La Gran Carrera de Golosinas
En el corazón de Buenos Aires, en una plaza llena de risas y juegos, se encontraban Helena y sus amigas. Era una tarde soleada y calurosa, perfecta para disfrutar. Helena, que tenía una energía contagiante, propuso una idea increíble.
"¡Chicas! ¿Y si organizamos una carrera para ver quién puede recolectar más golosinas en la plaza?" - sugirió Helena, con los ojos chispeando de emoción.
"¡Eso suena genial!" - respondió Sofía, una de sus mejores amigas, con una sonrisa.
"Pero, ¿cuáles son las reglas?" - preguntó Valentina, siempre meticulosa.
Helena pensó un momento y luego dijo:
"Cada una tendrá diez minutos para correr por la plaza y recoger golosinas que escondamos en diferentes lugares. La que recolecte más será la ganadora y se llevará un premio sorpresa."
Las chicas comenzaron a planear, escondiendo golosinas en los arbustos, detrás de bancos y bajo las hojas de los árboles. Las risas y la emoción llenaban el aire, pero pronto se dieron cuenta de que no todas estaban de acuerdo con el método de la carrera.
"Chicas, no podemos solo robarnos las golosinas entre nosotras. ¿Qué pasa si alguien más encuentra algunas?" - dijo Valentina, preocupada.
Helena se detuvo a pensar. Había algo en su propuesta que no se sentía del todo bien.
"Tienes razón, Valen. Tal vez deberíamos invitar a otros niños a participar también y así todos tendrán la oportunidad de ganar."
Las amigas estuvieron de acuerdo. Atraídas por el bullicio, pronto un grupo de niños se unió a la fiesta. Había risas, juegos y, más importante, un sentido de comunidad que comenzó a florecer entre todos. La carrera se convirtió en un evento donde cada niño podía compartir sus golosinas y encontrar un dulce amigo en el camino.
Cuando dio la señal de inicio, los niños empezaron a correr, mientras Helena y sus amigas los animaban desde la orilla.
"¡Vamos, chicos! ¡Pueden hacerlo!" - gritaban emocionadas.
Para sorpresa de Helena, en medio de la carrera, un niño pequeño llamado Lucas, que miraba desde el borde de la plaza, se acercó tímidamente.
"¿Puedo jugar con ustedes?" - preguntó con una voz suave.
"¡Claro que sí!" - exclamó Helena, emocionada.
Así, la carrera se convirtió en un gran juego en el que todos tuvieron la oportunidad de participar. Al final del tiempo asignado, todos se reunieron en el centro de la plaza para contar cuántas golosinas habían recolectado. Aunque algunos recolectaron más que otros, no hubo un solo perdedor ese día.
"Lo más divertido fue jugar todos juntos" - dijo Sofía.
Helena sonrió y añadió:
"Y lo más importante es que compartimos todos nuestros dulces. ¡Eso es lo que realmente importa!"
Para celebrar su gran día, decidieron hacer una merienda comunitaria. Se sentaron en el césped y compartieron sus golosinas con risas y alegría, compartiendo historias divertidas y soñando con futuras aventuras.
Desde ese día, la plaza se convirtió en el lugar donde todos los niños se reunían para jugar, organizar carreras y compartir golosinas, sabiendo que lo más dulce no eran los dulces, sino la amistad.
Y así, Helena y sus amigas aprendieron que compartir y trabajar en equipo traen más alegría que cualquier golosina en el mundo.
FIN.