La Gran Batalla de Superhéroes y Chocolate
Era un lindo día en casa de Jaime, un niño de 6 años que amaba jugar con sus juguetes. Su colección de superhéroes de Los Superthings estaba organizada en su mesa, al igual que Forky, el simpático tenedor de Toy Story. Además, siempre lo acompañaban sus dinos favoritos: el Superdinosaurio Perikoke y Dino Rex. No podía faltar su más querido amigo, Joneo, su conejito de peluche con el que había dormido desde que era un bebé.
Uno de esos días, Jaime decidió que era momento de organizar un gran torneo entre sus personajes. "Voy a tener la batalla más épica del mundo", se dijo mientras trazaba un dibujo de un mapa en el suelo con tiza de colores. Con el entusiasmo desbordante, alineó a Mario y Luigi, que también habían llegado para unirse a la diversión.
"¡Hola, chicos!", exclamó Jaime. "Hoy vamos a hacer una batalla de habilidades. El ganador se llevará la montaña de chocolate que tengo guardada".
Los personajes se miraron emocionados. Todos estaban listos para participar, pero había una regla muy importante que Jaime quería establecer:
"La batalla no solo es de fuerza, también será de creatividad y trabajo en equipo", explicó.
Con eso dicho, comenzó el torneo. Primero, se enfrentaron el Superdinosaurio Perikoke y Mario. Se tenían que dibujar el uno al otro en un tiempo limitado. Al final, Perikoke dibujó a Mario volando con un sombrero de dinosaurio, y Mario hizo un increíble retrato de Perikoke haciendo un truco con una pelota.
"¡Ambos tienen el mismo puntaje!", dijo Jaime. "Siguiente ronda: Forky contra Dino Rex".
Forky era un tenedor poco convencional para una batalla, pero estaba decidido a demostrar su habilidad. En esta ronda, ambos debían contar una historia sobre la amistad. Forky narró cómo se hizo amigo de Bonnie y cómo siempre encuentra su lugar en su corazón. Dino Rex se puso a contar sobre cómo cuidaba de los bebés dinosaurios en su hogar.
"¡Eso fue hermoso, chicos!", aplaudió Jaime. "Empate de nuevo".
Así continuó la competencia. Cada ronda traía una nueva sorpresa y los personajes se ayudaban entre sí, compartiendo ideas y risas. Pero al llegar a la final, Jaime notó que había un pequeño problema.
"¿Dónde está Joneo?", preguntó preocupado. Había estado tan entretenido con la batalla que se olvidó de su conejito.
"Joneo, ¿qué pasa que no estás participando?", gritó Jaime.
Ahí estaba Joneo, mirando desde un rincón del cuarto.
"No sé si soy tan especial como los demás", dijo con tristeza. Jaime se acercó y se agachó a su altura.
"¡Pero Joneo, sos parte de mi equipo! Sin vos, no sería lo mismo. La creatividad viene de todos, y cada uno de nosotros tiene su propia chispa". Jaime sonrió y le ofreció a Joneo un lugar en el torneo.
Joneo aceptó emocionado y decidió contar la historia de cómo cuidaba de Jaime en sus sueños. Todos escucharon atentamente y se sintieron inspirados por su relato. Al final del torneo, Jaime decidió que cada uno de sus amigos sería un ganador y compartieron la buena noticia con el chocolate.
"Lo más importante es que todos somos únicos y especiales a nuestra manera. ¡Así que comamos chocolate y dibujemos más!", exclamó Jaime entusiasmado.
Y así, entre risas, cuentos y el delicioso chocolate, la amistad floreció aún más, aprendiendo que trabajar juntos y valorar a cada uno es la verdadera victoria.
Desde ese día, el torneo se volvió una tradición en casa de Jaime. No solo eran batallas, eran oportunidades para compartir, crear y aprender el uno del otro, siempre con un poco de chocolate de recompensa.
FIN.