La Gran Aventura de Sopa Villa



Había una vez, en un pequeño pueblo llamado Sopa Villa, un niño llamado Tomás. Tomás era conocido en todo el pueblo por una cosa: ¡No le gustaba la sopa!

Tomás siempre decía:

"¡No, no, no! ¡La sopa no es para mí!"

Y, aunque su mamá intentaba explicarle lo deliciosa y nutritiva que era, él simplemente se tapaba los oídos y gritaba:

"¡No quiero sopa nunca más!"

Un día, mientras jugaba con sus amigos en el parque, Tomás escuchó un rumor intrigante. Se decía que existía una sopa mágica que concedía un deseo. La noticia llegó a oídos de todos los niños, y todos estaban muy emocionados.

"¿Dónde está esa sopa mágica?" preguntó su amiga Sofía.

"Dicen que hay que ir hasta la cabaña del sabio del bosque", respondió Lucas, otro amigo.

Tomás, aunque no era fanático de la sopa, no quería perderse la aventura. Al día siguiente, los cuatro amigos se armaron de valor y partieron hacia el bosque.

Tras caminar un buen rato, llegaron a la cabaña del sabio, un hombre de barba larga y canosa, que los recibió con una sonrisa.

"¿Qué los trae por aquí, pequeños aventureros?" preguntó el sabio.

"¡Queremos probar la sopa mágica y pedir un deseo!" respondieron al unísono.

El sabio asintió y, tras un par de instrucciones, los guió hasta la cocina. Allí había una gran olla burbujeante que desprendía un aroma delicioso.

"Pero antes de probarla, deben aprender algo importante sobre la sopa", dijo el sabio.

"¿Qué cosa?" preguntó Tomás con curiosidad.

"La sopa es más que solo un plato. Es un símbolo de unión, de compartir y de cuidar a quienes amamos. Cada ingrediente tiene su propio origen y cuenta una historia. Ahora, ayúdenme a prepararla", dijo el sabio.

Tomás sintió una chispa de curiosidad. A pesar de su desagrado por la sopa, decidió ayudar. Junto a sus amigos, comenzaron a añadir ingredientes: zanahorias, papa, espinacas, y, el más importante de todos, amor.

Mientras cocinaban, el sabio les contaba sobre cada ingrediente.

"Las zanahorias son buenas para la vista, y la papa... ah, la papa es un clásico argentino. ¿Sabían que algunos la ven como un abrazo?" dijo el sabio, guiñando un ojo.

"¡No sabía eso!" exclamó Lucas, mientras revolvían la olla.

Entonces, llegó el momento de probar la sopa mágica. El sabio sirvió a cada uno de ellos un plato humeante y dorado.

"Ahora, si desean, pueden hacer un deseo al probarla. Pero, Tomás, ¿quieres desear algo más que sopa?"

"Sí, quiero que no me guste más la sopa", respondió Tomás, un poco avergonzado.

El sabio sonrió y dijo:

"Está bien, pero primero pruébala. Luego decides."

Tomás dudó, pero al ver a sus amigos disfrutar cada bocado, sintió una curiosidad creciente. Poco a poco, se acercó a la olla y probó un poco de la sopa.

"¿Y bien?" preguntó el sabio.

"¡Es... deliciosa!" respondió Tomás, sorprendido.

Todos los amigos comenzaron a reír y aplaudir.

"¡Mirá, a Tomás le gusta la sopa!" dijo Sofía.

"Siempre debiste darle una oportunidad", comentó el sabio, mientras todos disfrutaban de la rica sopa.

Después de terminar, Tomás pensó en su deseo.

"¿Sabés qué, sabio? No quiero perder la oportunidad de disfrutar la sopa y pedir un deseo. Ahora quiero desear más aventuras como esta!"

"¡Buena decisión, pequeño! Con cada sopita que te comas, será como un pasaporte a nuevas aventuras hasta que aprendas a compartirlas con otros.

Desde ese día, la sopa dejó de ser un enemigo para Tomás. Aprendió a disfrutarla, no solo por su sabor, sino también porque cada cucharada significaba momentos compartidos con su familia y amigos.

Y así, en Sopa Villa, Tomás se convirtió en el mayor defensor de la sopa, contagiando su entusiasmo por cada plato que servían en su casa, a la vez, ayudando a que otros niños también descubrieran lo rica que podía ser.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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