La Gran Aventura del Patio



En una pequeña escuela primaria había cuatro compañeros de primer grado que eran muy buenos en muchos aspectos, pero había un gran problema: siempre estaban peleando cuando intentaban jugar juntos. Manuel, Rosa, Esteban y María no sabían cómo ponerse de acuerdo y, en lugar de disfrutar, terminaban discutiendo y agrediéndose.

Un día, mientras estaban en el recreo, la profesora Ana se acercó a ellos.

"Chicos, ¿qué está pasando? ¿Por qué no pueden jugar juntos?" preguntó con una sonrisa amable.

Manuel frunció el ceño y replicó:

"¡Porque siempre quieren jugar a cosas distintas!"

"No es culpa mía, ¡a mí me gusta el escondite!" dijo Rosa.

"¡Pero a mí no! A mí me gusta jugar a la pelota," respondió Esteban, cruzando los brazos.

"¡Y yo quiero jugar a la soga!" insistió María.

La profesora Ana rió suavemente y les propuso algo diferente.

"¿Y si este tiempo lo usamos para una aventura? Pueden elegir un lugar del patio que nunca han explorado. Ahí tienen que usar su imaginación para crear un juego. Y para que funcione, deben cooperar y tomar decisiones juntos. ¿Qué les parece?"

"¡Suena divertido!" exclamó Manuel.

"Sí, eso es mejor que pelear," añadió Rosa.

"Pero, ¿cómo lo hacemos?" preguntó Esteban, ya decidido a no rendirse.

"Podemos hacer un mapa de la aventura!" sugirió María con emoción.

Así, armados con cartulinas, lápices y mucha energía, los cuatro amigos se pusieron manos a la obra. Hicieron un mapa del patio, marcando los lugares que les gustaban y creando reglas para su juego. Uno iba a ser el capitán de la aventura, otro el explorador, y así se fueron turnando para decidir y liderar.

Cuando finalmente estaban listos, comenzaron su gran aventura. Descubrieron un rincón de árboles, un pequeño estanque que nunca antes habían notado y hasta un viejo banco cubierto de flores.

Mientras exploraban, alguien preguntó:

"¿Qué hacemos si encontramos un tesoro?"

"Lo compartimos, ¡eso es lo justo!" respondió Esteban.

"Sí, y podemos usarlo en el otro recreo para jugar juntos a lo que queramos," agregó Rosa.

"Me gusta, pero solo si hacemos un concurso de juegos. Así todos ganamos," propuso María con ojos brillantes.

Pasó el tiempo volando y se dieron cuenta que la pelea no es lo que querían. Se estaban divirtiendo, riendo y aprendiendo a escuchar las ideas de cada uno. Al final del día, cuando el timbre sonó, se miraron unos a otros y sonrieron.

"¡Qué divertido fue, aunque no encontramos un tesoro!" dijo Manuel.

"Lo que encontramos hoy fue mucho mejor, encontramos el secreto de jugar juntos!" sonrió Rosa.

"Sí, y aprendimos más sobre lo que le gusta a cada uno," añadió Esteban.

"¡Deberíamos hacerlo siempre!" exclamó María.

Desde ese día, Manuel, Rosa, Esteban y María decidieron hacer una reunión cada semana para crear sus aventuras juntos. Festejaron que, aunque eran diferentes, tenían algo en común: ¡Les encantaba jugar y se divertían mucho más cuando lo hacían juntos! Con el tiempo, las peleas se volvieron recuerdos y los juegos en el patio se convirtieron en risas y buenos momentos.

Y así, la historia de cuatro compañeros que no se ponían de acuerdo se transformó en la maravillosa aventura del patio, donde todos aprendieron que compartir y escuchar era la mejor receta para la diversión.

FIN.

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