Era un día soleado en la escuela secundaria San Martín.
Los alumnos estaban emocionados porque era el primero de noviembre, y eso significaba que se acercaba el famoso día de los juegos.
Todos estaban hablando sobre qué desafíos podrían enfrentar y qué sorpresas los esperaban.
Sin embargo, había un problema: los preceptores, siempre tan serios y formales, se mostraban indiferentes a la idea de permitir los juegos.
Durante el primer recreo, los alumnos se reunieron en el patio, llenos de energía y con muchas ideas.
Entre ellos estaba Lucas, un chico muy inquieto que siempre encontraba formas de divertirse.
- "¿Y si hacemos un torneo de fútbol?", sugirió Lucas.
- "Dale, pero necesitamos que los preceptores estén de acuerdo", respondió Sofía, su amiga, con un poco de duda.
- "¡Convencémoslos!", dijo Tomás, un compañero de clase.
- "Si les mostramos que nuestros juegos pueden ser educativos, tal vez se animen.
"
Los chicos decidieron acercarse a los preceptores, una tarea que les dio un poco de miedo.
Se encontraron con la preceptora Ana, famosa por su carácter estricto.
- "¡Hola, preceptora!", saludó Lucas con una sonrisa nerviosa.
- "Estamos organizando un torneo de fútbol y creemos que puede ser una buena actividad para todos los alumnos.
"
La preceptora Ana los miró con escepticismo.
- "¿Y cómo se supone que eso será educativo?" preguntó.
Sofía tomó la palabra.
- "Podemos aprender a trabajar en equipo, a crear estrategias y a comunicarnos mejor, además de hacer ejercicio.
También podrían establecerse premios por el esfuerzo y el comportamiento, así aprenderemos sobre la importancia de la disciplina y el respeto.
"
La mirada de Ana cambió.
- "Eso suena interesante, pero con la condición de que obtengan la autorización de todos los preceptores.
No quiero que esto se convierta en un descontrol.
"
Los alumnos salieron del despacho, llenos de esperanza.
Iban a trabajar duro para conseguirlo.
Se pusieron a trabajar, armando un proyecto que incluía las reglas del torneo, el sistema de puntuación y un cronograma de actividades.
Después de varias reuniones, lograron convocar a todos los preceptores para explicarles cómo podría funcionar el torneo.
Al entrar al salón, se sintieron nerviosos pero decididos.
- "Lamentablemente, no podrán acceder a al día de juegos si no obtienen el consentimiento de todos", les recordó el preceptor Martín, que siempre ponía un tono un poco serio a las cosas.
Los alumnos comenzaron a presentar su proyecto con entusiasmo.
- "¡Esto se tratará de sports y aprendizaje!" dijo Tomás, mientras Lucas mostraba una presentación muy colorida.
Finalmente, tras un largo debate, los preceptores se mostraron dispuestos a permitir la realización del torneo, pero con la condición de que los alumnos se comprometieran a mantener el orden y al compromiso de demostrar lo que habían aprendido.
- "Si logran organizar todo, yo me comprometo a arbitrar el primer partido", ofreció el preceptor Martín, sonriendo.
Los alumnos entonces se pusieron manos a la obra.
Al llegar el día del torneo, se llenó de risas, juegos y un ambiente lleno de alegría.
Los chicos se dividieron en equipos, todos llenos de entusiasmo.
Disfrutaron intensamente de cada partido mientras aprendían sobre el trabajo en equipo y la amistad.
La preceptora Ana, que al inicio había dudado de la idea, ahora observaba desde un costado, sonriendo al ver cómo todos se divertían a la vez que se comprometían a jugar limpio.
Al final de la jornada, cuando la última pelota había sido pateada y los aplausos retumbaban en el aire, los chicos se dieron cuenta de algo más importante: no solo habían disfrutado ni aprendido a trabajar en equipo, sino que se habían acercado más como compañeros, creando nuevas amistades que durarían más allá de la clase.
- "Esto fue increíble, ¡tenemos que hacerlo nuevamente!", exclamó Lucas, buscando la aprobación de sus amigos.
- "Sí, pero quizás menos presión para el próximo y más diversión!" rió Sofía.
La preceptora Ana, aún sonriente, dijo: - "Tal vez un día de juegos deberíamos incluirlo en el calendario escolar.
Esto ha sido un éxito.
"
Los alumnos saltaron de alegría.
Habían logrado no solo tener su día de juegos, sino también aprender el valor del trabajo en equipo, la comunicación y el respeto, enseñanzas que recordarían por siempre.
Y así, la escuela secundaria San Martín nunca volvió a ser la misma, porque aprendieron que el recreo puede ser una gran oportunidad para aprender en cada juego y aventura que comienzan juntos.