La Gran Aventura de Violeta y Perico en la Ribeira Sacra



Era un soleado día de primavera cuando Violeta, una niña de diez años con una curiosidad infinita, decidió que era el momento perfecto para ir a la Ribeira Sacra, en Ourense, con su inseparable amigo Perico, un loro de plumas brillantes y un carácter lleno de energía.

"¡Perico, hoy vamos a hacer algo increíble!", dijo Violeta.

"¿Qué tenemos planeado?" preguntó Perico, picoteando un trozo de fruta que había encontrado en el camino.

"¡Vamos a vendimiar! Mi abuela siempre dice que la vendimia es una fiesta de aromas y colores, ¡y quiero que lo vivamos juntos!"

Con sus mochilas listas y una gran sonrisa en sus rostros, partieron hacia la Ribeira Sacra. Mientras caminaban por el sendero rodeado de espectaculares viñedos, Violeta se asombraba del paisaje.

"Mirá, Perico, ¡las uvas son tan jugosas y verdes! No puedo esperar para empezar a recogerlas", exclamó Violeta.

"Y también son perfectas para hacer jugo, ¡yo quiero probarlo!", dijo Perico emocionado.

Al llegar al viñedo, se encontraron con un grupo de vendimiadores. El encargado, un hombre mayor con una gran sonrisa, les saludó con alegría.

"¡Bienvenidos! Soy el Tío Ramón. ¿Listos para un poco de trabajo duro?"

"¡Sí!", respondieron juntos Violeta y Perico.

El Tío Ramón les mostró cómo recoger las uvas con cuidado, explicando que cada racimo era una promesa de delicioso vino. Pero pronto, Perico notó algo inusual.

"Oye, Violeta, ¿no te parece que hay algo raro con este lugar?" preguntó el loro, mirando a su alrededor.

"No, ¿qué podría ser?" dijo Violeta mientras llenaba su canasta de uvas.

"Mirá esas uvas en la esquina… parecen de color extraño."

Curiosa, Violeta se acercó a la esquina del viñedo. Allí encontró un racimo de uvas azules, que no se parecían a las otras. Justo cuando iba a tocarlas, escucharon un suave susurro.

"¡No! No toquen esas uvas!" gritó una pequeña hada que volaba entre las hojas.

"¿Quién sos?" preguntó Perico asustado.

"Soy Lía, el hada de las uvas. Esas uvas son mágicas, ¡no deben ser recogidas! Son parte de esta tierra y tienen un propósito especial."

Violeta se sintió intrigada.

"¿Propósito especial? ¿Qué tipo de propósito?"

"Si se cosechan antes de tiempo, la magia que traen se pierde y tampoco habrá buenas cosechas el próximo año. Deben dejarlas crecer hasta que estén listas para convertirse en vino especial."

"Veo que las uvas tienen su propia historia que contar", dijo Violeta, recordando lo que su abuela le había enseñado sobre la naturaleza.

"Aunque me encantaría probarlas, tenemos que respetarlas y dejarlas aquí."

Perico, aunque decepcionado, asintió.

"Tienes razón, Violeta. Es muy importante cuidar de nuestra naturaleza."

El hada sonrió.

"Gracias por entender. Por su generosidad, les regalaré un pocillo de mi magia para que florezca su amigo, el viñedo, y sus cosechas sean abundantes cada año."

El Tío Ramón, que había escuchado todo, se rió.

"Yo siempre dije que aquí se hacen amigos de verdad. Estoy orgulloso de ustedes dos. Vamos, es hora de disfrutar una merienda."

Al llegar al picnic, Violeta y Perico compartieron su aventura con los vendimiadores. Les hablaron acerca de las uvas mágicas y de la importancia de cuidar de la tierra.

"Así que las uvas también tienen su propia magia, ¿eh?" dijo uno de los vendimiadores.

"Sí, y no solo las uvas, también todos debemos cuidar de nuestra naturaleza."

Después de un día increíble recolectando uvas y aprendiendo, Violeta y Perico regresaron a casa con sueños de nuevas aventuras. Desde ese día, ambos se comprometieron a cuidar de la naturaleza y a contar las historias sobre las uvas y las maravillas de la Ribeira Sacra a todos sus amigos.

Como decían los vendimiadores:

"La naturaleza siempre tiene un secreto que enseñarnos, solo hay que estar dispuestos a escucharlo."

FIN.

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