La Gran Aventura para Encontrar a su Ama
En un tranquilo barrio de Buenos Aires, vivían dos gatos muy amigos, Tato y Cornetto. Un día, mientras jugaban en su casa, Tato dijo con aire nostálgico:
"¿Te acordás, Cornetto, cuando nuestra ama solía hacernos mimos y jugar con nosotros?"
"Sí, Tato, la extraño muchísimo. Desde que se fue a aquella ciudad lejana en busca de trabajo, la casa se siente vacía" - respondió Cornetto, mientras giraba su cola en círculo.
Los dos gatos se sentaron en la ventana, observando cómo el sol se ponía.
"Creo que deberíamos hacer algo para ir a buscarla" - propuso Tato de repente.
"¿Pero cómo? No tenemos dinero ni medio de transporte" - contestó Cornetto, un poco desanimado.
"Podríamos pedirle ayuda a los otros animales del barrio. Seguro que alguno tiene una idea" - sugirió Tato.
"¡Sí! ¡Es una gran idea!" - respondió Cornetto, emocionado.
Así que, esa misma noche, los dos gatos decidieron hablar con sus amigos. Primero, fueron a buscar a Lucho, el perro del vecino, conocido por ser muy ingenioso.
"Lucho, necesitamos tu ayuda. Queremos ir a buscar a nuestra ama que está lejos, pero no sabemos cómo" - dijo Tato en tono urgente.
"¿Y qué pensaban hacer?" - preguntó Lucho, moviendo su cola.
"Queremos construir una especie de vehículo. Tal vez un carrito o algo que nos ayude a viajar" - explicó Cornetto.
Lucho pensó por un momento y dijo:
"¡Tengo una idea! Hace poco vi un carrito en el garaje de la señora Rosa. Si conseguimos que nos lo preste, podríamos arrastrarlo juntos".
Los gatos estaban encantados y decidieron ir a hablar con la señora Rosa. Esa mañana, se acercaron al garaje y la señora, al ver a los dos gatos, sonrió:
"¿Qué hacen aquí, pequeños?"
"Señora Rosa, queremos pedirle prestado su carrito. Necesitamos ir a buscar a nuestra ama que se fue a trabajar muy lejos" - dijo Tato con toda su energía.
"¡Qué aventura! Por supuesto que pueden usarlo, pero deben prometerme que regresarán pronto" - respondió la señora Rosa, intrigada.
Los gatos prometieron y se despidieron de ella, emocionados. Al día siguiente, empezaron a preparar el carrito: le colocaron una manta suave, un poco de comida y agua para el camino.
Sin embargo, al tratar de arrastrar el carrito, se dieron cuenta de que era más pesado de lo que pensaban.
"¿Y ahora qué hacemos?" - preguntó Cornetto, un poco desanimado de nuevo.
"Podríamos pedir ayuda a los demás animales. Todos juntos seremos más fuertes" - sugirió Tato, sin rendirse.
Fueron a buscar al pato Juan, conocido por sus habilidades para nadar y volar.
"Juan, necesitamos que nos ayudes a arrastrar el carrito. Vamos a buscar a nuestra ama y necesitamos tu fuerza" - pidió Tato.
"¡Claro que sí!" - exclamó Juan, agitando sus alas.
"Además, podríamos hacer una parada en el lago. ¡Es un buen lugar para descansar y comer!" - añadió Cornetto.
Así, con la ayuda de Juan, los gatos lograron arrastrar el carrito un buen trecho. Se detuvieron en el lago, donde se divirtieron jugando con las hojas flotantes y descansaron un momento. De repente, mientras estaban ahí, vieron a una bandada de pájaros que volaban en dirección opuesta.
"¿Jo, sabés si alguna vez han visto a nuestra ama?" - gritó Tato emocionado.
"Sí, ¡nos dijeron que la vieron lejos, en la ciudad!" - respondió uno de los pájaros.
"¡Genial! ¡Estamos en el camino correcto!" - celebró Cornetto.
Emocionados y reenergizados, continuaron su viaje. Sin embargo, a medida que se acercaban a la ciudad, se encontraron con un gran muro.
"Oh, ¿y ahora?" - se lamentó Cornetto.
"Tal vez podamos encontrar un lugar por donde subir. ¡No podemos rendirnos ahora!" - dijo Tato, decidido.
Después de buscar un poco, encontraron una vieja escalera apoyada contra el muro. Con la ayuda de Juan, subieron y finalmente llegaron a la cima. Al mirar hacia el otro lado, vieron la ciudad brillando bajo el sol.
"¡Lo logramos!" - gritó Tato con los ojos llenos de brillo.
"Vamos, ¡estamos más cerca de encontrar a nuestra ama!" - dijo Cornetto con una gran sonrisa.
Bajaron con cuidado y se adentraron en la ciudad, admirando los edificios altos y los coches que pasaban. Preguntaron a otros animales por su ama, hasta que llegaron a un pequeño parque, donde a lo lejos vieron a una mujer con una sonrisa familiar.
"¡Es ella!" - exclamó Cornetto. Corrieron hacia ella, y cuando la mujer los vio, su rostro se iluminó.
"¡Tato! ¡Cornetto!" - gritó con alegría. Se arrodilló y los abrazó.
"No puedo creer que vinieron a buscarme. Los extrañé tanto!" - dijo mientras los acariciaba.
Finalmente, Tato y Cornetto, con su valentía y amistad, habían logrado lo que se propusieron. Al regresar a casa, ya no sintieron la misma soledad, porque ahora sabían que siempre estarían juntos, sin importar la distancia. Todo valió la pena, y cada momento fue una hermosa aventura llena de lecciones sobre el trabajo en equipo y la amistad.
Y así, los tres disfrutaron de su tiempo juntos, prometiendo nunca dejar que la distancia los separara nuevamente.
FIN.