La gran aventura de Mamut y la manzana mágica
En un tranquilo pueblito llamado Frutalinda, vivía un simpático mamut llamado Mamut. A diferencia de sus amigos, que eran mucho más pequeños, Mamut era enorme y su tamaño a veces le traía algunos problemas. Un día, mientras jugaba cerca de su casa, vio a su amiga Mónica, una pequeña ratona que siempre era la primera en encontrar aventuras.
"¡Mamut! ¡Mirá! Encontré una manzana brillante en el bosque!" gritó Mónica, sosteniendo una manzana roja y reluciente.
Mamut se acercó rápidamente, curioso.
"¡Qué hermosa! Pero... ¿no deberíamos preguntar a mamá antes de comerla?"
Mónica frunció el ceño.
"No se ve peligrosa, y nunca había visto una manzana tan bonita. Seguro que es deliciosa. Vamos, Mamut, probémosla juntos!"
Ambos amigos decidieron llevar la manzana a casa de la mamá de Mamut para que ella les diera su opinión. Al llegar a la casa, la mamá de Mamut estaba cocinando y el olor a pastel llenaba el aire.
"Hola, Mamá!" dijo Mamut emocionado. "Mirá lo que encontramos!"
Mamá se acercó, examinando la manzana con atención.
"Oh, qué manzana más extraña... ¡y tiene una mancha violeta! Tal vez no deberían comerla sin saber de dónde viene. Podría ser mágica o, tal vez, no es comestible. Es mejor llevarla al anciano del pueblo, Don Algún. Él siempre sabe qué hacer en estos casos."
Mamut y Mónica se miraron, nerviosos pero emocionados.
"Vamos, será una aventura!" exclamó Mónica.
Así que partieron hacia la casa de Don Algún, que estaba en el centro del pueblo. Mientras caminaban, Mamut pensaba en lo que podría pasar.
Al llegar, Don Algún estaba sentado en su porche con un sombrero de paja y una pipa en la mano.
"¡Hola, chicos! ¿Qué los trae por aquí?"
Mamut, entusiasmado, respondió:
"¡Encontramos esta manzana! Tiene una mancha violeta y queremos saber si es mágica!"
Don Algún la observó detenidamente y sonrió.
"Lucen como unos valientes. Esta manzana puede ser especial. Pero deben tener cuidado. Las cosas mágicas a veces pueden ser impredecibles. Súbanse en mi viejo carro y vamos a hacer un experimento."
Mamut y Mónica saltaron de alegría. Subieron al carro y Don Algún los llevó hasta el campo.
"Primero, vamos a medir su brillo. Si brilla más que los demás, es mágica. Mónica, vení a ayudarme a colocar la manzana bajo la luz del sol."
Mónica puso la manzana en el suelo y todos se quedaron mirando. De repente, la manzana brilló tan intensamente que lastimó los ojos de Mamut, quien tuvo que cerrarlos.
"¡Es magia de verdad!" gritó Mónica.
Pero justo cuando estaban celebrando, la manzana comenzó a girar. Mamut y Mónica se apresuraron a alejarse.
"¡Espera! ¡No te vayas!" exclamó Don Algún. Pero la manzana giró tan rápido que levantó polvo y los tres empezaron a sentirse mareados.
Después de un momento, la manzana explotó en un millón de chispas de colores y, de repente, los amigos se encontraron rodeados de un hermoso bosque de manzanas de todos los colores imaginables: verde, azul, y hasta moradas.
"¡Mirá! ¡Estamos en un lugar mágico!" exclamó Mónica.
Mamut comenzó a saltar de alegría. Sin embargo, al poco tiempo, se dio cuenta de que estaban perdidos.
"¿Y cómo volvemos a casa?" preguntó Mamut, un poco angustiado.
"No te preocupes, Mamut. Si esta es una tierra mágica, tal vez será fácil encontrar un camino de regreso. Don Algún, ¿no sabes cómo regresar?"
Don Algún, mirando alrededor, comenzó a pensar.
"Tal vez necesitemos encontrar el árbol más viejo y sabio de este bosque. Él puede guiarnos."
Los amigos tuvieron que atravesar ríos de jugo de manzana y escalar montañas de pastel. Después de muchas aventuras, finalmente encontraron al árbol más viejo.
"¡Hola, pequeños viajeros! ¿Qué los trae aquí?" preguntó el árbol con su voz profunda.
"¡Nos perdimos! Necesitamos volver a casa!" respondió Mamut.
El árbol sabio sonrió.
"Es fácil volver, solo necesitan seguir su corazón. Recuerden que siempre tendrán su hogar dentro de ustedes. La verdadera magia está en la amistad y en los recuerdos."
Después de escuchar esas palabras, Mamut y Mónica se dieron la mano, y al instante se encontraron de regreso en el pueblito.
"¡Lo logramos! ¡Estamos en casa!" dijo Mamut, lleno de felicidad.
"Sí, pero, sobre todo, hemos aprendido que lo importante no es lo que encuentres afuera, sino lo que llevas dentro. ¡Y yo llevo una gran amistad!" añadió Mónica.
Así, Mamut y Mónica volvieron a casa de Don Algún para contarle su aventura mientras disfrutaban de un delicioso pastel de manzana. Y cada vez que veían una manzana, recordaban que a veces, la verdadera magia está en compartir momentos con tus amigos, sin importar el tamaño que tengas.
Fin.
FIN.