La Gran Batalla de los Hipopotamos
Era un día soleado en la Escuela Primaria Jauretche, y todos los chicos del tercer grado estaban ansiosos por participar en la Gran Batalla de los Hipopótamos, un juego que habían inventado ellos mismos durante el recreo. Dos equipos se formaron, el equipo de los Hipopótamos Rosados y el equipo de los Hipopótamos Azules.
"Vamos, Hipopótamos Rosados, ¡a ganar!" gritó Sofi, una de las líderes del equipo, mientras se ataba una cinta rosa en la cabeza.
"No te preocupes, ¡los Hipopótamos Azules somos imbatibles!" respondió Lucas con una sonrisa desafiante, ajustándose su banda azul.
Los equipos se alinearon en el patio, cada uno frente al otro, listos para el reto. Se abrazaron fuertemente a la cintura de su compañero del frente, haciendo una fila larga y colorida.
"¡Uno, dos, tres, ya!" gritó la profesora que hacía de árbitra.
Con todas sus fuerzas, los Hipopótamos comenzaron a halar hacia atrás, pero los Azules no se quedarían atrás. Una lucha épica entre ambos equipos se desató, y lo que empezó como un juego amistoso pronto se convirtió en un tira y afloja de risas y gritos.
"¡Vení para acá!" gritó Ramiro, el más fuerte de los Azules, mientras tiraba hacia atrás con mucha fuerza. Pero en el momento menos esperado, Clara, del equipo Rosado, perdió el equilibrio y soltó a su compañero.
"¡Sofi, ayúdame!" gritó Clara mientras se caía al suelo. Eso provocó una reacción en cadena; varios Hipopótamos Rosados se soltaron y fueron arrastrados por el empuje de los Azules.
"¡Es un desastre!" rió Sofi, mientras intentaba recuperar la posición. Los chicos se levantaban riendo, todos con un poco de césped en la ropa.
"No te preocupes, ¡esto es parte de la diversión!" le dijo Lucas a Clara, ayudándola a levantarse. Y entonces, un giro inesperado ocurrió: todos se miraron y decidieron que, en lugar de ver al otro como un rival, podían unirse para crear un juego nuevo.
"¿Qué tal si hacemos una competencia de velocidad?" propuso Ramiro. "Pero en parejas, así todos participamos". Todos estuvieron de acuerdo, y en un abrir y cerrar de ojos, los Hipopótamos Rosados y los Azules se mezclaron, creando nuevas parejas para correr juntos.
La carrera fue ruidosa y divertida. Cada pareja tenía que alcanzar un punto en el patio y regresar. Las risas resonaban al cruzar la meta, y los chicos se alentaban unos a otros, sin importar el color de la cinta que llevaban.
"¡Ganamos!" celebró Fernando, un Hipopótamo Azul, mientras chocaba las manos con Ailén, su nueva compañera Rosada. "¡Esto es genial!".
"Lo mejor de este juego es que todos podemos jugar juntos," reflexionó Sofi mientras todos se reunían luego de las carreras. "Yo creo que ser amigos es lo mejor de todo. ¿Por qué no hacemos un torneo de juegos hoy?".
Los chicos gritaron entusiasmados, y así mismos, entre juegos de relevos, carreras de sacos y saltos de canguro, la Gran Batalla de los Hipopótamos se convirtió en un espectáculo de amistad y diversión.
"El verdadero premio es que todos hemos jugado juntos!" exclamó Clara, mientras todos se abrazaban y reían. Al final del día, dejó atrás cualquier competencia, y todos se fueron a casa con nuevos amigos, sabiendo que mientras se divierten, la amistad siempre será lo más importante.
Y así, los Hipopótamos Rosados y Azules aprendieron que a veces se pueden dejar de lado las rivalidades para crear momentos inolvidables de alegría, y que en la vida siempre hay espacio para la amistad, la cooperación y el juego.
Fue un día que recordarían por siempre, no solo por los juegos, sino por la lección más valiosa de todas: la unión hace la fuerza, y juntos son mucho más que rivales, son amigos.
FIN.