La Gran Aventura de Raúl, Ana y Pedro
Era un día nublado en la pequeña ciudad de Valle Verde. El viento soplaba suavemente, y las primeras gotas de lluvia comenzaron a caer del cielo. Raúl, Ana y Pedro, tres amigos inseparables, estaban en el parque jugando con su querido perrito, Toby, un pequeño y juguetón terrier.
"Miren, ya está lloviendo!" - exclamó Pedro, mientras corría bajo la lluvia.
"¡No, esperen! Es mejor que busquemos refugio!" - gritó Ana, intentando alcanzar a su amigo.
Pero la lluvia no se detuvo, y en un abrir y cerrar de ojos, todos estaban empapados. Fue entonces cuando un rayo iluminó el cielo.
"¡Ay, no! ¡Tengo miedo!" - dijo Raúl, asustado.
Toby, el perrito, sintió el miedo de su dueño y comenzó a ladrar. Pero, en lugar de asustarse más, Ana tuvo una idea.
"Chicos, no debemos dejarnos llevar por el miedo. ¿Qué tal si hacemos un juego? ¡Un juego de escondidas!" - propuso.
Los tres, junto con Toby, comenzaron a contar hasta diez y luego corrieron a buscar un lugar para esconderse. Raúl se metió detrás de un árbol, Ana se resguardó bajo un banco, y Pedro, el más aventurero, decidió subirse a una estructura de juego.
Mientras se escondían, el viento aullaba, y las gotas de lluvia comenzaban a caer con más fuerza, creando un ambiente misterioso. Sin embargo, los amigos empezaron a reírse y a olvidar el miedo. Raúl, que estaba detrás del árbol, se asomó y dijo:
"¡No puedo creer que estemos jugando en medio de la tormenta!"
La lluvia caía, y de repente, Toby salió corriendo de su escondite y se lanzó al charco más grande que encontró.
"¡Toby! ¡Vuelve aquí!" - gritó Ana, riendo.
Raúl y Pedro se unieron a la diversión, y todos comenzaron a saltar en los charcos, olvidando por completo sus miedos. La tranquilidad del juego y la risa pronto reemplazaron el miedo de la tormenta.
Pero algo sucedió. Mientras reían, el viento sopló con fuerza, y un trueno resonó. Todos se paralizaron por un instante.
"¿Y si es un monstruo de la tormenta?" - dijo Pedro, tratando de sonar divertido, pero su voz temblaba un poco.
Ana, recordando el miedo, decidió que era momento de ser valiente.
"¡No! Eso no puede ser. Los monstruos solo existen en nuestra imaginación. ¿Qué tal si lo llamamos? ¡Monstruo de la tormenta! Ven a jugar con nosotros!" - gritó ella, riendo.
Los chicos se miraron, sorprendidos por el atrevimiento de Ana.
"¿De verdad vamos a hacer eso?" - preguntó Raúl, aún dudoso.
"Sí, mientras más ruidoso sea el trueno, más fuerte debemos jugar. ¡Es un reto!" - respondió Ana, emocionada.
Así que comenzaron a hacer ruido, a gritar y a reír más fuerte, como si invitaran al "monstruo de la tormenta" a unirse a ellos. La lluvia seguía cayendo, pero ellos ya no sentían miedo. Al contrario, ¡se estaban divirtiendo!
El trueno dejó de asustarlos; en cambio, comenzó a sonar como un tambor que marcaba el ritmo de su juego.
Después de un rato, la lluvia comenzó a disminuir, y el sol apareció entre las nubes, creando un hermoso arcoíris.
"Miren, ¡el arcoíris! Ese es nuestro monstruo, ¡un monstruo de colores!" - dijo Raúl, asombrado.
Los cuatro, incluida Toby, saltaron de alegría y decidieron que siempre recordarían ese día como el día en que vencieron al miedo.
"La próxima vez que llueva vamos a recordar esta aventura y a invitarlos a jugar. No hay monstruo, solo diversión!" - dijo Ana.
Y así, con el viento suave, la lluvia queda atrás y el arcoíris comenzando a aparecer, los amigos siguieron jugando hasta que el sol se ocultó.
Esa tarde, aprendieron que los miedos a veces se pueden convertir en altos ideales. Tenían claro que siempre que estuvieran juntos y se apoyaran mutuamente, cualquier tormenta sería solo otro momento de juego.
Llenaron sus corazones de calma y dejaron atrás cualquier susto. Cada trueno nunca más sería otro miedo, sino una invitación a convertirse en un valiente aventurero.
FIN.