La gran búsqueda de Nube



Era un día nuevamente soleado en el pequeño pueblo de La Paloma, donde Catalina disfrutaba de su comunidad. Tenía un adorable conejo blanco llamado Nube, que siempre la seguía en sus pequeñas aventuras. Un día, una tormenta inesperada se desató, con vientos fuertes y relámpagos iluminando el cielo. Nube, asustado, decidió escapar de su hogar para encontrar un lugar seguro.

Catalina, preocupada, llamó a su amiga Sofía.

"¡Sofía, Nube no está en el jardín! ¿Lo viste?"

"No, pero no te preocupes, ¡vamos a buscarlo!"

Sofía y Catalina se armaron de valor, y decidieron pedir ayuda a todos los vecinos del pueblo. Cuando llegaron a la plaza principal, vieron a algunos niños jugando. Con una gran sonrisa, Catalina les dijo:

"Chicos, necesitamos su ayuda. ¡Nube se ha escapado!"

"¡Vamos a encontrarlo!" gritó Tomás, uno de los más entusiastas.

Así, los niños y Catalina comenzaron a buscar a Nube por cada rincón de La Paloma. Primero, decidieron revisar el bosque que estaba al borde del pueblo. Mientras buscaban, Sofía tuvo una idea.

"¿Y si hacemos un letrero? Así más personas pueden ayudarnos a encontrarlo"

Catalina estuvo de acuerdo y juntos crearon un colorido letrero que decía: "¡Se busca conejo blanco!" Todos los niños corrieron a ponerlo en las casas de sus vecinos. La noticia se esparció rápidamente.

Mientras tanto, por el bosque, algunos adultos también se unieron a la búsqueda. Don Carlos, el carnicero, se ofreció a ayudar.

"No se preocupen, yo ya le dejé un poco de zanahoria en mi patio. ¡A los conejos les encanta!"

"¡Esa es una gran idea!" respondió Catalina, mientras su corazón se llenaba de esperanza.

Pasaron algunas horas y el sol comenzó a ponerse. Catalina y los niños decidieron hacer una pausa. Se sentaron en un tronco y compartieron algunos bocadillos.

"¿Y si Nube decidió irse de viaje por su cuenta?" preguntó Clara.

"No, Nube es mi amigo, seguro lo extraña tanto como yo a él" respondió Catalina.

Justo en ese momento, escucharon un ruido. Era un suave chapoteo en un arroyo cercano. Todos se miraron emocionados y corrieron hacia el sonido.

Cuando llegaron, ¡vieron a Nube! Estaba saltando de un lado a otro a orillas del agua, jugando con las hojas que flotaban.

"¡Nube!" gritó Catalina, llena de alegría.

"¡Volvé a casa!"

Pero Nube, muy divertido, no parecía escuchar.

"Necesitamos atraerlo hacia nosotros" sugirió Sofía.

Todos comenzaron a gritar y a mover los brazos. Don Carlos sacó un poco de zanahoria que había traído, y lo sostuvo en el aire.

"¡Miren, Nube!"

Nube, al oír la palabra —"zanahoria" , se acercó despacito, curioso. Catalina se arrodilló y lo llamó con dulzura.

"¡Ven aquí, Nube!"

Finalmente, Nube se acercó y saltó a los brazos de Catalina. Todos estallaron en aplausos.

"¡Lo encontramos!" gritó Tomás con alegría.

"¡No volverás a escaparte nunca más, eh!"

Catalina sonrió, abrazando a su pequeño conejo blanco. Era un gran alivio tenerlo de regreso, y le prometió que siempre lo cuidaría y protegería.

"Hoy aprendí que cuando trabajamos juntos, podemos lograr cosas maravillosas" dijo Catalina.

"¡Sí, somos un gran equipo!" agregó Sofía.

Desde ese día, La Paloma no solo fue conocida por su hermosa plaza. Ahora todos los habitantes del pueblo se unían más que nunca, sabiendo que juntos podían enfrentar cualquier situación. Y Catalina, por supuesto, siguió cuidando de Nube, quien nunca más se escapó, aunque siempre le gustó saltar y jugar a su alrededor.

Así, la amistad y el trabajo en equipo son siempre la mejor fórmula para vencer cualquier desafío, y en La Paloma siempre habría historias de aventuras y buenos compañeros.

FIN.

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