La gran aventura de Tino el tortugo
En un tranquilo y colorido bosque, vivía un pequeño tortugo llamado Tino. Tino era diferente a los demás tortuguitas, ya que soñaba con aventurarse más allá del estanque donde pasaba sus días. Un día, mientras tomaba el sol en una roca, escuchó un fuerte bullicio. Intrigado, se acercó y vio a sus amigos charlando emocionados.
"¿Qué sucede?" - preguntó Tino.
"¡Están organizando una gran carrera!" - exclamó su amigo Tico el sapo, brincando con entusiasmo.
"¿Una carrera? – volvió a preguntar Tino, sintiendo que su corazón palpitaba de emoción. - ¿Puedo participar?"
"Pero Tino, sos muy lento. Las tortugas siempre llegan en último lugar." - respondió Lila la mariposa, revoloteando por encima.
A pesar de las dudas de sus amigos, Tino decidió que quería intentarlo. Se inscribió en la carrera y comenzó a prepararse. Durante días, Tino entrenó, correteando por el bosque y tomándose su tiempo para practicar. Sin embargo, las palabras de sus amigos resonaban en su mente:
"No soy rápido…"
El día de la carrera llegó. Todos los animales del bosque se reunieron para ver la competencia. Los participantes formaron una fila: el veloz conejo, el ágil ciervo, y, por último, un tímido Tino.
"¡Listos! ¡Fuera!" - gritó el gallo que hacía de árbitro.
Todos salieron disparados. Tino, como era de esperar, se quedó atrás, avanzando a su propio ritmo. Sin embargo, a medida que la carrera avanzaba, algo increíble comenzó a suceder. El conejo, que se había apresurado al inicio, se sentó un momento a descansar, pensando que tenía la carrera en el bolsillo.
"¡Mirá!" - le dijo el ciervo al conejo. "La tortuga apenas avanza. No hay manera de que nos alcance. ¡Vamos a distraernos!"
Mientras tanto, Tino no se desanimaba.
"Voy con todo, aunque sea despacito" - pensaba mientras movía sus patitas.
Al poco tiempo, el conejo y el ciervo comenzaron a jugar entre sí, saltando aquí y allá.
"¡Esto es más divertido que correr!" - decía el conejo entre risas.
Pero Tino, que seguía esforzándose, pasó por su lado.
"¡Hola, amigos!" - saludó mientras seguía avanzando con su pasito firme.
"¿Qué?" - dijo el ciervo con sorpresa, al ver que la tortuga estaba adelantándose. "¡Es imposible!"
La carrera continuó, pero los dos amigos seguían concentrados en su juego y no se dieron cuenta de que Tino estaba cada vez más cerca de la meta. Los otros animales comenzaron a notar su avance.
"¡Miren a Tino! ¡Está cerca!" - gritó una ardilla emocionada.
Solo faltaban unos metros para la meta y, de repente, los dos competidores se dieron cuenta de que su tiempo de diversión había terminado.
"¡Apresurémonos!" - dijo el conejo, sintiendo una punzada de preocupación.
Pero ya era demasiado tarde. Tino, aún con su paso lento pero seguro, cruzó la meta primero. Todos los animales del bosque estallaron en vítores.
"¡Tino ganó!" - gritó Lila, revoloteando feliz.
"Es increíble" - murmuró el ciervo mientras se acercaba al tortugo. "Nunca lo creí posible. Te subestimamos..."
"Sí, Tino, ¡brindemos por tu victoria!" - añadió el conejo, algo avergonzado.
"Gracias, amigos. Aprendí que no importa la velocidad, sino nunca rendirse y seguir el camino que uno elige. Cada uno tiene su ritmo." - dijo Tino, sonriendo.
Desde ese día, todos recordaron que las carreras no siempre se ganan por ser rápidos, sino por tener determinación y ganas de intentar.
Y así, Tino se convirtió en un gran ejemplo de que siempre se puede lograr lo que uno se propone, sin importar lo que digan los demás. ¡Y todos aprendieron a apreciar su propio ritmo!
FIN.