La Gran Carrera a la Luna



En un pequeño pueblo argentino, rodeado de montañas y ríos, vivían cuatro amigos: Sofía, Tomás, Lucas y Valentina. Cada noche, se sentaban en el patio de la casa de Sofía para observar el cielo estrellado. La luna siempre les llamaba la atención, brillando como una gran esfera plateada.

Una noche, mientras miraban la luna, Sofía dijo:

- ¡Me encantaría ir a la luna! ¿No sería increíble correr en su superficie?

- ¡Sí! ¡Sería como un sueño! - exclamó Valentina.

Tomás, asintiendo con la cabeza, agregó:

- Pero, ¿cómo podríamos llegar hasta allí?

Lucas, que siempre tenía una idea brillante, sonrió y dijo:

- ¡Podríamos construir una cohete!

Los amigos se miraron entusiasmados.

- ¿Construir un cohete? ¡Eso suena divertido! - dijo Sofía.

Así fue que, al día siguiente, se reunieron en el parque. Con cartones, cinta adhesiva, y un par de latas vacías, comenzaron a armar su nave espacial.

- Necesitamos nombres para nuestra misión - propuso Valentina.

- ¿Qué tal "La Gran Carrera a la Luna"? - sugirió Tomás.

Y así, sin darse cuenta, habían comenzado una aventura. La misión exigía mucho esfuerzo, pero la idea de volar a la luna los llenaba de energía.

Cruzaron montañas de cartones, océanos de cintas y llegaron a su —"cohete" . Cuando terminaron, se sentaron en él, mirando al horizonte.

- Ya estamos listos. ¡Contemos hasta tres y partimos! - dijo Lucas.

- ¡Uno! ¡Dos! ¡Tres! - gritaron todos al unísono y empezaron a mover los brazos como si volaran.

Mientras estaban en su mundo imaginario, la luna pareció acercarse más.

- ¡Miren! ¡Ya casi llegamos! - gritó Sofía.

De repente, el viento sopló fuerte, un susurro envolvió el parque.

- ¡Qué raro! - dijo Tomás mientras miraba a su alrededor.

Desde el árbol más grande del parque, un anciano de barba blanca y mirada sabia apareció.

- ¿Están intentando llegar a la luna, jóvenes soñadores? - dijo con una voz suave.

- ¡Sí! - respondieron todos al unísono.

- La luna es un lugar mágico, pero no se llega sólo con un cohete. Se necesita pasión y mucha creatividad - explicó el anciano.

- ¿Cómo llegamos entonces? - preguntó Valentina, intrigada.

- Primero, entiendan que la luna ya está en cada uno de ustedes. Sus sueños y su imaginación son su cohete. Cada vez que creen algo nuevo, están viajando a la luna - dijo el anciano.

Los amigos se miraron confundidos pero también iluminados.

- Entonces, ¡vamos a soñar más grande! - dijo Lucas.

Y así, siguieron esa noche pensando en nuevas aventuras. Sin darse cuenta, habían aprendido que con su creatividad pueden explorar lugares lejanos, tanto físicamente como en su imaginación.

Finalmente, decidieron que, al día siguiente, seguirían construyendo algo impresionante: un telescopio. Así podrían observar la luna más de cerca.

Al descubrir cada cráter y cada sombra de su lucero nocturno, se darían cuenta de que el verdadero viaje no necesitaba un cohete de cartón, sino un corazón lleno de sueños.

- ¡Abramos nuestra mente y busquemos nuevos caminos! - dijo Sofía emocionada.

Los amigos rieron y acordaron que en su imaginación, la luna siempre estaría al alcance, esperando por nuevas aventuras, tal como cada uno de ellos, esperaba siempre por los días más brillantes para crear historias juntos.

Y así, cada noche, se sentaban juntos, compartiendo historias y sueños mientras los rayos de la luna iluminaban su amistad eterna.

FIN.

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