¡La gran aventura y el monstruo de la suciedad!
Era un día soleado en la ciudad de Buenos Aires, y Luisa, una niña de 8 años, estaba jugando en el parque con su mejor amiga, Liah. Mientras recolectaban hojas de diferentes colores, escucharon un ruido extraño que provenía de un callejón cercano.
"¿Qué fue eso?" - preguntó Luisa, levantando las cejas.
"No sé, pero vamos a averiguarlo" - respondió Liah, con una chispa de curiosidad en sus ojos.
Las dos amigas se acercaron al callejón y, para su sorpresa, encontraron a un monstruo cubierto de suciedad y basura.
"¡Ay, no! ¡Un monstruo!" - gritó Luisa, retrocediendo un paso.
"¡No! Esperá! No es peligroso, parece... triste" - dijo Liah, acercándose un poco más.
El monstruo, al notar que lo miraban, levantó su cabeza desordenada y suspiró.
"Hola, chicas. No soy lo que piensan. Me llamo Grimy y... estoy aquí porque soy el monstruo de la suciedad" - dijo con una voz apagada.
"Pero, ¿por qué sos así?" - preguntó Luisa, con curiosidad.
"Soy el guardián de todo lo que se ensucia. La gente me culpa cuando no limpia. Pero, en realidad, yo sólo quiero ayudar a que todos aprendan a cuidar su entorno" - explicó Grimy, mientras mostraba un pequeño rincón limpio detrás de él.
Liah, intrigada, se sentó en el suelo.
"Quizás no debamos tenerle miedo. Tal vez podríamos ayudarlo" - sugirió.
"¿Ayudarlo? ¿Cómo?" - preguntó Luisa, mirándola con ganas de saber más.
Grimy sonrió de forma tímida.
"Si quieren, podrían venir conmigo a la ciudad secreta de los monstruos de la suciedad. Allí, verán cómo se siente estar rodeado de basura y desorden. Después, quizás, podamos encontrar una forma de hacer que todos ayuden a limpiar y a cuidar el planeta".
Las chicas, emocionadas por la idea, asintieron con entusiasmo. Sin dudarlo, tomaron la mano de Grimy y se dejaron llevar hacia un mundo desconocido.
Cuando llegaron, se encontraron con una ciudad llena de montañas de basura y criaturas extrañas que parecían desanimadas.
"¡Este lugar es horrible!" - exclamó Luisa, cubriendo su nariz.
"Es su hogar..." - dijo Grimy con tristeza.
"Cada uno de nosotros tiene una historia, y muchas de estas criaturas son olvidadas porque la gente nunca se preocupa por el entorno. Pero hay otra forma de ver esto. ¿Quieren ayudarme a limpiar?" - preguntó Grimy.
Liah sonrió.
"Sí, vamos a ayudar a nuestros nuevos amigos. ¡Esto puede ser divertido!".
"¡Sí! Vamos a hacer un gran cambio" - agregó Luisa entusiasmada.
Así, las tres comenzaron a recoger la basura, hablar con los monstruos y, poco a poco, vieron cómo la ciudad comenzaba a cambiar.
"Mirá, ahí hay un montón de botellas que se pueden reciclar" - dijo Liah, apuntando a un sector.
"Y esos materiales pueden ser reutilizados" - agregó Luisa, mientras Grimy les mostraba cómo transformar la basura en arte y nuevas creaciones.
Mientras trabajaban, los monstruos contaban anécdotas sobre su vida antes del desorden. Luisa y Liah escuchaban atentas.
"Pero, ¿qué podemos hacer para que no vuelvan a ensuciarla?" - preguntó Luisa, con preocupación.
"Educar a los demás es fundamental. Pueden llevar el mensaje de la limpieza y el cuidado del medio ambiente a su ciudad" - dijo Grimy, con una gran sonrisa.
Las chicas decidieron organizar un gran día de limpieza en su parque y llevar toda la experiencia con Grimy de regreso a casa. Así, al regresar, se despidieron de sus nuevos amigos y prometieron nunca olvidar lo que habían aprendido.
El día de la limpieza fue un éxito. Luisa y Liah invitaron a sus compañeros de escuela, y juntos lograron limpiar el parque completo. Al final del día, todos se sintieron felices y orgullosos de haber ayudado.
"Grimy tiene razón, cada uno puede hacer la diferencia" - declaró Liah, mientras brindaban con jugo.
"Y lo mejor es que lo hicimos juntos" - añadió Luisa, sonriendo a su amiga.
Así, Luisa y Liah no solo hicieron amigos nuevos en su aventura, sino que aprendieron la importancia de cuidar su entorno y el valor de la amistad. Marcaron la diferencia y, con su alegría, inspiraron a otros a hacer lo mismo. Y, desde ese día, el monstruo de la suciedad ya no fue considerado un monstruo, sino un amigo especial que enseñaba a cuidar el mundo que compartimos.
Las chicas miraron el cielo y sonrieron, sabiendo que la aventura apenas comenzaba.
FIN.