La Gran Aventura en la Granja de los Olivos



Era un cálido día de primavera cuando Lucas, una boyita de ocho años, se despertó con un alegre canto de los pájaros. Sabía que hoy sería un día especial porque iba a visitar la granja de sus abuelos, los Olivos. Lucas siempre disfrutaba pasar tiempo allí, había tantos animales y actividades que lo emocionaban.

- ¡Mami, ya me desperté! - gritó Lucas mientras corría hacia la cocina.

Su mamá, Ana, estaba preparando el desayuno. - ¡Buen día, campeón! He preparado tus tortitas favoritas. Comé bien, que necesitamos energía para la granja. -

Después del desayuno, Lucas y su mamá se subieron al auto y partieron hacia la granja. Al llegar, pudo ver los hermosos paisajes verdes y los campos llenos de flores de colores brillantes.

- ¡Abuelita, abuelito! - un grito emocionado salió de la boca de Lucas mientras corría hacia sus abuelos que lo esperaban con abrazos cálidos. - ¿Qué vamos a hacer hoy? - preguntó ansioso.

- Hoy tenemos una misión especial, Lucas. Vamos a recorrer toda la granja y luego, vamos a sembrar algunas semillas en el huerto. - dijo su abuelo, Don Miguel, que siempre tenía una chispa de aventura en su mirada.

Lucas estaba muy emocionado. - ¡Sí! ¡Vamos! -

Primero, Lucas ayudó a su abuelita, Doña Rosa, a alimentar a las gallinas. - Mirá, Lucas, si les tirás granos, vienen todas a picar. -

- ¡Es cierto, abuela! - rió Lucas mientras veía a las gallinas correr hacia él.

Luego exploraron el establo donde estaban los cerdos. De repente, Lucas vio un pequeño cerdito que parecía un poco perdido.

- Abuela, ¡hay un cerdito solitario! - Lucas frunció el ceño. - ¿Podemos ayudarlo?

- Claro, Lucas. Vamos a buscar a su mamá, la debe estar buscando. - respondió su abuela con dulzura, mientras se ponía de pie.

Juntos, los tres abrieron la puerta del establo y buscaron por toda la granja. Lucas miraba cada rincón, emocionado y preocupado por el pequeño cerdito. Después de un rato, escucharon un quejido.

- ¡Allí! - Lucas señaló hacia un arbusto. Cuando se acercaron, efectivamente, allí estaba la mamá cerdita.

- ¡Mirá! ¡Está llamando a su cerdito! - dijo Don Miguel emocionado.

El pequeño cerdito corrió rápidamente hacia su mamá, y Lucas sintió una gran alegría al verlos reunidos. - Esto fue una gran aventura. - dijo Lucas, sintiéndose orgulloso.

Después de esa misión, finalmente llegaron al huerto para sembrar. Doña Rosa trajo semillas de tomates, zanahorias y lechugas. Cada uno tomó una pala y comenzó a cavar.

- Recuerden, no solo estamos sembrando semillas, también estamos sembrando amor e historia en este lugar. - les explicó Doña Rosa mientras les enseñaba a colocar las semillas correctamente. -

- Eso suena muy lindo, abuela. - comentó Lucas, mientras la tierra se llenaba de hileras verdes.

Luego de sembrar, se sentaron a descansar bajo un árbol y se pusieron a contar historias. Lucas había aprendido tanto en ese día. No solo sobre los animales y la importancia de la agricultura, sino también sobre el amor de su familia.

Cuando el sol empezó a esconderse, Lucas miró el paisaje y sintió una gran felicidad. - Gracias por este día, abuelos. Lo voy a recordar siempre. -

- Tenemos muchos más días juntos, Lucas. La vida en la granja siempre tiene aventuras. - dijo Don Miguel mientras sonreía.

Y así, Lucas comprendió que la granja no solo era un lugar, sino un hilo que tejía a su familia. Con amor, con aventuras, y sobre todo, con una gran sonrisa.

Desde aquel día, cada vez que Lucas iba a ver a sus abuelos, sabía que la mejor parte no era solo estar en la granja, sino el tiempo compartido con la gente que más amaba.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!