La gran aventura de Matías y Kike



Era un hermoso día de primavera cuando Matías, un niño de 4 años, saltó del sillón con una gran sonrisa. Hoy era el día de partir de viaje con su mamá y su papá en el tráiler.

"¡Mamá! ¡Papá! ¡Ya estoy listo! ¡Vamos, vamos!" gritó Matías mientras se ponía su gorra favorita. Kike, su hermanito de 2 años, seguía a Matías arrastrando su osito de peluche.

"¡Kike! ¡Apurate!" dijo Matías mientras miraba por la ventana. La niebla de la mañana empezaba a despejarse y el sol brillaba con fuerza, iluminando el tráiler que esperaban en el patio.

Antes de irse, Matías se acercó a su abuelita, quien estaba sentada en su mecedora, tejiendo una bufanda de colores.

"Abuelita, ¿por qué no vienes con nosotros?" preguntó Matías, sintiendo un cosquilleo de tristeza en su corazón.

"Ay, querido, me encantaría, pero tengo que quedarme aquí cuidando las plantas. Prometeme que me contarás todas tus aventuras cuando regreses," respondió su abuelita con una sonrisa cálida.

Matías asintió con la cabeza.

"¡Lo prometo!" le dijo y se abrazó a ella.

"No te preocupes, Matías. Así que a disfrutar del viaje con mamá y papá", agregó la abuelita.

Y así, Matías, Kike, su mamá y su papá se subieron al tráiler. Matías sabía que habría muchas aventuras esperando. Al cerrar la puerta, su corazón se llenó de emoción por descubrir lo que el mundo tenía para ofrecer. Los árboles comenzaban a pasar rápidamente mientras el tráiler avanzaba por el camino.

"¿A dónde vamos?" preguntó Kike, moviendo su osito de peluche de un lado a otro.

"A una gran aventura en la montaña, Kike," respondió Matías, con los ojos brillantes.

Durante el camino, Matías se asomó por la ventana y vio pájaros volando.

"Mamá, ¡mira! ¡Los pájaros!" comentó emocionado.

"Sí, cariño. Y si observas bien, podrás ver diferentes tipos de pájaros en cada lugar que visitamos," contestó su mamá.

Después de un par de horas de viaje, llegaron a un bosque impresionante. Los árboles eran altos y frondosos, y el aire olía a tierra húmeda y flores.

"¡Mirá, Matías! ¡Es enorme!" exclamó Kike.

"Sí, Kike. Vamos a explorar," dijo Matías, y ambos hermanos bajaron del tráiler corriendo.

Mientras exploraban, Matías notó una pequeña cabaña.

"¿Podemos ir a ver?" preguntó.

"Está bien, pero con cuidado," respondió su papá.

Al llegar a la cabaña, se dieron cuenta de que había una puerta abierta. Sin pensarlo dos veces, Matías se asomó. Adentro, encontraron un par de niños jugando.

"Hola, somos Matías y Kike. ¿Quieren jugar con nosotros?" preguntó Matías, sintiéndose muy valiente.

"¡Sí!" gritaron los niños, llenando el aire de risas y alegría. Jugaron al escondite, corrieron entre los árboles y hasta hicieron una búsqueda de tesoros.

Hasta que se hizo tarde y el sol comenzó a esconderse tras las colinas.

"Es hora de volver," dijo papá. Era hora de regresar al tráiler.

Mientras regresaban, Matías se sintió feliz, pero también un poco triste al pensar en su abuelita.

"Kike, ¿crees que nuestra abuelita está bien?" preguntó Matías con un suspiro.

"Sí, está con sus plantas. Vamos a traerle algo lindo," dijo Kike con ternura.

Así que, en el camino de vuelta, Matías y Kike recogieron flores silvestres y pequeñas piedras de colores para su abuelita. Al llegar a casa, su sonrisa iluminó su rostro cuando vieron cómo su abuelita los esperaba en la puerta.

"¡Abuelita! ¡Mirá lo que te trajimos!" gritaron juntos.

"¡Oh, qué hermosas flores y piedras!" dijo su abuelita, y los abrazó con fuerza.

Con cada aventura, Matías aprendió que, aunque los viajes son emocionantes, siempre hay espacio en su corazón para quienes se quedan en casa. El amor de su abuela estaba en cada paso que daban, y eso los hacía sentir más fuertes y felices.

Así que, Matías y Kike, con el corazón lleno de alegra y amor, se fueron a contarle a su abuelita todas las historias de su gran día en el tráiler. Y así, la gran aventura de Matías y Kike terminó, pero su próximo viaje ya comenzaba en sus sueños.

FIN.

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