La Gran Aventura Espacial de Camila, Luis y Emilce
Era una tarde soleada en la ciudad, cuando Camila, Luis y Emilce decidieron que era el momento perfecto para hacer algo increíble: ¡viajar al espacio! En el patio de su casa, habían construido una nave espacial con cajas de cartón, mantas y pintura brillante. Emocionados, comenzaron a hacer su viaje imaginario.
"¡Listos para despegar!", gritó Camila con una sonrisa.
"¡Contemos hasta tres!", sugirió Luis mientras miraba al cielo.
"Uno... dos... ¡tres!", gritaron todos juntos y, cerrando los ojos, se imaginaron alzando vuelo.
De repente, un destello de luz iluminó su patio y, para su sorpresa, la nave había cobrado vida. ¡Era una verdadera nave espacial! Con un rugido, comenzó a elevarse hacia el cielo, llevándolos a un mundo lleno de maravillas.
Mientras cruzaban el espacio, descubrieron un planeta hecho de chicles.
"¡Miren! ¡Ese planeta es de golosinas!", exclamó Emilce, maravillada por los colores brillantes.
No pudieron resistir la tentación y decidieron aterrizar para explorar. Allí, conocieron a unos extraterrestres que tenían las cabezas en forma de helado.
"¡Bienvenidos a Planeta Golosina!", dijeron los extraterrestres sincronizados. "¿Quieren probar nuestro famoso helado con sabor a arcoíris?"
Los amigos probaron el helado y sintieron cómo les llenaba de energía.
"¡Es delicioso!", dijo Luis con la boca llena. "Podríamos quedarnos aquí para siempre."
Pero el tiempo pasaba, y sabían que debían continuar su aventura. Así que se despidieron de sus nuevos amigos y subieron nuevamente a su nave espacial. Sin embargo, en su camino, se encontraron con un agujero negro enorme y misterioso.
"¿Qué hacemos ahora?", preguntó Camila con miedo. "Se ve muy peligroso."
"Tal vez deberíamos dar la vuelta", sugirió Emilce nerviosamente.
"¡No!", exclamó Luis. "¡Debemos ser valientes! Si lo atravesamos, podríamos descubrir algo increíble."
Con determinación, decidieron entrar al agujero negro. La nave comenzó a temblar y girar como nunca antes. Las luces parpadeaban y los amigos sintieron que se quedaban sin aliento.
"¡Esto es una locura!", gritó Emilce. "¿Estamos en problemas?"
"No te preocupes, Emilce, solo sigue las instrucciones que aprendimos en clase de ciencias.", dijo Camila, intentado calmar a su amiga.
A medida que avanzaban, vieron que el agujero negro estaba lleno de luces brillantes que parecían estrellas. Y de repente, ¡puf! Salieron del otro lado y se encontraron en un lugar completamente diferente.
"Estamos en el espacio profundo", murmuró Luis asombrado.
Allí había un campo de asteroides flotantes de todos los colores y formas. Como si estuvieran en un sueño, comenzaron a saltar de uno a otro, riendo y disfrutando.
"¡Miren este asteroidito en forma de corazón!", gritó Emilce, mientras se balanceaba en uno.
Pasaron un rato explorando y jugando en medio de la vastedad del espacio, pero pronto se dieron cuenta de que ya era hora de volver a casa. La nave, que había estado esperando pacientemente, los llevó de regreso a su patio.
Al aterrizar, los tres amigos se miraron, riendo y emocionados por todo lo que habían vivido.
"¿Se dieron cuenta de lo valientes que fuimos?", dijo Camila con una gran sonrisa.
"Sí, y aprendimos que a veces hay que enfrentar lo desconocido para encontrar cosas maravillosas", agregó Luis.
"Y que la verdadera aventura está con amigos a nuestro lado", concluyó Emilce abrazándolos a ambos.
Desde ese día, Camila, Luis y Emilce supieron que podían llenar sus vidas de aventuras, ya sea en el espacio o en el patio de su casa, siempre y cuando se tuvieran el uno al otro.
FIN.