La Gran Aventura de Simón y su Nuevo Hermanito
Había una vez un niño llamado Simón, de 5 años, que vivía en un colorido vecindario. Simón era un niño especial. Le costaba un poco hablar de corrido, pero eso no lo detenía. Él prefería expresar sus sentimientos a través de sus dibujos. Le encantaba pasear con su mamá y su papá, explorando el barrio juntos.
Un día, mientras paseaban por el parque, su mamá les dijo:
"¿Saben qué? ¡Estaremos tres! ¡Pronto llegará un hermanito!"
Simón se emocionó y comenzó a imaginar todas las cosas que podía hacer con un hermanito.
"¿Seremos amigos?" preguntó un poco nervioso, mientras jugueteaba con su camiseta.
"Claro, Simón. ¡Podrán jugar juntos y hacer muchas travesuras!" respondió su papá.
En las semanas siguientes, Simón decidió que quería hacer algo especial para su futuro hermanito. Aunque aún le costaba hablar, sus dibujos eran su manera de comunicarse. Así que empezó a dibujar. Cada día después del paseo, llegaba a casa con una página llena de colores. Dibujaba monstruos, animales y hasta un castillo, pero siempre con un lugar especial para su hermanito.
Un día, mientras todos estaban en la cocina, Simón decidió mostrarle a su mamá lo que había estado haciendo.
"Mamá, mira. ¡Es un parque gigante para jugar!" dijo, levantando un gran dibujo colorido.
"¡Es precioso, Simón!" exclamó su mamá, sonriendo. "¿Dónde está tu hermanito?"
Simón señaló con su pequeño dedo.
"Ahí, en el columpio. ¡Está feliz!"
"Sí, ¡se le nota! Estás creando un mundo maravilloso para él", dijo su papá.
Con cada dibujo, Simón se sentía más seguro y más emocionado por la llegada de su hermanito. Un día, decidió organizar una pequeña exhibición de sus obras en el parque. Invitó a sus amigos y a algunos vecinos.
"Voy a hacer un dibujo gigante que incluya a todos, y también a mi hermanito", les dijo.
El día de la exhibición llegó. Simón se sentía un poco nervioso, pero al ver a sus amigos sonrientes, recordó lo especial que era compartir sus sentimientos.
"Ven, ven, miren el columpio donde se jugará, y… este es mi hermanito", les decía mientras señalaba cada parte de su dibujo.
"¡Qué lindo!" decía su amiga Lucía.
"Sí, ¡a mí me gustaría jugar ahí!" añadió Tomás.
Al ver la alegría de sus amigos, Simón sintió que, aunque a veces le costaba comunicarse, había encontrado una forma única de tocar sus corazones.
"Esto es para mi hermanito, cuando llegue. Quiero que sepa que lo estoy esperando con mucho amor", explicó con una sonrisa grande.
Luego de la exhibición, Simón sintió que podía ser valiente. Cuando su mamá se acercó un día y le preguntó si quería elegir un nombre para su hermanito, él decidió que quería compartir su deseo.
"¿Puedo hacer un dibujo del nombre del hermanito? Así él sabrá que también lo estaba esperando. Yo quiero... quiero que se llame Lucas".
Vino la noche y en su habitación, mientras sus crayones le dibujaban un mundo lleno de sueños, Simón se sintió feliz.
"Mamá, papá, ¿Lucas va a querer jugar con mis dibujos?"
"¡Seguramente, Simón! Él también va a querer saber cuánto lo amás desde ya!"
Y así, entre risas, paseos y crayonadas, Simón supo que aunque a veces se sintiera diferente al hablar, sus dibujos eran su voz. Cada trazo en el papel era como un abrazo que esperaba darle a su nuevo hermano cuando llegara.
Desde entonces, se prometió seguir creando y compartiendo su arte. Cada dibujo era un ladrillo en la gran casa de amor que estaba construyendo para su familia.
Porque a veces, el amor no necesita palabras, solo un papel y muchos colores. Y así, la historia de Simón y su hermanito prometía ser una gran aventura.
FIN.