La Gran Aventura del Patio



Era un día soleado en el colegio San Martín, y los chicos estaban emocionados por salir al recreo. En el patio, se escuchaban risas y el sonido de pelotas rebotando. Sin embargo, en un rincón, todo era diferente.

María y Pablo estaba jugando al fútbol cuando, de repente, un pequeño accidente hizo que el juego se tornara tenso.

"¡Mirá lo que hiciste!" - grita María, mientras señala a Pablo, quien accidentalmente le había pateado el balón justo donde ella estaba.

"No fue queriendo, María. Fue sin querer" - se defiende Pablo, pero María no quería escuchar excusas.

En un instante, la pelea escaló y se convirtió en un intercambio de palabras. Algunos niños comenzaron a reunir alrededor, mirando la escena.

"¡Basta! ¡No se peleen!" - decía Clara, que intentaba calmar a ambos.

Pero, en lugar de calmarse, María y Pablo dejaron que la frustración se adueñara de ellos y comenzaron a gritarse. Y en ese momento, un silencio se hizo presente. Todos estaban expectantes, incluso algunos comenzaron a llorar porque no les gustaba ver a sus amigos enojados.

"Yo no quiero que se peleen, quiero que juguemos todos juntos" - dijo Tomás, el más pequeño del grupo, con una voz temblorosa. Era su primer año en el colegio y quería hacer amigos.

Al escuchar a Tomás, María y Pablo se miraron y, aunque aún estaban enojados, la pequeña intervención les hizo reflexionar. María se dio cuenta de que había herido a su amigo con sus palabras, y Pablo sintió que había cruzado la línea al dejar que su enojo lo dominara.

"Lo siento, Pablo. No debí gritarte así" - dijo María, dejando caer su mirada.

"Y yo siento lo mismo. No quería lastimarte, solo quería jugar" - respondió Pablo, con la voz un poco más baja.

Todos los niños comenzaron a aplaudir, emocionados de ver cómo la amistad volvía a brillar. Entonces, Clara tuvo una brillante idea.

"¿Qué tal si hacemos un gran partido en el que todos podamos jugar juntos?" - propuso, con una sonrisa.

Inmediatamente, los niños comenzaron a entusiasmarse.

"¡Sí! ¡Esa es una gran idea!" - dijo Lucas, mientras corría a buscar más pelotas.

Así, formaron equipos que incluían a todos los chicos y chicas del patio. Se olvidaron del malentendido y se concentraron en jugar y divertirse. El sol brillaba más que nunca y la risa llenó el patio de nuevo.

Mientras jugaban, cada gol que se hacía era celebrado con gritos de alegría, y cuando alguien cometía un error, risas y palabras de aliento seguían. Todos se dieron cuenta de que a veces se puede tener un desacuerdo, pero lo importante era aprender a resolverlo juntos, siempre respetándose y apoyándose.

Al final del recreo, María y Pablo se tomaron de la mano y se dirigieron a sus compañeros:

"Lo que pasó fue un malentendido y no queremos que vuelva a pasar. ¡Gracias por ayudarnos a darnos cuenta!" - dijeron al unísono, sonriendo.

Y así, la amistad floreció en el jardín del colegio San Martín, donde cada chico y chica aprendió que en días nublados también se puede encontrar una luz. A partir de ese día, siempre que había un desacuerdo, recordaban a Tomás y cómo una pequeña voz puede cambiarlo todo. Jugar juntos, divertirse y aprender a ser amigos es el verdadero espíritu del colegio.

FIN.

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