pequeño barrio lleno de árboles y flores. Cada tarde, Lucho sacaba su bici roja brillante, que era su tesoro más preciado.
-Lucho, ¿podés venir a jugar a la pelota? – le gritó su amigo Mateo desde su jardín.
-No puedo, Mateo. Hoy voy a explorar el bosque con mi bici – respondió Lucho emocionado.
El bosque estaba a un par de cuadras de su casa, y Lucho siempre había soñado con aventurarse allí. Así que, con su casco puesto y una botella de agua, salió de su casa pedaleando con fuerza. El viento le pasaba por la cara y sentía que podía volar.
Al llegar al bosque, Lucho encontró un sendero que lo llevó adentrándose entre los árboles. De repente, escuchó un ruido raro.
-¿Qué fue eso? – se preguntó, frenando de golpe.
Cuando miró hacia la dirección del sonido, vio a un pequeño pato que había quedado atrapado en unos matorrales.
-¡Oh, no! – exclamó Lucho, acercándose con cuidado.
-¡Cuac! ¡Ayuda, por favor! – chirrió el pato, asustado.
Lucho rápidamente se agachó y con manos suaves, liberó al patito.
-¡Listo! Ya estás libre. – sonrió Lucho.
-Gracias, amiguito. Soy Patín, el pato. ¿Podés ayudarme a encontrar a mi mamá? – dijo el patito, moviendo su colita de alegría.
-Claro, vamos juntos. – respondió Lucho, quien se sentía muy valiente.
Ambos emprendieron un nuevo camino, donde Lucho pedaleaba y el pato caminaba a su lado. En su búsqueda, se encontraron con un grupo de ardillas que estaban armando un gran montón de nueces.
-¡Hola, ardillas! – saludó Lucho.
-¡Hola! – respondieron los animalitos al unísono.
-¿Han visto a la mamá de Patín? – preguntó.
-No la hemos visto, pero podemos ayudar – dijeron las ardillas mientras se organizaban.
Juntos, decidieron hacer un gran grito.
-¡Mamíííííí, vení! – gritaron todos a coro.
Pero no había respuesta. Lucho y Patín miraron decepcionados, aunque no se dieron por vencidos.
-Quizás deberíamos ir al lago. Mi mamá siempre va allí a nadar – sugirió Patín.
Así que todos enfilan hacia el lago. Al llegar, el paisaje era hermoso: el agua brillando bajo el sol, las flores alrededor. Pero no había rastro de la mamá del pato.
-Esto es muy decepcionante. – dijo Lucho mientras se sentaba en la orilla.
-No te preocupes, Lucho. Vamos a encontrarla – animó Patín.
En ese momento, una señora que paseaba con su perrito se acercó.
-¿Qué les pasa, chicos? – preguntó la señora.
-Perdí a mi mamá, y estamos buscándola – explicó Lucho.
La señora sonrió y dijo:
-Bueno, quizás yo pueda ayudar.
Entonces, empezó a llamar por la mamá de Patín.
-¡Pero cuac, no cuac! ¡Soy yo! ¡Patín! – decía el patito, mientras observaba a la señora con esperanza.
De repente, escucharon un fuerte -¡Cuac, cuac! – a lo lejos. Los ojos de Patín se iluminaron y, como un rayo, salió corriendo hacia el sonido. Lucho lo siguió, sintiendo que su corazón latía de emoción.
Al llegar a un grupo de patos en el lago, Patín encontró a su mamá.
-¡Mamá! – gritó, correteando hacia ella.
-¡Patín, querido! ¡Te estaba buscando! – dijo la mamá pato, alzando a su patito en un abrazo.
Lucho miró la escena con una gran sonrisa. Se sintió feliz de haber ayudado a Patín y haber hecho nuevas amistades en ese gran bosque.
-Gracias, Lucho. Eres un gran amigo – dijo Patín mientras se despedía junto a su mamá.
-¡Que tengan buen día! – gritó Lucho, contento por su increíble aventura.
Cuando regresó a casa, Lucho comprendió que un pequeño acto de bondad puede llevar a grandes experiencias. En un día normal, pudo ser un héroe y hacer amigos.
-¿Dónde estuviste? – le preguntó su mamá al verlo llegar.
-¡Tuve una aventura increíble en el bosque! – respondió Lucho, con la cara radiante de alegría.
-¡Qué bien! Ahora contame, ¿qué más pasó? – dijo su mamá.
Y así, Lucho supo que cada día es una nueva oportunidad para vivir increíbles aventuras, ayudar a los demás y hacer buenos amigos. Aunque apaezca un día normal, cada pedal de su bici puede llevarlo a un mundo lleno de sorpresas y magia.
Fin.
FIN.