La Gran Aventura Navideña de Tercero A
Era un hermoso día de diciembre en la escuela de Tercero A. Los estudiantes estaban emocionados porque pronto sería la fiesta de Navidad. Entre ellos estaban Abraham, Fausto, José Luis, Belén, Jesús, Juan Pablo, Antonio Isai, Pablo David y Abdiel Zaid. Un día, mientras decoraban el aula con cintas y luces, notaron que faltaba un adorno muy especial: la estrella dorada que siempre ponían en la cima del árbol.
"¿Dónde estará la estrella?" - preguntó Belén, mirando a todos con inquietud.
"Yo la vi la semana pasada en la sala de arte, pero no sé si todavía está ahí" - dijo Jesús, recordando haberla visto brillar entre los pinceles y las pinturas.
"¡Vamos a buscarla!" - exclamó Fausto con emoción. Los chicos se miraron entre sí y, como si se trataran de un equipo de aventureros, comenzaron a planear su misión.
"Podríamos dividirnos en grupos, así será más fácil encontrarla" - sugirió Juan Pablo.
"Yo me voy con Abraham, y ustedes con José Luis y Belén" - propuso Antonio Isai, y todos asintieron.
Así que armados con un mapa de la escuela y muchas ganas de encontrar la estrella, se lanzaron a la aventura. Mientras buscaban en la sala de arte, descubrieron un pequeño cuaderno en el suelo.
"Miren esto, parece un diario" - dijo Pablo David, alzando el cuaderno. "Quizás podría tener pistas sobre la estrella".
Abrieron el diario y encontraron dibujos de estrellas y notas sobre una leyenda que hablaba de un tesoro escondido en su escuela. Abdiel Zaid leyó en voz alta:
"Se dice que quien encuentre la estrella dorada podrá descubrir el verdadero espíritu de la Navidad".
"Eso suena increíble, ¡yo quiero encontrar el verdadero espíritu de la Navidad!" - exclamó Fausto, con sus ojos brillando de emoción.
"¿Y si además de buscar la estrella, buscamos el espíritu?" - sugirió José Luis. "Podríamos ayudar a los demás a entenderlo".
Con esta nueva meta, el grupo decidió que no solo buscarían la estrella, sino que también harían buenas acciones por el camino. En su búsqueda, se encontraron con varios compañeros que necesitaban ayuda.
En el patio, vieron a una niña que no podía alcanzar su pelota atrapada en un árbol.
"¿Necesitas ayuda?" - preguntó Belén, corriendo hacia ella.
"Sí, por favor. No puedo llegar" - respondió la niña con lágrimas en los ojos.
Los chicos se unieron, y usando una escalera, recuperaron la pelota.
"¡Gracias! Nunca lo hubiera logrado sin ustedes" - dijo la niña, sonriendo al recibir su juguete.
Antonio Isai dijo, contento: "¡Esto es el verdadero espíritu de la Navidad!"
Siguieron su camino, ayudando a aquellos que encontraban en su trayecto. Ayudaron a un profesor a llevar libros, a un compañero a resolver una dificultad en matemáticas y a una abuela a cruzar la calle. Cada vez que ayudaban a alguien, sentían que su corazón se llenaba de alegría.
Finalmente, tras un día entero de aventuras y buenas acciones, llegaron a la biblioteca. Estaba oscura y silenciosa. Cuando encendieron la luz, descubrieron un árbol enorme adornado con luces, y en la cima estaba la estrella dorada.
"¡La encontramos!" - gritaron todos al unísono, abrazándose y riendo.
Mientras la bajaban, notaron que había algo peculiar. En la estrella había una nota que decía: "El verdadero espíritu de la Navidad se encuentra en los actos de bondad".
"Eso fue exactamente lo que hicimos todo el día" - comentó Jesús, emocionado.
"Así que el espíritu de la Navidad no solo es un adorno, sino todo lo que hicimos por los demás" - añadió Juan Pablo.
Finalmente, llevaron la estrella a su aula y la colocaron en la cima del árbol. Esa noche, mientras celebraban y compartían cuentos alrededor del árbol iluminado, entendieron que el mejor regalo de todos era la alegría de dar y ayudar a los demás.
Abraham, mirando a sus amigos, comentó:
"Este fue el mejor día de todos. Lo recordaré siempre".
Y así, en la aventura de buscar la estrella dorada, aprendieron que el verdadero espíritu de la Navidad estaba en cada buena acción que hicieron juntos.
FIN.