La Gran Aventura en la Selva



En una colorida selva, donde los árboles eran altos y el sol brillaba como un faro, vivía una jirafa llamada Jiro. Jiro era muy curiosa y soñaba con conocer a todos los animales de la selva. Pero había un problema: no siempre se sentía cómoda hablando con los otros animales porque no sabía si ellos también querían ser su amigo.

Un día, mientras Jiro estiraba su largo cuello para alcanzar las hojas más frescas, vio a un caimán llamado Cami tomando el sol a la orilla del río.

"¡Hola, Cami!" - saludó Jiro con entusiasmo. "¿Te gustaría jugar conmigo?"

"No sé, Jiro. Los reptiles no suelen jugar con los herbívoros" - respondió Cami, un poco indiferente.

Jiro sintió un poco de tristeza, pero no se rindió. Continuó su paseo y se encontró con una capibara llamada Capi, que estaba disfrutando de un baño en el río.

"¡Capi!" - gritó Jiro. "¿Quieres que hagamos un juego?"

"¡Claro! El agua es deliciosa. Pero ten cuidado, aquí está Cami, el caimán, y puede ser un poco gruñón" - le advirtió Capi, mientras salía del agua.

Jiro sonrió y, con un poco de valentía, le dijo a Cami: "Cami, ven a jugar con nosotros, el agua es divertida y podrías refrescarte".

Cami se estiró, dudando por un momento, y luego, con una pequeña sonrisa, aceptó.

"Está bien, pero sólo si no me mojan mucho" - dijo Cami, mientras se movía hacia ellos.

Así, los tres comenzaron a jugar en el río. Y mientras se divertían, la cebra Zuri pasó trotando junto a la ribera.

"¿Qué están haciendo tan divertidos?" - preguntó Zuri.

"Estamos jugando!" - contestó Jiro. "¡Ven a jugar con nosotros!"

"No puedo nadar así que no sé qué puedo aportar" - dijo Zuri, un poco escéptica.

Jiro pensó y dijo: "Pero puedes correr y ser la encargada de buscar a los que quieran jugar. ¡Eso podría ser emocionante!"

"¡Buena idea!" - exclamó Zuri entusiasmada, y rápidamente se unió a ellos.

Mientras tanto, un puma llamado Pú, que estaba observando desde lo alto de un árbol, se sintió un poco celoso. "¡Eso parece divertido!" - pensó Pú.

Pero no se animaba a unirse.

La aventura siguió y se unieron a ella un gorila llamado Goro y un pingüino que había llegado de visita, llamado Pingu.

"¿Podemos jugar también?" - preguntó Goro emocionado.

"Por supuesto, ¡cuantos más seamos, mejor!" - respondió Jiro. "Podemos hacer una carrera!"

"¿En el agua?"

"No! Aquí en la selva, pueden correr todos juntos, será más divertido y nadie se mojará" - dijeron todos al unísono.

Mientras planeaban sus carreras, apareció un león llamado Leo, que estaba un poco distraído.

"¿Qué hacen ustedes tan alegres?" - inquirió Leo, con su voz grave.

"Ven a jugar, Leo!" - invitaron todos. "¡Podemos hacer carreras!"

Leo, un poco confundido, se acercó y dijo: "No estoy seguro de que quiera jugar con todos ustedes. No quiero parecer tonto".

Jiro, tratando de ser alentadora, dijo: "No hay tontos aquí, solo amigos. Todos somos distintos y eso es lo que hace todo divertido".

"Además, estamos en la selva, aquí todos pueden ser quienes deseen ser" - enfatizó Cami.

"¡Eso es cierto!" - gritó Pingu. "¡Vengan, unámonos a la diversión!"

Leo, sintiéndose más seguro, finalmente se unió. Todos les dieron la bienvenida, y así comenzaron las carreras. Cada uno tenía su propio estilo, desde el elegante trote de Zuri hasta el rápido nado de Cami.

Los animales se reían, saltaban y corrían, disfrutando de la compañía.

Después de un tiempo, todos se sentaron a la sombra de un gran árbol, cansados pero felices.

"¿Ven?" - dijo Jiro. "Hicimos un grupo de amigos y todos llevamos algo especial".

"Claro, es genial que, aunque seamos diferentes, podemos jugar juntos" - opinó Goro.

Al final del día, Jiro se dio cuenta de que el verdadero tesoro no era solo el divertirse, sino que había aprendido que la amistad y la aceptación son las cosas más valiosas.

Así, en la selva, donde algunos se veían diferentes y tenían distintas habilidades, todos descubrieron que todos son importantes y la verdadera diversión está en compartir y jugar juntos. Desde aquel día, cada uno fue bienvenido a unirse a las aventuras, sin importar sus diferencias o temores. El mundo era un lugar más brillante, gracias a la amistad que habían forjado.

Y al caer el sol, con los colores vibrantes del atardecer, los animales se despidieron haciendo planes para nuevas aventuras, seguros de que juntos, siempre se divertirían.

FIN.

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