La Gran Búsqueda de los Números



En el hermoso bosque Silvana, un grupo de amigos se reunía cada semana para jugar y contar historias. Pero un día, la curiosa Nutria Nicolás propuso una idea diferente.

"¿Y si hacemos una búsqueda de números por todo el bosque?" - sugirió Nicolás emocionado.

Los demás animales miraron a Nicolás con curiosidad, y fue Matías Zorro quien habló primero.

"¿Números? ¿Para qué?" - preguntó.

"Para aprender a contar mejor y encontrar cosas que se han perdido. Hay historias y secretos en cada número que podemos descubrir" - respondió Nicolás.

Así que los animales decidieron llevar a cabo la Gran Búsqueda de los Números. Reunieron a todos: a Anthony Búho, quien siempre tenía buenos consejos; a Tomás Lobo, que solo pensaba en comer; a Juana Cuervo, quien tenía su ojo afilado para los detalles; a Alisson Mariposa, que siempre estaba lista para volar alto, y muchos más.

"Yo puedo ayudar con las pistas, ya que tengo memoria de elefante" - dijo el querido Gabriel Castor.

"¡Buenísimo!" - exclamó Ameilia Ardilla. "Entonces, ¿por dónde empezamos?".

El plan era salir del claro donde se reunían y dirigirles a la colina de los números, un lugar donde se decía que había casi 100 piedras, cada una con un número diferente.

Mientras se caminaba, se decidieron por la siguiente actividad. Al llegar, se encontraron con el primer gran desafío: una enorme roca que bloqueaba el camino. El número de la roca era un 7.

"¡Oh no!" - gritó Tomás, que estaba al frente. "¿Qué hacemos ahora?".

"Si podemos moverla, podríamos ver qué hay detrás" - dijo Rousse la Lechuza, con su voz suave y sabia. "Quizás, al contar juntos, logremos hacerlo".

"¿Contar juntos?" - preguntó Juana Cuervo. "¿Cómo eso nos ayudará?".

"Uno, dos, tres... ¡ya!" - dijo Nicolás. Se juntaron todos los animales para empujar la roca con el mismo conteo, preguntándose si realmente funcionaría.

Al contar y empujar todos juntos, la roca se movió poco a poco, luego ruidosamente, hasta que finalmente quedó a un lado.

"¡Lo hicimos!" - gritó Alisson.

"¡Síii! Contar juntos es divertido y nos hace más fuertes" - exclamó Matías Zorro.

Al pasar la roca, encontraron un camino adornado con números brillantes en el suelo, y así comenzaron a seguirlo. A medida que avanzaban, los números estaban en las plantas, en los árboles y hasta en sus propias sombras.

"Miren qué números tan hermosos" - dijo Emiliano Koala, sorprendido. "¿Ese es un 5?".

"Sí! Y si sumamos esos cinco numeritos con los del otro lado del camino, tal vez encontramos más pistas" - intervino Celestte la Abeja, con su zumbido dinámico.

Fueron sumando y contando hasta que se encontraron con un pequeño lago. En el centro flotaba un número 2 hecho de flores. Se acercaron con cautela.

"Es un hermoso número, pero no sé cómo alcanzarlo" - se lamentó Juana Cuervo. "¿Alguien tiene alguna idea?".

Entonces, Rousse la Lechuza voló alto y dijo:

"Podemos usar hojas grandes como botes para atravesar el lago. Necesitamos ayuda de todos".

Todos pensaron que era una buena idea y se pusieron manos a la obra. Al final, lograron cruzar dejando atrás un nuevo número: el 2. Y conforme se adentraban en la búsqueda, el próximo número que hallaron fue un 10 esculpido en un viejo tronco.

"¡Diez es un número especial!" - dijo Alisson entusiasmada. "¿Cómo hacemos para desbloquear su secreto?".

Tomás Lobo se puso a pensar y sugirió:

"Tal vez tengamos que contar 10 cosas que nos gustan del bosque".

Así, cada uno de ellos se turnó para contar: la belleza de un atardecer, el sonido del río, el aroma de las flores...

Una vez contadas, oyeron un suave susurro del ambiente. Las hojas comenzaron a brillar y el tronco se iluminó. Entonces, un hermoso mapa apareció flotando en el aire.

"¡Miren! Es un mapa que nos guía hacia el tesoro final!" - dijo Nicolás con los ojos llenos de asombro.

Siguieron el mapa y llegaron a un claro lleno de colores: ¡Era el Bosque de los Números! Allí encontraron no sólo números, sino también nuevos amigos de diferentes especies que les mostraron cómo los números forman parte de diferentes juegos y cuentos.

Al final del día, todos regresaron a su hogar y se prometieron volver a visitar a sus nuevos amigos en el claro, llevándoles deliciosos frutos como regalo.

"Contar juntos no solo es aprender, es compartir y hacer amigos" - concluyó Nicolás, con una enorme sonrisa.

Y así, los animales del bosque Silvana aprendieron que los números tienen vida y que la diversión es aún mayor cuando se comparten aventuras.

FIN.

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