La Gran Aventura de Violeta



Era un hermoso día soleado en el Valle Arcoíris, y Violeta, la adorable dinosauria rosa, se despertó de su siesta. Estaba embarazada y, aunque le encantaba descansar, sabía que debía limpiar su casa. ¿Quién más lo haría? Ya había hecho la torre más alta de piedras el día anterior y hoy quería que su hogar brillara como nunca.

Sin embargo, al buscar su escoba, su trapo y su balde, se dio cuenta de que todo había desaparecido. "¿Dónde estarán mis cosas?", se preguntó. Violeta miró por toda la casa y no encontró nada. Se sentó en su cama, con la pancita levemente inquieta, y pensó en lo que podía hacer.

Fue entonces cuando se acordó de que quedaba un pequeño negocio de suministros en la colina. "¡Tengo que ir en bicicleta a comprar!", exclamó con determinación. Violeta se vistió con su mejor delantal y se subió a su bicicleta de flores.

Mientras pedaleaba, disfrutaba de la brisa en su rostro. De repente, un pequeño grupo de bichos comenzó a seguirla. Eran unos coloridos saltamontes. "¡Hola Violeta!", chirriaron al unísono. "¿A dónde vas?"

"Voy a comprar cosas para limpiar mi casa, pero antes, voy a comer algunos de ustedes. ¡Son mis favoritos!", respondió Violeta.

Los saltamontes se miraron entre sí y uno de ellos, el más pequeño, dijo: "Me gustaría ayudarte a buscar tus cosas, Violeta. No te preocupes por los bichos, ¡haremos una buena acción!".

"¡Eso suena genial!", dijo Violeta emocionada. Así que los saltamontes decidieron acompañarla en su viaje.

Cuando llegaron a la tienda, se dieron cuenta de que estaban en un gran problema. "No hay escobas ni trapos, solo hay un gran cartel que dice: '¡Cerrado por inventario!'", dijo Violeta con desánimo. Pero los bichos no se dieron por vencidos. "¿Y si preguntamos a los demás animales del bosque? Quizás ellos hayan visto tus cosas", sugirió uno de los saltamontes.

Sus corazones se llenaron de esperanza. Así que Violeta y sus nuevos amigos decidieron recorrer el bosque. Preguntaron a las tortugas, a los pájaros y a las ardillas. Todos hicieron lo posible por ayudar. "Quizás el búho sabe algo", dijo una tortuga.

Cuando encontraron al búho, los miró con sus grandes ojos sabios. "Mis queridos amigos, he visto unas criaturas traviesas llevándose cosas de este lugar. ¡Son el clan de los monos burlones! Te recomiendo que los busques en las ramas del árbol grande del arroyo".

Violeta y los saltamontes, sintiéndose intrigados, se dirigieron hacia el arroyo. Allí, en lo alto de una rama, estaban los monos, jugando con todos los objetos que habían tomado. "¡Hey! ¡Devuélvanos lo que es nuestro!", gritó Violeta.

Los monos, al escucharla, se detuvieron y miraron hacia abajo. "¿Qué? No tienen nada que ver con esto. ¡Estos son nuestros nuevos juguetes!", dijeron riendo. Pero Violeta no se desanimó. "¡Son mis herramientas para limpiar! Si no las devuelven, no podré mantener mi casa ordenada y ni siquiera podré cuidar a mi bebé. ¡Ayúdenme!".

Los monos se detuvieron y comenzaron a pensar. "Tal vez deberías mostrarnos cómo limpiar. Podría ser divertido", propusieron.

Y así, Violeta junto a todos sus amigos del bosque y los monos se pusieron manos a la obra. Se divirtieron mucho barkando los desafios de limpieza. Poco a poco, los monos entendieron que ayudar podría ser más divertido que solo jugar con cosas ajenas.

Finalmente, después de un gran esfuerzo, recuperaron todas las cosas de Violeta. "¡Gracias! ¡No sé cómo les voy a pagar!", exclamó Violeta emocionada.

"¡Solo queremos un día de limpieza divertida cada vez que tomemos algo prestado!", respondieron los monos. Violeta prometió que harían una jornada mensual de limpieza y juegos juntos.

Violeta volvió a casa cansada pero feliz. Y aunque no les había dicho a los bichos del camino que comieran, se sintió afortunada de tener nuevos amigos que entendieron el valor de compartir. Así, en su casa, Violeta armó una gran torre de piedras, esta vez, con sus nuevos compañeros, celebrando su gran aventura. Y comprendió que limpiar no era una tarea aburrida, sino un trabajo en equipo, donde cada uno, sin importar su tamaño, podía aportar algo especial.

Desde ese día, Violeta nunca se sintió sola y siempre supo que, al pedir ayuda, los amigos verdaderos estaban a su alrededor.

FIN.

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