La Gran Carrera de Carlitos



Era un día soleado en el colegio San Juanito, donde todos los chicos estaban emocionados por las olimpiadas escolares que se acercaban. La maestra Valeria había acomodado todo para que la competencia fuera un éxito. Carlitos, un niño lleno de energía, se acercó corriendo a sus amigos.

-Carlitos: "¡Chicos, chicos! ¡Quiero participar en la carrera de los 100 metros!"

Pero sus amigos, Lautaro, Sofía y Julito, lo miraron con desconfianza.

-Lautaro: "¿Estás seguro, Carlitos? A veces te distraes mientras corremos..."

-Sofía: "Sí, y nos hace perder tiempo. ¿Y si te pones a jugar con una mariposa o te quedás mirando las nubes?"

-Carlitos dejó caer los brazos, un poco triste, pero con una chispa de determinación en sus ojos.

-Carlitos: "¡Pero quiero intentarlo! ¡No puedo dejar que eso me detenga! ¡Voy a practicar!"

Sin embargo, sus amigos se miraron entre sí, dudando de que Carlitos pudiera mantener su concentración. Aquel día, Carlitos decidió que sí podía, así que empezó a entrenar solo. Cada día después de la escuela, corría por el parque, seguía las líneas del camino, intentaba concentrarse y a veces ¡hasta olfateaba flores!

Finalmente llegó el día de las olimpiadas. Los olores de las palomitas y el canto de los pajaritos llenaban el aire. Todos los chicos estaban perfectamente alineados en la línea de salida. Carlitos se sintió emocionado y nervioso al mismo tiempo.

-Lautaro: "¿Vas a estar bien, Carlitos? No queremos que te pase nada."

-Carlitos sonrió: "¡Sí! Solo debo concentrarme en correr. ¡No quiero perderme de nada!" Y en ese momento, sonó la bocina de inicio. ¡PUM! Los niños comenzaron a correr.

Carlitos tropezó un par de veces, y sí, al llegar a la mitad de la pista, se distrajo observando a un pájaro en lo alto. Pero en lugar de rendirse, recordó sus entrenamientos y se volvió a enfocar. Puso en práctica todo lo que había aprendido. De pronto, miró hacia adelante y vio que sus amigos estaban más allá, corrían junto a él.

-Julito: "¡Vamos, Carlitos! ¡No te rindas!"

-Carlitos empezó a correr más rápido. Sus pies golpeaban el suelo con determinación. La meta se acercaba. Todos los niños animaban desde la línea de llegada. Finalmente, por un pelo, llegó a la meta en segundo lugar. El aliento suave del viento en su rostro le hizo sentir increíble.

—Sofía, asombrada: "¡Lo lograste Carlitos! ¡Lo hiciste!"

Sus amigos se acercaron, y esta vez con sonrisas y abrazos.

-Lautaro: "¡No puedo creer que ganaste una medalla! ¡Lo hiciste genial!"

-Carlitos, emocionado, con una medalla brillante alrededor de su cuello: "¡Gracias, chicos! ¡Lo logré porque ustedes me alentaron!"

Esa tarde, después del evento, se sentaron todos juntos en el parque para charlar.

-Sofía: "Sabes, Carlitos, pensé que no podías concentrarte, pero ahora veo que te esforzaste mucho y funcionó."

-Julito: "Sí, tal vez deberíamos aprender a apoyarte más a la próxima y no solo pensar en lo que no podés hacer."

-Carlitos: "¡Me encantaría eso! Podemos entrenar juntos, me ayudaría muchísimo tenerlos de compañeros."

A medida que hablaban, sus risas llenaron el aire, y el problema del pasado quedó atrás. Ahora, todos entendían que cada uno tiene sus propias maneras de brillar. Desde ese día, Carlitos y sus amigos decidieron ser un gran equipo, apoyándose entre sí sin importar las diferencias.

Y así, la amistad creció y la tolerancia se convirtió en su lema.

Porque a veces, solo se necesita un poco de esfuerzo y la voluntad de entender a los demás para lograr grandes cosas.

FIN.

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