La Gran Aventura del Niño de Campo



Desde que tengo memoria, he vivido en el campo. Mi vida transcurre entre animales, árboles frondosos y extensos campos verdes. Me llamo Tomás y soy un niño de nueve años que adora la vida al aire libre.

Un día, mi tío me contó sobre la gran ciudad, un lugar lleno de edificios altos, luces brillantes y mucha gente. Me intrigó tanto que le pedí a mis padres que me llevaran a conocerla. Después de mucho insistir, convinieron en hacer una visita.

Así fue como un día soleado, dejamos atrás los campos y nos dirigimos a la ciudad. El camino estaba lleno de árboles al principio, pero a medida que avanzábamos, aparecieron más autos y edificios. Mis ojos no podían dejar de mirar por la ventanilla.

Cuando finalmente llegamos, quedé boquiabierto. ¡La ciudad era gigantesca! Edificios enormes se alzaban hacia el cielo y el sonido de los autos y las personas llenaba el aire. Todo era tan distinto a lo que estaba acostumbrado. Caminamos por calles bulliciosas, con luces de colores brillando por doquier.

En un momento, nos detuvimos en un parque lleno de juegos para niños. Me lanzaron una sonrisa y me soltaron la mano para que corriera a explorar. Mientras jugaba, me di cuenta de que aunque la ciudad era emocionante, extrañaba la tranquilidad del campo. Recordé a los animales, los árboles y los atardeceres dorados.

Al atardecer, nos subimos al auto para volver al campo. Mientras dejábamos la ciudad atrás, una sensación de paz invadió mi ser. Me sentí agradecido por la visita, pero comprendí que mi lugar estaba entre las vastas extensiones verdes.

Desde ese día, valoro aún más la belleza y la calma del campo. Aunque la ciudad es emocionante, nada se compara con el aire puro, la tranquilidad y la conexión con la naturaleza que encuentro en mi hogar. Y así, con esa experiencia en mi corazón, sigo disfrutando cada día en mi amado campo. Siempre agradecido por la oportunidad de haber visitado la gran ciudad y conocer un mundo tan distinto al mío.

FIN.

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