La Gran Aventura en la Granja de Don Pedro



Era un hermoso día en la granja de Don Pedro, donde vivían cinco animales muy queridos: la vaca Lila, el gallo Ringo, la oveja Pía, el cerdo Ramón y el caballo Nacho. Pero aquel día, una gran sombra se cernía sobre la granja: Ringo, el gallo, había desaparecido. Todos estaban muy preocupados.

"¡No puede ser!", exclamó Lila, mirando a todos con sus grandes ojos. "Ringo siempre canta al amanecer, ¿cómo amanecerá sin su canto?"

"¡Debemos encontrarlo!", dijo Pía, moviendo su lana con determinación. "No podemos dejar que un ladrón se salga con la suya".

"Exactamente" , rugió Ramón, revolcándose en el barro. "Es como si en la granja hubiera un silencio espeso. ¡Vamos a buscarlo!"

"Yo puedo correr rápido y mirar desde lo alto", sugirió Nacho, moviendo su larga crin.

Los cinco animales decidieron organizarse. Primero, Lila y Pía buscarían en el campo de alfalfa, mientras que Ramón y Nacho recorrerían el establo. Ringo había estado cerca de allí antes de que lo robaran, así que podían tener pistas.

Al llegar al campo de alfalfa, Lila y Pía encontraron un rastro de plumas.

"¡Mira, Pía!", señaló Lila. "Estas son plumas de Ringo. ¡Vamos, tenemos que seguir el rastro!"

Continuaron caminando, siguiendo las plumas, hasta que escucharon un pequeño ruido.

"¿Qué fue eso?", preguntó Pía, un poco asustada.

"Solo es una ardilla", dijo Lila. Pero, en ese momento, ¡una sombra apareció detrás de un árbol!

Eran los tres patos de la granja vecina, su nombre era Patito, Patita y Patón.

"¿Qué les pasa, amigos?", les preguntó Patito.

"Ringo fue robado", respondió Lila, y comenzó a contarles todo.

"Nosotros hemos visto algo extraño sucediendo en el lago. Un hombre con un saco grande pasaba por allí", dijo Patita emocionada.

"¿Un hombre con un saco?", preguntó Pía, ahora muy interesada.

"Sí, a lo mejor está atrapado en su saco", concluyó Patón.

Sin perder más tiempo, los cuatro amigos corrieron hacia el lago, donde seguramente podrían encontrar pistas sobre el misterioso ladrón.

Mientras tanto, en el establo, Ramón y Nacho estaban en plena búsqueda.

"¿Ves algo raro, Nacho?", preguntó Ramón.

"Mira, esas huellas son de botas grandes. Puede que pertenezcan al ladrón", respondió Nacho.

"¿Deberíamos seguirlas?", dijo Ramón.

"¡Por supuesto!", contestó el caballito con entusiasmo.

Así que los dos se pusieron en marcha siguiendo las huellas, que los llevaron hasta un bosque cercano.

Mientras tanto, en el lago, Lila, Pía, Patito, Patita y Patón llegaban justo a tiempo para ver al extraño hombre sacando algo del agua.

"¡Ahí está Ringo!", gritó Lila al reconocer su canto desde lejos.

"¡Ringo, te encontré!", exclamó Pía.

Los animales comenzaron a huir hacia el hombre, pero él se dio cuenta de que lo estaban observando y salió corriendo por el bosque.

"No podemos dejarlo escapar", dijo Lila. "¡Vamos a seguirlo!"

Los animales se lanzaron tras el misterioso ladrón, cruzando arbustos y saltando charcos. Pronto se unieron a ellos Ramón y Nacho, que habían seguido las huellas y también habían llegado al lago.

"¿Vimos a ese tipo?", preguntó Ramón.

"Sí, él tiene a Ringo", respondió Lila.

Al no poder alcanzar al ladrón, decidieron actuar con inteligencia.

"¡Ya sé!", dijo Pía. "¿Qué tal si hacemos un ruido que asuste a ese hombre y lo haga soltar a Ringo?"

"¡Gran idea!", exclamó Ringo.

Juntos, Lila comenzó a mugir, Pía a balar, Ramón a gruñir y Nacho a relinchar.

El ruido fue tal que el ladrón, asustado, dejó caer el saco, y Ringo, liberado, salió volando hacia sus amigos.

"¡Gracias, compañeros!", dijo Ringo emocionado.

"¡No hay de qué!", respondió Nacho.

Desde ese día, los cinco animales aprendieron que juntos podían enfrentar cualquier desafío.

Don Pedro, al enterarse de la aventura, decidió hacer una gran fiesta en la granja para celebrar su amistad y valentía.

"¡Viva la granja y la unidad de nuestros amigos!", brindó Don Pedro entre risas.

Así, la granja nunca volvió a ser la misma; los animales, siempre listos para apoyar a los demás, vivieron felices y llenos de aventuras.

.

FIN.

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