La Gran Aventura de Tortuga Tula



Era una mañana soleada en la playita de Arena Larga, donde nuestras amigas las tortugas pasaban su tiempo nadando y descansando bajo el sol. Entre ellas, destacaba una tortuguita llamada Tula. Tula era diferente a las demás: en lugar de quedarse tranquila en la arena, siempre soñaba con aventuras.

Un día, mientras Tula observaba a los pájaros volar, pensó: "¿Y si yo también pudiera volar?"- Y así, con su cabezota repleta de ideas, decidió que tenía que encontrar la forma.

Tula se acercó a su amiga, la cotorra Linda, que siempre tenía historias emocionantes. "Linda, ¿sabés cómo puedo volar?"- preguntó Tula con los ojos brillantes.

"¡Por supuesto! Podés hacer una cometa grande y elevarte en el cielo como un verdadero ave. Pero necesitarás ayuda para ello"- contestó Linda.

Emocionada, Tula comenzó a juntar materiales. Fue a ver a su amigo el cangrejo Quico, quien siempre tenía algo útil para compartir.

"Quico, ¿me podés ayudar a hacer una cometa?"- le pidió.

"Siii, pero debemos buscar papel, cuerda y varillas de madera en la playa. A ver…"- dijo Quico mientras movía sus pinzas para organizar el plan.

Ambos se pusieron a buscar. Con la ayuda de varios amigos, consiguieron todo lo necesario y pronto tenían una hermosa cometa de colores brillantes.

Tula estaba tan emocionada que no podía esperar para probarla, así que corrió hasta la cima de una pequeña colina. "¡Voy a volar!"- gritó llena de alegría. Mientras corría, la cometa se alzó en el aire. Tula tenía un nudo en la panza: "¿Y si no funciona?"- pero no dejó que eso la detuviera.

Cuando la cometa estuvo bien alta, Tula tomó un respiro profundo y gritó: "¡Aquí voy!"- Empezó a correr y, mientras lo hacía, la cometa tomó impulso. Tula no podía creer lo que estaba sucediendo: ¡Estaba volando!

Sin embargo, al poco tiempo, un fuerte viento la sorprendió. La cometa comenzó a dar vuelta y Tula sintió que perdía el control. "¡Ayuda! ¡Ayuda!"- pidió asustada. Linda, al ver el problema, voló rápidamente hacia ella.

"¡Calma, Tula! La clave está en relajarte y soltar un poco la cuerda"- le aconsejó. Siguiendo su consejo, Tula respiró hondo y aflojó la cuerda. Al instante, la cometa volvió a estabilizarse.

"¡Lo logré, lo logré!"- gritó Tula llena de felicidad. Pero su alegría no duró mucho, de repente una nube oscura cubrió el cielo y comenzó a llover. La cometa, que aún volaba alto, se enredó entre las ramas de un árbol enorme.

"¡Oh no!"- exclamó Tula. "¡Mi cometa!"-

"No te preocupes, Tula. Lo solucionaremos. Permíteme ayudar"- dijo la valiente Linda. Juntas, volaron hacia el árbol.

Al llegar, Linda le sugirió a Tula: "Usá tu caparazón, podés hacer un salto!"-

Tula se armó de valor. "¿Y si no llego?"- se preguntó, pero luego recordó que sus amigos estaban allí. Así que despacito tomó impulso y… ¡sorprendentemente llegó! Logró desenredar la cometa pero, debido a la lluvia, esta se arruinó.

Descorazonada, Tula volvió a la playa y se sentó. "Todo salió mal"- decía con la mirada perdida.

Quico y Linda se acercaron, "No te pongas así, Tula. ¡Hiciste lo mejor que pudiste!"-

"Pero mi sueño de volar volvió a fallar"- se lamentó Tula.

Quico respondió: "¿Sabés qué? Lo importante no es solo volar, sino las aventuras y el aprendizaje que viviste. Ahora sabés cómo hacer una cometa, ¡y eso es increíble!"-

"Sí, pero… podría ser más emocionante si volara muy alto"- dijo Tula, intentando no desanimarse.

Linda añadió, "Siempre habrá otra oportunidad. ¿Quién sabe? Tal vez descubrís que hay otras formas de volar. Como nadar tan rápido que parezca que deslizás por el agua."-

Entonces, Tula tuvo otra idea: "¡Sí! ¿Y si hacemos una carrera de natación? !"-.

Sus amigos se emocionaron y comenzaron a planear el evento del verano.

Al llegar el día de la carrera, todos estaban entusiasmados. Cuando comenzó, Tula se zambulló en el agua, sintiéndose ligera y rápida. Al final, ganó la carrera.

"¡Lo logré! ¡Me siento como si volara!"- exclamó Tula, con una gran sonrisa.

Sus amigos la aplaudieron. "Eso es lo más importante, Tula. ¡Lo hiciste a tu manera!"-

Tula aprendió que, aunque a veces los sueños no se cumplen como esperamos, siempre hay otras formas de ser feliz y vivir aventuras. Y así tuvo la mejor historia para contar. Desde entonces, nunca dejó de creer que cualquier tortuga puede encontrar su propio cielo, siempre que tenga amigos y un poquito de valor.

Y colorín colorado, esta historia se ha acabado.

FIN.

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