La Gran Aventura de Pepito y Lulú
Era un día soleado en la escuela, y Pepito y Lulú estaban corriendo por el parque del recreo, llenos de energía. Risas y gritos de alegría resonaban por doquier mientras jugaban a atrapar la pelota.
"- ¡Te voy a alcanzar, Pepito! - gritaba Lulú mientras le seguía el paso.
"- ¡Nunca me atraparás! - respondía Pepito, riendo mientras hacía un giro para esquivarla.
De repente, mientras Pepito saltaba para atrapar la pelota, tropezó y se cayó al suelo. Su rodilla chocó con el pavimento, y un dolor agudo le recorrió la pierna. La risa se detuvo.
"- ¡Ay, ay, ay! - gritó Pepito, mirando su rodilla adolorida.
Lulú se acercó rápidamente, preocupada.
"- Pepito, ¿estás bien? - preguntó con los ojos abiertos como platos.
"- No, me duele mucho. Creo que me hice algo en la rodilla... - dijo Pepito entre sollozos.
Al poco tiempo, la maestra llegó al lugar al escuchar el llanto.
"- ¿Qué pasó aquí? - preguntó, agachándose para mirar a Pepito.
"- Se cayó y se golpeó la rodilla, maestra - explicó Lulú.
La maestra, con voz tranquila, decidió llevar a Pepito a la enfermería. Una vez allí, la enfermera, la señora Ana, lo recibió con una sonrisa.
"- Pepito, vamos a revisar esa rodilla - dijo mientras lo acomodaba en la camilla. - ¿Te duele mucho?"- Sí, me duele un montón. - respondió Pepito con lágrimas en los ojos.
Tras hacerle unas radiografías, la enfermera se volvió hacia Pepito con una expresión amable.
"- Bueno, Pepito, tienes una fractura en la rodilla. Necesitaremos que uses una férula para sanarte. No te preocupes, todo va a estar bien. - le dijo.
"- ¡Pero no puedo jugar! - exclamó Pepito, la preocupación llenando su rostro. - ¡No quiero perderme el rincón de los juegos!
La enfermera le sonrió.
"- Sabes, a veces las caídas nos enseñan a ser más fuertes. Esto es solo un pequeño obstáculo."
Entonces, mientras trataban de calmar sus nervios, Lulú apareció en la puerta.
"- Pepito, ¡en cuanto te recuperes, podemos inventar un nuevo juego! - sugirió ella.
"- ¿De verdad? Pero yo estaré en muletas... - respondió Pepito, dudando.
"- ¡Exactamente! ¡Podemos hacer un juego de carreras con muletas! - exclamó Lulú, con emoción.
Durante las siguientes semanas, Pepito usó su férula, y todos sus amigos en la escuela lo apoyaron.
"- ¡Vamos, Pepito, hoy recibimos tu regalo especial! - le decía Lulú cada día durante el almuerzo.
Con su ingenio, Lulú organizó un torneo de carreras donde todos usarían muletas, incluso ella. Pepito se sintió emocionado cuando llegó el día del torneo.
"- ¡Estoy listo para demostrar que las muletas también son divertidas! - exclamó mientras se preparaba para la carrera.
Cuando sonó la campana, los chicos comenzaron a correr de un lado a otro, riendo y ayudándose. Pepito descubrió que, aunque no podía correr como antes, aún podía disfrutar del juego.
"- ¡Miren, Pepito está adelantando! - gritó un compañero.
La carrera fue un verdadero éxito, y todos se divirtieron muchísimo. Al final, Pepito se sintió feliz y agradecido.
"- Gracias, Lulú, por estar a mi lado - dijo Pepito, sonriendo.
"- Siempre, amigo. Las caídas no nos detienen, solo nos hacen más fuertes - respondió Lulú con una gran sonrisa.
A medida que pasaron los días, Pepito entendió que siempre podría adaptarse a las circunstancias, y que a veces, los obstáculos podían llevar a nuevas y emocionantes aventuras.
Al final, tras muchas risas y juegos, el día llegó cuando Pepito se despidió de la férula.
"- ¡Estoy listo para jugar como antes! - proclamó con orgullo.
Todos aplaudieron y celebraron el regreso de su amigo. Pepito había aprendido que a veces las caídas pueden llevarnos a vivir momentos inolvidables y a forjar amistades más fuertes.
Y así, Pepito y Lulú continuaron creando recuerdos juntos, recordando siempre que lo más importante era disfrutar de cada momento y nunca rendirse ante las dificultades.
FIN.