La Gran Aventura en la Granja



Era un soleado sábado cuando Mateo, un niño de 11 años, decidió visitar la granja de su abuelo. Este lugar estaba lleno de olores frescos, el canto de las aves y el ruido de los animales. Mateo no podía esperar para conocer a todos los animales. A su llegada, fue recibido por un alegre perro llamado Toby.

"¡Hola, Mateo! ¡Bienvenido!" ladró Toby, moviendo la cola.

"¡Hola! ¿Qué tal, Toby? ¿Cómo son los demás animales aquí?" preguntó Mateo emocionado.

"Cada uno de nosotros tiene algo especial que enseñarte. Ven, te los presentaré" respondió Toby mientras conducía a Mateo por la granja.

Primero llegaron al establo donde conocieron a la vaca, Clara.

"¡Muuu! Encantada de conocerte, Mateo. Soy Clara, la vaca. ¿Sabías que produzcamos leche gracias a lo que comemos?" dijo con voz apacible.

"¡No, no lo sabía!" exclamó Mateo.

"Es importante cuidarnos muy bien, así te brindamos lo mejor" agregó Clara.

Mateo siguió explorando y llegó a un corral donde vivía Luna, una oveja curiosa.

"¡Baa, baa! ¡Hola, Mateo! ¿Sabías que las ovejas como yo necesitamos mucho espacio para correr y jugar?" preguntó Luna.

"No lo sabía... pero suena divertido" respondió el niño, con una sonrisa.

"Cuando nos cuidan, también somos felices. ¡Y eso se nota!" añadió Luna.

Continuaron su recorrido hasta el prado, donde un impresionate caballo llamado Estrella galopaba.

"¡Hola, joven aventurero! Soy Estrella. Me encanta correr y jugar con los niños. Pero debes saber que el respeto es clave cuando tratas con nosotros" dijo el caballo con gracia.

Mateo asintió, sintiendo cada palabra del caballo. Mientras tanto, cerca de un árbol, un conejo llamado Saltarín brincaba con entusiasmo.

"¡Hola, Mateo! Soy Saltarín. Me encanta explorar y jugar en la hierba. Pero cuéntame, ¿les has traído zanahorias?" preguntó con picardía.

"Ahora que lo mencionas... olvidé traer algo. ¿No puedes comer pasto?" contestó Mateo, sintiéndose un poco culpable.

"Claro, pero todas las verduras son riquísimas. Así que siempre es bueno pensar en qué comemos todos los animales" explicó Saltarín con un guiño.

Siguieron hacia el estanque, donde un pato tranquilo llamado Plumas nadaba.

"Quítate los miedos y ven al agua, Mateo. Aquí todos nadamos felices, pero siempre hay que mantener el estanque limpio y no tirar basura" dijo Plumas.

"Cierto, ¡qué importante es tener limpio nuestro hogar!" repitió Mateo, notando que cada animal tenía algo valioso para aportar.

De pronto, escucharon un alboroto. Se acercaron y vieron a una gallina llamada Pinta, tratando de cuidarse de los demás animales.

"¡Cuidado! ¡Estoy tratando de enseñar a mis pollitos a cruzar la calle!" graznó Pinta con preocupación.

"¡No te preocupes! Puedo ayudarte a guiarlos, Pinta" dijo Mateo, avanzando con cuidado.

"¡Gracias! Eres muy amable, Mateo. ¡Los animales también necesitamos de la ayuda de los humanos!" respondió Pinta con gratitud.

Finalmente, Mateo se encontró con una cabra llamada Mela, quien estaba sentada en una roca disfrutando del sol.

"¡Hola, Mateo! Soy Mela. ¿Te has dado cuenta de cuántos amigos tienes aquí?" dijo la cabra, sonriendo.

"Sí, y cada uno me ha enseñado algo hermoso sobre el respeto y cuidado que merecen. Nunca pensé que los animales pudieran ser tan sabios" confesó Mateo.

"Siempre te agradeceremos cuando te preocupas por nosotros, les das un hogar y amor. Lo que hacemos es confiar en ti" concluyó Mela con dulzura.

Y así, mientras el sol comenzaba a ponerse, Mateo entendió lo valiosos que eran todos los animales y cómo el respeto y el cariño podían unir a seres de diferentes especies. Regresó a casa con el corazón lleno de alegría, sabiendo que cada vez que visitara la granja, sería una nueva aventura de amistad, respeto y amor por los seres vivos.

Desde esa visita en la granja, Mateo se comprometió a aprender más sobre el cuidado de los animales y se convirtió en un defensor de la vida animal, asegurándose de que todos tuvieran el hogar y el respeto que merecían.

FIN.

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